martes, 31 de marzo de 2009

Despido (I)

Una opinión de Ángel de la Fuente, publicada en El Periódico de Catalunya.

En las últimas semanas hemos asistido a una agria controversia sobre la necesidad de una reforma del mercado laboral. Aunque se trata de un debate muy necesario, resulta desafortunado que la discusión se haya centrado casi exclusivamente en la reducción de los costes de despido. No es este el problema central de nuestro mercado de trabajo y tampoco es un buen punto de partida para un análisis en profundidad del tema.
Los costes de despido son un componente más del salario, entendido en sentido amplio como el coste unitario del trabajo. Si este componente del salario se reduce, otros tenderán a aumentar hasta que se restablezca el equilibrio entre el poder negociador de empresas y sindicatos. El ajuste, sin embargo, no sería inmediato y esto explica el interés de la patronal por la medida: en la situación actual, podría suponer un alivio rápido y significativo para las empresas que más lo necesitan, aunque seguramente también una aceleración a corto plazo de la destrucción de empleo. A largo plazo, sin embargo, la cuestión más relevante no es el coste medio del despido, sino la asimetría que existe entre distintos tipos de contratos laborales.
Que una parte de la remuneración de los asalariados tome la forma de las actuales indemnizaciones por despido tiene sentido porque permite a los trabajadores comprar una especie de seguro frente a la inestabilidad laboral. Cuando los costes de despido son elevados, las empresas se lo piensan más antes de despedir a sus trabajadores en períodos recesivos y, por lo tanto, la probabilidad de mantener el empleo en malos tiempos es mayor. O al menos lo será mientras los tiempos no sean demasiado malos. Cuando lo son en extremo, la imposibilidad de reducir plantillas a un coste razonable puede acabar de dar la puntilla a empresas que podrían haber sido viables, aumentando así la pérdida de puestos de trabajo.
Descontando tales situaciones extremas, la existencia de costes de despido tiende en principio a reducir la volatilidad del empleo, lo que seguramente es bueno desde un punto de vista social, y no parece que afecte demasiado a su nivel medio.

lunes, 30 de marzo de 2009

Cortar cabezas


La opinión del diputado de C´s, José Domingo.

La represión de las manifestaciones de algunos estudiantes contra el plan Bolonia está dando más juego del esperado. Los caminos de la política dentro del tripartito son inescrutables y son ahora sus aliados los principales opositores de la política de Saura.

Desde Ciutadans, hemos demandado en el Parlament rigor en la actuación política de los que dirigen la policía autonómica. Nos parece un sinsentido someter a una permanente ducha escocesa a nuestros policías y ponerlos en el ojo del huracán de manera permanente. Alegando el principio de proporcionalidad se han quedado cortos en muchas ocasiones y se les ha ido la mano cuando han tenido que frenarse. Lo que ha quedado demostrado es que Saura no es la persona adecuada para dirigir la policía, le viene grande y, además, está incomodo..

Ahora tiene una ocasión perfecta para dejar paso a otro. Es imprescindible una remodelación del Gobierno de la Generalitat que aparte ese doloroso cáliz de las manos de Saura. Montilla tiene la palabra y no basta con cortar cabezas (lo del cese anunciado del Director General de la Policía es esperpéntico) sino de sentar la cabeza.

sábado, 28 de marzo de 2009

Una lengua, un pueblo.


Joseba Arregui en El Periódico de Catalunya.

Algunos medios de comunicación se hicieron eco de unas palabras del presidente Montilla según las cuales la política lingüística de inmersión de las escuelas catalanas está al servicio de que Catalu- nya sea un pueblo, y un pueblo cohesionado. Más de un articulista se ha manifestado posteriormente en el mismo sentido y ha arremetido contra las críticas a esa política de inmersión lingüística porque ponen en peligro la realidad actual y futura de la existencia de un pueblo, estando el término uno tan subrayado como el término pueblo.

El término pueblo está acuciado del mismo problema que el término nación: nunca se sabe si el objeto de referencia es el conjunto de ciudadanos libres y sujetos de los mismos derechos, o si se trata de un conjunto definido por poseer una lengua común y por sentirse pertenecientes a la misma colectividad. Nunca se sabe si el término de referencia es la cultura y la lengua, o el sujeto político. Muchas veces se subraya el carácter cultural, pero dejando una puerta abierta a que suponga la base de un derecho político.

LA CONSTITUCIÓN española establece la pluralidad lingüística de España, aunque comete el error de jerarquizar normativamente la lengua española, error que podía haber evitado refiriéndose al valor de lengua franca del español. Algunos estatutos de autonomía, allí donde existe más de una lengua en el uso social, establecen la cooficialidad de dos lenguas: el español y el catalán o el euskera, o el gallego. Aunque también en estos casos se constata un esfuerzo por establecer una jerarquía entre las lenguas cooficiales: el catalán y el euskera son lenguas propias, cuando, al parecer, el español no lo es. El nuevo Estatut va más allá: el catalán será la lengua normal de la Administración catalana. Y el último Gobierno de Ibarretxe ha intentado, sin éxito, establecer que el euskera sea la lengua principal en la enseñanza.

Según la Constitución, la realidad lingüística plural de la sociedad española debe ser corregida hacia el reconocimiento de una lengua normativamente superior --al estipular su conocimiento como un deber--, hacia la ecuación una sociedad igual a una lengua, una lengua igual a una sociedad. Los esfuerzos políticos en Catalunya y Euskadi se dirigen en la misma dirección: una lengua igual a un pueblo, un pueblo igual a una lengua. Pero por copiar el error este no deja de ser error. En todo caso se agrava añadiendo un error más a algo que dificulta la convivencia en pluralidad.

El discurso de la España plural tiene su sentido: España, en cuanto Estado, no es algo homogéneo, pues en su interior existen distintas lenguas y distintas culturas. Hasta tal punto es plural España como Estado, que la condición de ciudadanía no está vinculada al sentimiento de pertenencia a la nación cultural española: alguien puede sentirse solo y exclusivamente vasco sin que por ello pierda sus derechos como ciudadano del Estado que es España. La diferencia entre España Estado, y España nación cultural, entre España nación política y España nación cultural es requisito imprescindible para la libertad de todos los ciudadanos españoles.

Pero este discurso de la España plural no adquiere todo su sentido si no se aplica de la misma forma a Catalunya, Euskadi y Galicia: también estas son plurales, y probablemente de forma aún más estructural y radical que España. La sociedad catalana, la vasca y la gallega son plurales en la medida en que sus ciudadanos son bilingües, en la media en que la gran mayoría de sus habitantes se sienten, en diversos y diferentes grados y mezclas, pertenecientes a varios ámbitos culturales, a varias naciones culturales, a Catalunya y a España, a Euskadi y a España, entendidas todas ellas como naciones culturales.

LA DIFERENCIA entre España Estado y España nación cultural es necesaria para la libertad de todos los ciudadanos del Estado. De la misma forma, la diferencia entre Catalunya como ámbito político y la nación catalana, entre Euskadi como ámbito político y la nación vasca, es necesaria para la libertad de todos los ciudadanos catalanes o vascos. Anular esta diferencia implica estrechar el espacio de libertad, limitar el pluralismo específico de esas sociedades. Lo propio de las sociedades plurales no solo en el sentido ideológico, sino también en el sentido lingüístico, cultural y de sentimiento de pertenencia, es la misma identidad plural y compleja, y no alguno de sus componentes.

Las referencias a las relaciones de Euskadi con España --por muy amistosas que se planteen--, de Catalunya con España, implican tomar como punto de partida dos realidades homogéneas en sí mismas y mutuamente diferenciables, algo que no se compadece con la afirmación de la complejidad y pluralismo propios de esas sociedades. El discurso de un pueblo y una lengua, de una lengua y un pueblo, significa reducir la complejidad, limitar el pluralismo y poner en peligro la libertad.

Posdata: los esfuerzos por facilitar la comunicación interna en las sociedades plurilingües como la catalana y la vasca son legítimos. La inmersión no es el único camino. El uso de ambas lenguas cooficiales como lenguas vehiculares no implica la segregación de la comunidad educativa en comunidades lingüísticas.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Aprovechando el viaje.


Columna de José Manuel García Bravo. Concejal de C´s en Sant Andreu de la Barca.


En el orden del día del próximo pleno figura la adhesión al Pacto de Alcaldes (Covenant of majors), puesto en marcha por la Unión Europea, como mecanismo de participación de la ciudadanía en la lucha contra el calentamiento de la tierra. Esta iniciativa compromete a los ayuntamientos a iniciar una serie de actuaciones para contribuir a la reducción de emisiones de CO2. El plan de acción implicará costes por su desarrollo e implementación y los derivados de acudir a Bruselas a suscribir el compromiso, si no se ha hecho ya. Sin ningún género de dudas se aprobará por unanimidad.

Sin embargo tenemos un problema doméstico mucho más cercano que no se soluciona. Año tras año podemos observar en los informes emitidos por la Generalitat de Catalunya que la emisión de partículas PM10 a la atmósfera de nuestro municipio se mantiene constante. Sant Andreu de la Barca forma parte de ese grupo selecto de 5 municipios del Baix Llobregat en que la presencia de este contaminante supera los límites máximos. Casualmente Castellbisbal, sede de la empresa identificada como contaminante, no figura entre esos municipios.

Según un estudio de la Comisión Europea, publicado a comienzos de 2005, la presencia de estas partículas en la atmósfera produce cada año 288.000 muertes prematuras. Otro estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado en 2004 afirma que la exposición a las partículas en suspensión es la causa de muerte prematura de 13.000 niños de entre uno y cuatro años de edad, cada año.

El problema está identificado, las soluciones planteadas han pasado por ser puramente administrativas y de trámite. La Generalitat de Catalunya, competente en la materia, sitúa a Sant Andreu de la Barca en una zona de protección especial desde hace años, sin más. Nuestro Alcalde, durante la campaña electoral de las municipales, firmó un convenio con la empresa CELSA, identificada como la emisora de este contaminante, comprometiéndose una y otra parte a solucionar el problema. Nada de nada, los datos están ahí.

Ciutadans lleva dos años pidiendo datos del cumplimiento de ese convenio y sobre las acciones que se van a llevar a cabo para solucionar este problema. Recientemente nuestro Alcalde ha vuelto a firmar otro convenio en el que CELSA aporta a nuestro municipio 60 mil euros para la implementación, creación, realización de servicios y actividades culturales, docentes, educativas y sociales. Desde Ciutadans rechazamos esa aportación económica y le decimos a Celsa que utilice ese dinero para implementar medidas que permitan reducir la emisión de los contaminantes. Obviamente a nuestro Alcalde le pedimos que devuelva ese dinero. El silencio no se compra.

Asimismo le recordamos a nuestro Alcalde la Sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, de 25 de julio de 2008, que obliga a la realización de planes de acción a corto plazo para minimizar la contaminación por PM10 a valores no perjudiciales para la salud humana. Esta sentencia la pueden obtener en la sede del Tribunal que se encuentra en Luxemburgo, muy cerca de Bruselas. Así aprovechan el viaje.

domingo, 22 de marzo de 2009

Relaciones entre linces y cigotos


Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.

Ha sido muy comentado que el Gobierno catalán prohibiera un anuncio de la Asociación por la Tolerancia en donde se publicitaban derechos de los catalanes que son conculcados cínicamente por el poder, y en cambio admitiera el lince de los obispos. Es lógico: nada más natural que el espíritu que comparten los jefes religiosos del bando católico y los del bando nacionalista. Tienen ambos como opción primera la salvación del alma. En un caso por la oración y la penitencia, en el otro por la lengua y la militancia. Y el alma es propiedad de Dios, el cual tiene la misma función sobrenatural que la Nación. Todo lo cual es archisabido incluso por los nacional-estalinistas, de modo que se trata de una farsa. No lo es, en cambio, que se encojan ante la demagogia de los obispos cuando denuncian un mejor trato a los linces que a las criaturas humanas. Esta sí es una mentira populista de pasmosa maldad y no la de los derechos constitucionales.

Todo está protegido, no hay debilidad sin ayuda estatal y cada criatura recibe la protección apropiada. Esta protección no la otorga un Gobierno u otro sino que se la da a sí misma la sociedad a través de múltiples procesos, uno de los cuales (y no el más efectivo) es la elección de representantes. A diferencia de hace medio siglo, el mandato social quiere que los ciudadanos y su entorno reciban protección, pero entre la madre y la simiente, prefieren proteger a la madre. Son los ciudadanos quienes han impuesto estas defensas y pobre del político que trate de saltárselas.

De modo que las instituciones acogen programas de ayudas a inválidos, desempleados, inmigrantes, madres abandonadas, ancianos, familiares o embarazadas con riesgos. La Iglesia también protege, sin duda. Todas las instituciones lo hacen. Pero hay una que rechina. La Conferencia episcopal, ofuscada por controlar la sexualidad de las mujeres, su presa obsesiva desde hace siglos, a quienes trata como meros depósitos. El feto las suprime. Esa crueldad ensombrece las labores compasivas de la Iglesia. Viejo asunto. Cada vez más apestoso.

viernes, 20 de marzo de 2009

¿Y qué creen que pasaba hasta ahora?


Carlos Herrera en ABC.


A mi generación también le formaron el espíritu nacional. A los de mi aula, en concreto, nos lo formaba un señor no muy corpulento, de vocecilla prudente y aspecto algo asustadizo que llevaba por nombre Don Salvador. Recuerdo bien que arrancaba la clase y soltaba de carrerilla lo mismo que llevábamos años escuchando, de curso en curso, de viernes en viernes, sin que hubiera nada que lo detuviera o le hiciera vacilar. Podíamos estar todos los alumnos tirándonos las carteras de lado a lado del aula, como de hecho ocurría, que él no se inmutaba y proseguía con su monserga del Fuero de los Españoles. La calle de aquellos ya lejanos setenta bullía en deseos de oír nuevas proclamas, de poner nueva letra a los himnos cotidianos, de asistir a la llegada de la modernidad, de adelantar el futuro que todos decían antes o después había de llegar... y aquél señor tan monocorde seguía dando la matraca con aquello de que los españoles éramos poco menos que un pueblo elegido envidiado por el mundo entero. Faltaban un par de años para que se muriera el caudillo invicto y el régimen no contemplaba otra cosa que llenar de pajaritos absurdos la cabeza de los adolescentes que debían asaltar el porvenir cuatro días después. Cosas de las dictaduras. Hoy leo enternecido que la Generalitat de Cataluña contempla en su ley de educación formar a los niños como miembros de la nación catalana, más concretamente «cultivarlos en el sentido de pertenencia» a la misma. Es decir, lo mismo que intentaba hacer el pobre de Don Salvador... pero cuarenta años después: amasar los futuros sentimientos de los niños y lanzar al futuro legiones de nuevos catalanes correctamente instruidos en la autosatisfacción de pertenencia al pueblo elegido. Muchos se han alarmado por esta proclama pero no entiendo bien a qué viene ello: ¿y qué creen que han estado haciendo hasta ahora? La educación en las aulas catalanas está marcada desde hace tantos años como los que está transferida por la debida manipulación histórica y la no menos evitable doctrina nacionalista. En ningún momento se les habla a los alumnos de la Constitución ni se les crea ningún sentimiento de nexo común con otras «sensibilidades» históricas españolas. Sólo existe Cataluña y sólo a Cataluña deberán rendir cuentas en el futuro. El sentido de pertenencia es literalmente exacto: tú nos perteneces y serás como nosotros digamos que tienes que ser. De la Formación del Espíritu Nacional a la Formación del Espíritu Nacionalista. El Estatuto, al fin, habla de Nación y de Símbolos Nacionales, con lo que hay poco que discutir: España, si acaso, es una simple realidad administrativa de la que emanan algunos signos externos inevitables, como el pasaporte o el DNI, de los que no debemos renunciar a prescindir en un futuro, pero que, hoy por hoy, son necesarios para nuestra relación burocrática con el resto del mundo. El Tribunal Constitucional debería haber revisado ya la norma estatutaria para evitar que su desarrollo se convierta en una imposible marcha atrás, como de hecho va a ocurrir si es que a sus gandules señorías les da por retocar algún aspecto de su articulado. En tres años han sido incapaces de pronunciarse y no se dan cuenta que éstos en tres años diseñan un nuevo amanecer como Dios pintó a Perico.
La habilidad del nacionalismo para crear atmósferas de pertenencia a colectivos nacionales hace que ésta se desarrolle en cualquier materia: no se trata sólo de inducir el orgullo de pertenencia a una tribu a través de la geografía, cosa relativamente sencilla de conseguir mediante el estudio exclusivo de ríos y montañas del terruño; se trata, y lo consiguen, de hacerlo hasta en el estudio de matemáticas, que mira tú que son difíciles de manipular. Por otra parte, con esta proclama, no inventan nada nuevo. No veo yo motivo de sorpresa: de hecho, entre las pláticas insufribles de Don Salvador y esta técnica anunciada sólo ha habido un corto espacio de tregua allá por los últimos setenta. No sé de qué nos alarmamos.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Dios, patria y bus.


Arcadi Espada, en El Mundo.


¡Qué gran idea tuvo la Asociación por la Tolerancia! Viendo la facilidad y el éxito con que el agnosticismo se subía a los autobuses de Barcelona decidió organizar una campaña por la libertad lingüística en el mismo lugar, ¡y hasta en el mismo carril!; y así, con mucho respeto, pidió todos los permisos. Se los han negado: hubo buses agnósticos, pero no los habrá bilingües. Como suele ser frecuente en estos casos no hay que perderse las explicaciones. La empresa que contrata la publicidad, o sea la compañía de autobuses, o sea el ayuntamiento socialista, o sea donde José Montilla (en Cataluña, paraíso de la caja B de la moral, todo va por persona interpuesta), ha rechazado la campaña por «polémica». La coincidencia en el tiempo con el bus agnóstico convierte el adjetivo en ridículo. Pero no debería tapar su encantadora pose eufemística: polémico es el papel de fumar con que aquí (o debería decir allí) se cogen la verdad.

Hay que celebrar la denegación por todo lo alto y yo pido a la Tolerancia que no sea tímida ni mucho menos victimista. Ni el sentido de la equidad, ni la inteligencia son virtudes que adornen al establishment catalán: sólo depende de su fuerza y hay que aprovecharla como en el judo. La negativa de los buses es un magnífico quod erat demostrandum; es decir, el mayor premio intelectual que puede recibir una actividad política.

Muchos miembros de la Tolerancia y muchos otros ciudadanos catalanes han insistido siempre en el carácter puramente religioso del nacionalismo; en su condición de axioma y dogma de fe; en sus fábulas pueriles; en su inexorable propensión al mito y a la falacia, en su creacionismo histórico. Han denunciado que la estructura política catalana rezuma el aire inconfundible de una secta; y que la propia vida civil se resiente, y desde hace años, de semejante asfixia. Esta identificación entre la religión y el nacionalismo no es, en realidad, del agrado de la mayoría. Irrita a los nacionalistas que, para más inri crucificial, pretenden que sus fundamentos míticos estén a salvo de todas las pruebas de la razón. Irrita a los c(h)arlistas que vinculan siempre estrechamente Dios y Patria, pero dependiendo de qué Dios y de qué Patria. Y lo mejor de todo: irrita a determinados ateos, por supuesto catalanes, cuyo escepticismo discrimina, con escasa agudeza crítica pero considerable capacidad de adaptación darwiniana, entre Dios y la Tierra.

O sea que la animosa Tolerancia ha fletado un llamativo autobús de tres pisos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Cervantes, esquina a León.


Un artículo de Arturo Pérez-Reverte.


Me gusta la calle Cervantes de Madrid. No porque sea especialmente bonita, que no lo es, sino porque cada vez que la piso tengo la impresión de cruzarme con amistosos fantasmas que por allí transitan. En la esquina con la calle Quevedo, uno se encuentra exactamente entre la casa de Lope de Vega y la calle donde vivió Francisco de Quevedo, pudiendo ver, al fondo, el muro de ladrillo del convento de las Trinitarias, donde enterraron a Cervantes. A veces me cruzo por allí con estudiantes acompañados de su profesor. Eso ocurrió el otro día, frente al lugar donde estuvo la casa del autor del Quijote, recordado por dos humildes placas en la fachada –en Londres o París esa calle sería un museo espectacular con colas de visitantes, librerías e instalaciones culturales, pero estamos en Madrid, España–. La estampa del grupo era la que pueden imaginar: una veintena de chicos aburridos, la profesora contando lo de la casa cervantina, cuatro o cinco atendiendo realmente interesados, y el resto hablando de sus cosas o echando un vistazo al escaparate de un par de tiendas cercanas. Cervantes les importa un carajo, me dije una vez más. Algo comprensible, por otra parte. En el mundo que les hemos dispuesto, poca falta les hace. Mejor, quizás, que ignoren a que sufran.

Pasaba junto a ellos cuando la profesora me reconoció. Es un escritor, les dijo a los chicos. Autor de tal y cual. Cuando pronunció el nombre del capitán Alatriste, alguno me miró con vago interés. Les sonaba, supongo, por Viggo Mortensen. Saludé, todo lo cortés que pude, e hice ademán de seguir camino. Entonces la profesora dijo que yo conocía ese barrio, y que les contase algo sobre él. Cualquier cosa que pueda interesarles, pidió.

La docencia no es mi vocación. Además, albergo serias reservas sobre el interés que un grupo de quinceañeros puede tener, a las doce de la mañana de un día de invierno frío y gris, en que un fulano con canas en la barba les cuente algo sobre el barrio de las Letras. Pero no tenía escapatoria. Así que recurrí a los viejos trucos de mi lejano oficio. Plantéatelo como una crónica de telediario, me dije. Algo que durante minuto y medio trinque a la audiencia. Una entradilla con gancho, y son tuyos. Luego te largas. «Se odiaban a muerte», empecé, viendo cómo la profesora abría mucho los ojos, horrorizada. «Eran tan españoles que no podían verse unos a otros. Se envidiaban los éxitos, la fama y el dinero. Se despreciaban y zaherían cuanto les era posible. Se escribían versos mordaces, insultándose. Hasta se denunciaban entre sí. Eran unos hijos de la grandísima puta, casi todos. Pero eran unos genios inmensos, inteligentes. Los más grandes. Ellos forjaron la lengua magnífica en la que hablamos ahora.»

Me reía por los adentros, porque ahora todos los chicos me miraban atentos. Hasta los de los escaparates se habían acercado. Y proseguí: «Tenéis suerte de estar aquí –dije, más o menos–. Nunca en la historia de la cultura universal se dio tanta concentración de talento en cuatro o cinco calles. Se cruzaban cada día unos y otros, odiándose y admirándose al mismo tiempo, como os digo. Ahí está la casa de Lope, donde alojó a su amigo el capitán Contreras, a pocos metros de la casa que Quevedo compró para poder echar a su enemigo Góngora. Por esta esquina se paseaban el jorobado Ruiz de Alarcón, que vino de México, y el joven Calderón de la Barca, que había sido soldado en Flandes. En el convento que hay detrás enterraron a Cervantes, tan fracasado y pobre que ni siquiera se conservan sus huesos. Lo dejaron morir casi en la miseria, y a su entierro fueron cuatro gatos. Mientras que al de su vecino Lope, que triunfó en vida, acudió todo Madrid. Son las paradojas de nuestra triste, ingrata, maldita España».

No se oía una mosca. Sólo mi voz. Los chicos, todos, estaban agrupados y escuchaban respetuosos. No a mí, claro, sino el eco de las gentes de las que les hablaba. No las palabras de un escritor coñazo cuyas novelas les traían sin cuidado, sino la historia fascinante de un trocito de su propia cultura. De su lengua y de su vieja y pobre patria. Y qué bien reaccionan estos cabroncetes, pensé, cuando les das cosas adecuadas. Cuando les hacen atisbar, aunque sea un instante, que hay aventuras tan apasionantes como el Paris-Dakar o mira quien baila, y que es posible acceder a ellas cuando se camina prevenido, lúcido, con alguien que deje miguitas de pan en el camino. Le sonreí a la profesora, y ella a mí. «Bonito trabajo el suyo, maestra», dije. «Y difícil», respondió. «Pero siempre hay algún justo en Sodoma», apunté señalando al grupo. Mientras me alejaba, oí a algunos chicos preguntar qué era Sodoma. Me reía a solas por la calle del León, camino de Huertas. Desde unos azulejos en la puerta de un bar, Francisco de Quevedo me guiñó un ojo, guasón. Le devolví el guiño. La mañana se había vuelto menos gris y menos fría.

domingo, 1 de marzo de 2009

¿Lo cortés quita lo valiente?

Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya?


El martes, un mozo, hijo de un exconcejal socialista de Lazcano, se hartó de poner la otra mejilla, cogió un contundente instrumento y le dio una paliza a la herriko taberna (ilegal) del barrio. Los herrikos le habían reventado un piso que iba disponiendo con ayuda de su padre para ir a vivir con la novia. El candidato socialista, Patxi López, dijo que comprendía la ira del muchacho, pero que no era partidario del ojo por ojo, ya que eso conduce a una violencia en espiral. Error. Eso conduce a una situación a la irlandesa, que fue el ejemplo siempre presente en la negociación de Zapatero con ETA. "Una solución a la irlandesa", pedían entonces.

En Irlanda mataban unos y mataban otros, igual por igual. Lo sobrenatural del País Vasco es que solo matan unos. Los otros soportan una situación que cuando tiene lugar en África solivianta mucho a la gente de progreso. La indecencia que se vive en el País Vasco, curiosamente, no enfada a todo el mundo. No aquí, desde luego, en Catalunya, donde goza de tanto predicamento, sobre todo si los tiros caen lejos de la Rambla. Ni en el País Vasco, donde se da tan abyecta situación porque el PNV está muy interesado en no acabar con ella. Es su arma de chantaje. Las nueces de Arzallus, etcétera.

Hay diarios ingleses y americanos que todavía hablan de "patriotas vascos" y cosas semejantes. Me van a permitir que a unos tipos que quieren imponer un Estado totalitario y étnico mediante el asesinato les dé el calificativo que se da a estos movimientos en el mundo entero, o sea, el de fascistas. No se trata de aberzales, gudaris, ni otras cursilerías decimonónicas: lo que hay en el País Vasco es un movimiento fascista en toda regla, protegido bajo mano por el poder eclesiástico y político.

Algo adelantaríamos en la lucha contra el fascismo vasco, heredero de aquella Falange tan nacionalista, tan de puños y pistolas, si en los medios dejaran de ser mencionados como "los nacionalistas radicales" o "los violentos" y otros eufemismos y se escribiera a las claras: "los fascistas vascos". A lo mejor sería más difícil disimular el miedo.