martes, 26 de mayo de 2009

Lamento por Babel


Fernando Savater en El País.


Más de un cínico ha dicho que la mejor definición de "bien" es "un mal necesario". Y me temo que confirma este aserto desencantado el estruendoso entusiasmo que está oficialmente recomendado mostrar ante la diversidad de los lenguajes humanos. Lo que en la Biblia se presenta como maldición divina para castigar la pretensión humana (y humanista) de aunar a los hombres en Babel, o sea, en la tarea común de conquistar los cielos, es ahora visto como una bendición: cada lengua es una concepción del mundo irrepetible que multiplica nuestra riqueza de perspectivas, etcétera. En correspondencia, la extinción de cualquier lengua (es decir, que sus últimos hablantes elijan expresarse en otra de mayor extensión) es una grave pérdida cultural, equivalente a la desaparición de alguna porción específica de la biodiversidad natural. Penita pena.



Las ventajas de una lengua única para la comunicación me parecen indudables

Es el colmo de la autocomplacencia inútil felicitarnos por lo inevitable, y la pluralidad de las lenguas lo es: como el lenguaje no es una función natural, sino artificial, debe haber muchos. Pero si especulamos con lo más deseable, por una vez estoy de acuerdo con la Biblia. Las ventajas de una lengua única para la comunicación humana me parecen indudables, y sería estupendo que a ninguno nos faltaran palabras elocuentes ante ningún semejante en ninguna parte del mundo. En cuanto a la pérdida de supuestas concepciones del mundo inscritas en cada idioma, se compensarían de sobra con la posibilidad de conocer a fondo la perspectiva personal de cada gran pensador y cada gran poeta: me interesa más lo que piensa Shakespeare o Confucio que lo que se piensa anónimamente a través del inglés o del chino.

Los partidarios de Babel, empeñados en convencernos de que multiplicar las lenguas multiplica la riqueza cultural, deberían llegar hasta el final y admitir que lo mejor sería que cada uno tuviésemos nuestro propio lenguaje: el idiolecto, es decir, la lengua monocomprensible del perfecto idiota (en el sentido etimológico del término). Tampoco resultan convincentes quienes tratan de asemejar la desaparición de una lengua a la extinción de una especie biológica, porque ningún dinosaurio quiere ser abolido, pero en cambio sí hay hablantes que prefieren cambiar de idioma cuando el que tienen no les ofrece más que desventajas. Las lenguas no sufren por dejar de ser habladas, pero en cambio hay muchas personas que padecen si por razones de arqueología se les intenta mantener hablando la que menos les conviene...

Por supuesto, también añorar la lengua universal es perder el tiempo: lo más parecido que tenemos a ella es el inglés, pero no el de Marlowe o Dickens, sino el de la business school. En cuanto al esperanto, pese a su ingeniosa y racional construcción, no cabe sino certificar su fracaso. Sólo un indudable éxito se apuntó su creador, el industrioso doctor Zamenhof. A comienzos del pasado siglo, una empresa americana que se disponía a patentar la primera cámara fotográfica portátil le pidió un nombre para su producto que fuese igualmente eufónico en cualquier lengua. Y Zamenhof acuñó la única palabra de esperanto que todos hemos pronunciado alguna vez: kodak.

lunes, 25 de mayo de 2009

¿Alguien sabe en qué país vivimos?


Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.



El 13 de mayo ganaba el Barça a los de Bilbao la Copa (del Rey). Antes del partido, los nacionalistas catalanes y vascos armaron un sindiós contra el himno español y el rey Juan Carlos. La televisión del Gobierno censuró el abucheo. El avance nacional catalán se ha ido haciendo con prudencia y astucia, mediante una mesurada ocultación de los hechos.
La ocultación se dirige en primer lugar hacia lo que podríamos llamar pre-catalanes, pues es inevitable que la totalidad de la población catalana acabe siendo nacionalizada. Solo en segundo lugar la ocultación se dirige hacia los españoles. La verdad es que no hace falta, porque ya no merece la pena: la independencia de Catalunya es una realidad de facto aunque no lo sea de iure. ¿Qué falta? ¿Los sellos de correos, el aeropuerto, los trenes? Minucias que se están negociando. Pero, ojo, falta lo esencial. Para los capitalistas locales lo que ha de llegar es la nacionalización de los impuestos a la manera vasco-navarra. Llegará, pero mientras tanto ya hay embajadas, el mapa geográfico que estudian los niños es el del imperialismo catalán y no hay una sola mención a España en el biotopo lingüístico de la Generalitat, como no sea para explicar la guerra civil. Esa sí que es española. El Estado español ha acabado por ser como Bruselas en este periodo inicial de la secesión.
Todo esto está muy bien y no habría problema alguno si se institucionalizara. Sin duda Zapatero así lo desea. Él querría un acuerdo de secesión a la checa y desprenderse de una Eslovaquia cuya clase dirigente no quiere permanecer junto al resto de los españoles. Sin embargo, no puede hacerlo. La causa oficial es que, de concederse el concierto, la caída de ingresos del Estado sería inasumible. No estoy muy convencido: si tras desgajarse el mercado catalán se sorteara el barullo de los primeros años, lo que quede de España subsistiría sin demasiados problemas. No. La causa de que Zapatero no pueda conceder la secesión no es económica, sino política. No puede excluir los votos que un nutrido grupo de nacionalistas reciclados como socialistas le entregan en cada elección. Sin ellos, el poder del Estado caería en manos del partido conservador. De modo que Zapatero, aunque lo desee, no puede dar la independencia.
Eso explica que mediante un acuerdo sub rosa, tolere que ignoren al Tribunal Constitucional, que organicen su propio orbe jurídico, sus relaciones exteriores, o que cultural y lingüísticamente sean ya un país extranjero. Que se vayan virtualmente, pero sin ruido. De ahí que TVE haya tenido que censurar el abucheo del día de la Copa (del Rey) no fuera a ser que alguien se enterara de lo que está pasando.

La deriva, a mi modo de ver, no tiene remedio porque el despiste de los españoles sobre esta cuestión es colosal. Al día siguiente del abucheo (yo estaba en Madrid) seguí algunos foros y tertulias. Abundaban los periodistas que agitaban gozosamente el estandarte de “la España plural”. Todos sabemos que la “España plural” quiere decir “la confederación”, pero suena más bonito lo de “España plural”. Suena a solidaridad, diálogo, diversidad, ese telón de nubes doradas que compone el núcleo intelectual de Zapatero. Aquel mismo día le preguntaron a Duran Lleida si era separatista y respondió que su partido no es separatista, sino soberanista. Es lo mismo, pero no hay que decirlo demasiado claro. A los dos días, un cerebro de CiU añadió que la pitada había sido motivada por “los ataques que recibe Catalunya”. Argumento etarra: yo mato porque España me agrede.
No creo que sucediera nada irreparable si se pasara de la independencia de facto a la de iure. Que Catalunya se separe de España y forme una Eslovenia del sur no traería muchas consecuencias a quienes no queden atrapados allí dentro. Seguramente cambiaría la filiación catalana al mercado español por una sumisión al mercado francés (idealizado como “mercado europeo”), lo cual daría satisfacción a los fanáticos. Al resto de los españoles les importaría poco, como hasta ahora, por mucho que algunos cabestros salieran a la calle en busca de automóviles catalanes para romperles los faros.
Tener un Portugal a la izquierda y otro a la derecha, ¿qué más da? ¿Habrá menos dinero para subvencionar a extremeños y andaluces? Ya espabilarán. Mientras tanto, la República de Catalunya se pondría a la cola de la Unión Europea a esperar turno. Un par de generaciones y a vivir. Más generaciones se sacrificaron en la URSS. Es cierto que quedarían dentro de esa República sobre un 60% de pre-catalanes que hablan en español, les gusta la zarzuela o van a los toros, pero ellos se lo han buscado. Su propia apatía les ha conducido a donde se encuentran. Así pasó con el partido Ciutadans, que comenzó con 90.000 votos y ha terminado haciéndose el haraquiri.

No habiendo ningún problema grave, ¿no se le podría pedir a Zapatero que, al socaire de la ruina económica, resuelva este asunto? Porque lo inmoral es la ambigüedad, la hipocresía, las medias tintas, las opresiones ocultas, el peronismo rampante, las represiones invisibles. ¿No sería conveniente acabar con este enojoso asunto y pasar a cosas más serias? Si lo hace bien, si lo vende como ha vendido todas sus trascendentales decisiones (la Alianza de Civilizaciones, sin ir más lejos), es incluso probable que los españoles le vuelvan a elegir, aún descontando los votos catalanes que, ¡helás!, se habrán ido para siempre a un paraíso fiscal. Por lo menos hasta que los mossos d’esquadra invadan Valencia.

domingo, 24 de mayo de 2009

LA ABSURDA ANTIPATÍA ADMINISTRATIVA A UNA LENGUA


La opinión de Carlos Herrera.

Algunas autoridades autonómicas despliegan una extraña ojeriza contra el idioma castellano que resulta, como poco, de difícil explicación. Como si el idioma fuese, por sí solo, culpable de alguno de los males que supuestamente han pasado en su imaginario personal, en determinadas comunidades autónomas se ha desplegado concienzudamente un estado oficial de antipatía administrativa por el idioma común. La reciente Ley de Educación aprobada en Cataluña corrobora lo antedicho. La política educativa del Gobierno balear, más o menos por el estilo. El desalojado Gobierno gallego anterior a la victoria de Núñez Feijoó, tres cuartos de lo mismo. Siempre con el PSOE de por medio, por cierto. El mismo PSOE, en cambio –mediante un pacto con el PP, evidentemente–, es el que en la Comunidad Autónoma Vasca ha equilibrado el ansia exterminadora del PNV y sus mariachis y ha garantizado una enseñanza en equilibrio. En las calles de Barcelona, Palma o Santiago se habla castellano con absoluta normalidad, se alterna esta lengua con la que se considera propia –todas ellas muy similares– y se crea un espacio común de convivencia que la ciudadanía desarrolla con perfecta normalidad desde hace tantos años como existe el habla. ¿Por qué ese empeño, pues, en estigmatizar el uso de una lengua que es propia desde el momento que es usada por, al menos, la mitad de la población?

La lectura de las principales disposiciones de la ley catalana sorprende por su contumacia en disponer del catalán en todos los ámbitos de la vida estudiantil. Resulta esperanzador tan sólo que la enseñanza del castellano sea impartida en castellano, que a punto estuvieron de evitarlo; el inglés, parece, tendrá el mismo o mayor número de horas a la semana. Las autoridades catalanas entienden que los niños llegan al colegio con el castellano aprendido de casa: «Eso ya lo hablas con tu papá, nene, que es de Badajoz y así lo aprendes tranquilamente». En la escuela se vigilará que todo, absolutamente todo, sea en catalán. Comprensible que se pretenda que el uso del catalán, de considerarse tan mayoritario como único en un futuro, se corresponda con un dominio absoluto por parte de los hombres y las mujeres del mañana, pero ¿hasta el punto de inculcar al alumnado una especie de menosprecio institucional por una lengua que tendrán que utilizar con más frecuencia de la deseable para las autoridades? ¿O creen de verdad que lo que espera dentro de cien años es una arcadia aparte en la que catalanes y baleares no tengan que relacionarse en absoluto con el resto de los españoles? ¿Tal vez esperan que sus negocios con los aragoneses se realicen en inglés?

Batallar contra el castellano es una labor absurda: guste más o menos, su salud y vigor social están en expansión. Se entienden prioridades idiomáticas, incluso el uso vehicular de una lengua por encima de la otra –castellano, gallego y catalán son tan semejantes que pasar de una a otra no debe suponer ningún sacrificio lingüístico–, pero inculcar ojerizas normativas sólo lleva a sus impulsores al ridículo. La gente, lo admita con más o menos disgusto, hablará lo que quiera, aunque el uso de un idioma concreto sea imprescindible para relacionarse con la Administración. Y lo hará por muchos comisarios que le pongan sobre el hombro. Sólo que no dotarán a varias generaciones de ciudadanos de un arma estratégica de primer orden: hablar castellano tan sumamente bien como hablan gallego, vasco o catalán. Los jóvenes que viven en esas comunidades deben hablar esos idiomas a la perfección –no encontrarán en este articulista a alguien que crea menor el conocimiento de esas lenguas, antes al contrario–, pero no es bueno que vayan a conocer el castellano a través de Gran Hermano o de Operación Triunfo. Los odios a los idiomas se pagan muy caros a largo plazo. Díganmelo a mí, que no sé escribir bien el catalán debido a que, en mi edad de escuela, también lo aprendí en la calle.

jueves, 21 de mayo de 2009

Inseguridad ciudadana


La opinión de José Manuel García Bravo, Concejal de C´s en Sant Andreu de la Barca.



Hace algo más de año y medio que el Ayuntamiento de Sant Andreu de la Barca firmó un convenio con la Generalitat de Catalunya para la colaboración entre Policía Local y Mossos d´Esquadra, tras el repliegue de la Guardia Civil de nuestro municipio. Era un convenio obligado y necesario tras la asunción de competencias en materia de seguridad ciudadana por parte de la Generalitat.

Sin embargo a la vista del convenio que se nos presentó en pleno era evidente que los problemas surgirían, por ello Ciutadans votó en contra de su redactado. Advertíamos que era un convenio vacío, que únicamente recogía una declaración de intenciones en base al marco legislativo de actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En ningún momento se contemplaba en el convenio un número de patrullas de Mossos d´Esquadra que garantizasen mínimos de presencia policial continuada en nuestro municipio.

A la vista de los datos publicados en la web del ayuntamiento, donde se recogen las memorias de la policía local de los años 2007 y 2008, se puede concluir que se ha producido un incremento del 200% en cuanto a los delitos cometidos en nuestro municipio, algunos de ellos con gran violencia. Asimismo se han incrementado en un 40% las diligencias instruidas por nuestra policía local. Supongo que no tendremos que recordar que los Mossos d´Esquadra se desplegaron en nuestro municipio a finales del año 2007.

¿Este incremento de la delincuencia es culpa de la policía local de nuestro municipio? Ciutadans entiende que no, ya que la plantilla de policías locales de nuestro municipio se encuentra en media por debajo de la catalana y de la recomendación del Comité de Seguridad de la Unión Europea. Sant Andreu de la Barca tiene el dudoso honor de ser uno de los municipios del Baix Llobregat con menor plantilla de policía local por habitante y por tanto podemos concluir que se encuentran desbordados.

Ciutadans considera que este problema es básicamente político y de concepción del modelo de seguridad.

Político básicamente por la cerrazón del ayuntamiento encabezado por el PSC en no incrementar la plantilla de policía local, lo que dificulta la labor de este colectivo.

En cuanto al concepto de modelo de seguridad propuesto por la Generalitat observamos dos deficiencias. Una es el empecinamiento en llevar a cabo el despliegue de los Mossos d´Esquadra por toda Catalunya sin el número suficiente de efectivos que garantice una adecuada protección de los ciudadanos. La segunda se refiere al modelo de seguridad ciudadana que se basa en la reacción ante el delito sin tener en cuenta la prevención. La regla de oro de la seguridad ciudadana es a mayor presencia policial, da igual el color del uniforme, menor delincuencia.

Por cierto, mi reconocimiento para la labor desarrollada por todos los cuerpos policiales, a pesar de nuestros políticos y de los escasos recursos tanto humanos como materiales que se destinan.

martes, 19 de mayo de 2009

Diminutivos


Sabino Méndez en La Razón.


Los impacientes poderes económicos que mandan mi vida me dicen que ya está bien de jugar la carta de corresponsal para pegarme unas vacaciones en Galicia y me veo obligado a despedirme de la región. Echaré particularmente de menos a un nuevo amigo que he hecho: un gallego de ida y vuelta que trabajó de sereno cerca del Congreso el 23-F.
Este hombre estaba presente, en efecto, el día en que esa respetable institución fue escandalosamente asaltada pero habla de ello como de una ocasión fuertemente jocosa. Eso me hace pensar que desprecia a los diputados y a la democracia en general, pero él me corrige. Respeta a la democracia, dice, porque es el sistema menos malo que hemos encontrado para que unos hombres ejerzan su dominio sobre otros. Pero intenta hacerme comprender que la democracia es un sistema y nuestros congresistas lo que son es humanos. Y no se puede comparar, ni poner al mismo nivel, ni tratar con los mismos métodos de análisis a un sistema abstracto que a seres humanos concretos. Le comento que eso que dice es epistemología pura. Me replica que de nuevas tecnologías no entiende pero que actualmente nuestra política es un lugar dónde se encuentra lo mejor y lo peor: hay gente sacrificadísima de enorme talento y, a la vez, trepas repugnantes que sólo buscan montárselo. En la política española, como en su revuelto mar de Finisterre, sólo la hez y la crema flotan mientras que el esforzado resto se pierde por los fondos.
Este hombre que, a sus casi ochenta años, afronta aún el mundo con vigor y combatividad, lo que verdaderamente desprecia es el uso zumbón de los diminutivos para designar a los gallegos. Le parece que eso se hace para empequeñecerlos, para disminuir su valía. Y cree que eso no es jugar limpio. Porque al final, dice, los gallegos terminan siempre mandando y todos los demás obedecen.

sábado, 16 de mayo de 2009

El cambio emocional


Iñaki Ezquerra en La Razón.


Me topo estos días con gente que me dice eso de “a ver, a ver lo que pasa en el País Vasco”, “no me fío nada de ese pacto…” Lo que no sabe esa gente es que ya ha empezado a producirse el cambio más difícil de todos y también el más importante, el que va más lejos de las instituciones y los departamentos de Educación o Interior, y que es “el cambio emocional”; un cambio que consiste en liberarse de la obligación de ejercer de vascos para todo, hasta para ir al bar y sobre todo para ir al bar, en decir en voz alta lo que se piensa a los amigos, los compañeros del trabajo y los parientes; en comenzar a confesar lo inconfesable, a explicarles a los hijos las mentiras que les dijeron para que no tuvieran problemas en el colegio y se adaptaran al régimen, como hicieron con ellos las anteriores generaciones durante el franquismo. Un cambio imparable, porque una vez que se ha iniciado ya no hay quien lo detenga. ¡Claro que va a tener éxito el cambio en Euskadi, por más que le moleste al PNV y se notara en el Debate sobre el estado de la Nación! No hay miedo a sublevaciones. Nunca hubo una Revolución de oficinistas, funcionarios y estómagos agradecidos.

La gente ha tragado tanto en el País Vasco que no sabe ya ni lo que ha tragado, y lo va a descubrir ahora. Se ha roto el tabú y el PNV reacciona como el padre de aquel artículo famoso de Manuel Vicent que le gritaba a su hija pasota: “Aparta tus sucias manos de Mozart”. Lo que el PNV le está diciendo a Patxi López es “aparta tus sucias manos de la Lehendakaritza”. Pero resulta necesaria y pedagógica esa escenificación, el cabreo maleducado de Ibarretxe, el llanto de las emakumes en el hemiciclo, las legañas del insomnio y las caras de devuelto; esa emocionante cura de humildad democrática que el mundo nacionalista está viviendo estos días. El que no ve la trascendencia que tiene eso y lo que contiene de irrevocable es que está ciego.

Sí, es verdad que las fotos aquellas de la cúpula del socialismo vasco con Otegi y de Gemma Zabaleta con Jone Goiricelaia están demasiado cercanas como para olvidarlas. Pero también es cierto que Patxi López podía haber ido por un camino más facilón que no contrariara la política autonómica de su señorito y no lo ha hecho, y esa apuesta por el cambio en el País Vasco ha tenido para el propio Zapatero el caro precio de su soledad, que quedó sobradamente representada por el chaparrón que recibió anteayer de Josu Erkoreka y que dejó cortas las impecables intervenciones de Rajoy. Uno puede suscribir todas las palabras de este último, pero eso no le impide reparar en que la primera prueba dura que acaba de superar el cambio vasco no ha tenido lugar en la Cámara de Vitoria sino en el Congreso de los Diputados. La primera prueba fue ese Zapatero teniendo que oír el “quo vadis” de Erkoreka. De bien nacidos es ser agradecidos y yo, como vasco, agradezco a los socialistas el mal trago que pasaron solos anteayer. Acaba de superar, como digo, la primera prueba un cambio cuyos verdaderos enemigos no están en Euskadi sino en Madrid. Porque después de ver esa sesión, los que siguen diciendo “a ver, a ver que pasa en el País Vasco, no me fío…” a mí me dan más miedo que los nacionalistas.

jueves, 14 de mayo de 2009

La abeja Maya


Manuel Martín Ferrand en ABC


NO es cierto que el mosaico español se componga con diecisiete únicas teselas, tantas como Autonomías. Es un mosaico de más de cuarenta millones de piezas, una por ciudadano. Para que todo resulte más complejo, la figura resultante no se ajusta a un único modelo. No es como un puzle que reproduzca La rendición de Breda, pongamos por caso, sino que, como en la vida misma, hay de todo y en distintas proporciones en esa figura final de la Nación. Así se entiende que nunca se entienda nada.
El sistema electoral en beneficio de la partitocracia imperante, difumina la condición representativa del Congreso y, tras un Debate sobre el Estado de la Nación, sólo puede decirse con rigor que en él se escucharon ruidos procedentes de la realidad; pero que, en puridad, ni fue un debate ni se refirió al Estado y que de la Nación sólo se abordaron algunos, y no los mayores, de sus problemas económicos. Una mixtificación en la que cooperaron, con entusiasmo, todas las voces intervinientes en la Cámara. Sólo las minorías nacionalistas le pusieron un puntito de diversidad al espectáculo cuando, en ceremonia clientelista, cada uno de sus representantes le preguntó al presidente del Gobierno: «¿Qué hay de lo nuestro?».
Si aceptamos el principio democrático de que no es un Parlamento una sala repleta de diputados si en ella no se abordan con diáfana claridad los asuntos que interesan a los ciudadanos, el palacio de la Carrera de San Jerónimo es sólo un monumento del catálogo arquitectónico de Madrid. Como el Teatro Real o el de la Comedia. Un espacio para la representación de una parodia. Así actúan un protagonista cuyo final feliz está determinado por el argumento convenido, un antagonista a la espera de un cambio de papeles y unos agonistas más que le prestan a la función un cierto aire plural. Ni tan siquiera hay lugar para el happening. Los actores llevan escritos y aprendidos hasta los insultos que dirigirán a sus interlocutores en respuesta a los que ellos pueden llegar a decirles. Un fraude.
Ayer seguí por La 2 el último tramo del Debate y al final, me pudieron el sopor y el aburrimiento. Desperté cuando la programación ofrecía un episodio de La abeja Maya, la popular serie japonesa para niños. La voz de la dobladora española de Maya, Matilde Vilariño, me resultó más real y próxima, muchísimo más fiable, que las de Zapatero, Rajoy y demás actores de la representación.

lunes, 11 de mayo de 2009

La triste verdad catalana


José García Domínguez en Libertad Digital.

A propósito del muy tedioso asunto de las lenguas propias e impropias de Cataluña, hay una evidencia que no puede seguir negándose por más tiempo: la complicidad activa de la sociedad local ante la fulminante expulsión del español de la vida pública. A estas alturas del delirio colectivo, iría siendo hora ya de olvidar la fantasía pueril que aún pretende a una mayoría de catalanes buenos oprimidos y amordazados por una siniestra y todopoderosa elite de nacionalistas malos.

Así, desde la honestidad intelectual, no cabe seguir esgrimiendo, por ejemplo, que los enunciados críticos de los disidentes resultan censurados antes de poder llegar a sus cándidos y "alienados" destinatarios últimos. Eso, simplemente, no es cierto. Sí llegan. Claro que sí. Un notable grupo de intelectuales y periodistas indígenas lleva años difundiendo razonamientos contrarios al obsesivo acoso institucional contra el y lo español en Cataluña. Resultado: en el mejor de los casos, fría indiferencia; en el más frecuente y habitual, hostilidad abierta, repulsa activa y rechazo manifiesto, cuando no violencia latente. Es peor que sórdido, pero es la verdad.

Ahora, con esa solución final para el idioma apestado que han dado en llamar Ley de Educación de Cataluña, ha vuelto a constatarse lo mil veces sabido: las muestras de repudio frente al integrismo gramático siguen siendo estrictamente testimoniales, poco más que marginales; al punto de que ni siquiera pierde excesivo tiempo con la cuestión esa pasarela de jóvenes sobradamente arribistas que se coló en Ciudadanos con tal de hacer carrera donde fuera, como fuera y con quien fuera. Y pensar que basta con entender apenas un párrafo de Argumentos para el bilingüismo, el libro de Jesús Royo Arpón, para descifrar de golpe las claves todas del nada misterioso enigma catalán:

[A mediados del siglo XIX] La lengua, que estaba en las últimas y a punto de ser abandonada como un trasto inútil, de repente se tornó muy útil: funcionó como marca diferencial entre los nativos y los forasteros. Y eso, evidentemente, tenía consecuencias en cuanto al reparto de los bienes sociales, o sea, del poder (...) Los que tienen el catalán como lengua materna lo valoran como una marca entre ‘nosotros’ y ‘ellos’. Y el inmigrante lo valora aún más, como el medio para ascender un peldaño en la escala social.

Y es que la verdad resulta tan míseramente simple como eso.

domingo, 10 de mayo de 2009

La penúltima salida de Arzalluz


Una columna de Juan José López Burniol en El Periódico de Catalunya:


"Esto no se puede tolerar y, si continuamos así, habrá una rebelión", dijo tonante Xabier Arzalluz el día antes de la investidura de Patxi López como lendakari. Añadiendo que, ante "el acoso del PSOE y el PP" al nacionalismo vasco, con vulneración --según él-- de los "mínimos democráticos", el PNV "se debe plantear no participar en unas elecciones españolas". Concluyó tajante: si PP y PSE "continúan por este camino, no tendremos más remedio que plantarnos", lo que abocaría a un "escenario de confrontación total con el Estado".
Ante una declaración tan extrema, ¿qué posición pueden adoptar los ciudadanos españoles? E incluyo entre ellos a cuantos --como yo mismo-- nos hemos manifestado en contra de la ley de partidos por ser --de hecho-- una ley singular que, además, no era necesaria, ya que bastaba con la aplicación estricta de la ley ordinaria. Dos son, en principio, las opciones: una, callarse y dejar a Arzalluz por imposible, por el hastío infinito que provoca el tema vasco, destacado hace poco por Iñaki Gabilondo. Otra, responder a Arzalluz en sus mismos términos: que, para acoso, el que sufren --hasta el extremo-- los militantes socialistas y populares; que los mínimos democráticos --fijados no solo por leyes-- los viene vulnerando él en persona con su actitud constante; y que, si los nacionalistas vascos quieren romper de una vez con España, que lo digan en corto y por derecho.
Pero, quizá, antes de tomar una decisión drástica convendría que unos y otros nos diésemos una moratoria de tres o cuatro años para echar cuentas y ponderar con detalle cuál es la aportación de Euskadi al Estado --el famoso e incógnito cupo-- y cuál el importe de las prestaciones que Euskadi recibe año tras año del Estado. Quizá resulte que, en este lance, los españoles asumimos el penoso papel del lamentable marido que --según una genial frase catalana-- era cornut i pagava el beure. Esto es, era cornudo y ade-
más pagaba el gasto. Todo un poema.
Hay que hacer, por ello, lo mismo que hacen las parejas que ya no se quieren: mirar bien los números antes de divorciarse. Por si acaso no cuadran.

sábado, 9 de mayo de 2009

La rebelión del idioma


Manuel Martín Ferrand en ABC.


TREINTA años de uso y abuso han dejado la Constitución del 78 hecha unos zorros. No hay más que verla, pobrecita, vaciada del espíritu que la alentó y convertida en un mero recurso retórico para el poder central del Estado. Su Título VIII, tan voluntarioso como ambiguo, ha sido la mecha provocadora de una explosión que ha conseguido vaciar de contenidos un Estado muchas veces centenario y sin consistencia a toda una vieja Nación. Para mayor paradoja, una de las instituciones que más ha contribuido a que así sea, a que la Constitución se convierta en referencia vaga y a que salten sobre ella, y la despiecen, los Estatutos de Autonomía que rompen muchos de los supuestos de la unidad del Estado, es el Tribunal Constitucional.
Estoy pensando en la próxima Ley de Educación de Cataluña que acaba de aprobar la Comisión correspondiente del Parlament. Es el gran fruto de un Govern tripartito y disparatado que, con un cordobés como president y al amparo de una de las muchas zapateradas que ya padecemos, sacó adelante un nuevo Estatut, en vigor, que tres años después de su refrendo por uno de cada tres catalanes, todavía no ha merecido la valoración del TC. Una Ley totalmente rompedora con la letra y el espíritu constitucionales, que establecen que el catalán es «la lengua propia» de Cataluña y que debe ser «la única vehicular» en la enseñanza. Nada de bilingüismo. Nada de idiomas co-oficiales. El castellano, tras la votación del mes próximo en el Parlament, será en Cataluña un poco menos que el francés, como el inglés: un idioma «extranjero».
Abrumados por las crisis económicas que padecemos y ante el creciente y doloroso problema del paro, no reparamos con la suficiente intensidad en los problemas que, fecundados por el germen confederal de José Luis Rodríguez Zapatero, están resquebrajando el Estado. Cataluña, con la complicidad, activa o pasiva, del Constitucional, en donde parecen esperar que el tiempo alivie los problemas que ellos no quieren abordar con la diligencia debida, se establece por su cuenta en la educación de sus ciudadanos y rompe con el principio del castellano como idioma oficial de España. Es todo un cataclismo previsible y no previsto que pone en evidencia, además de la deslealtad constitucional de la Generalitat, la irresponsable incapacidad del Gobierno de España y del tan pomposo como innecesario Tribunal Constitucional.

jueves, 7 de mayo de 2009

Los reflujos soberanistas.


Valentí Puig en ABC.

Es en múltiples frentes que el soberanismo retrocede, en parte porque la recesión económica absorbe energías y focaliza la inquietud, pero sobre todo por un reflujo verificable del nacionalismo periférico. El adiós de Ibarretxe tras décadas del PNV en el poder tuvo mucho de gesticulación crispada, de abandono tosco del poder al tener que asumir una grieta en la quilla soberanista después de anunciar diversos planes secesionistas con consulta popular. Hubo quien ya diera por imposible el reflujo, deduciendo del imponente flujo centrífugo de hace unos años, con el auge de la alianza del zapaterismo con los soberanistas y el segundo estatuto catalán, que España estaba definitivamente rota. En estas materias, un cierto fatalismo de la derecha a menudo ha dificultado los diagnósticos por verlo todo en blanco o negro. Ciertamente, el detonador había sido zapaterista.

Por contraste con el patriotismo fatalista, lo que ha pasado es que el PP regresó al poder en Galicia, desactivando la coyuntura del PSOE-BNG, el socialista Patxi López es «lehendakari» con los votos del PP y en Cataluña la clase política ya no sabe exactamente cuál es la salida del «impasse» formado al centrarlo todo en torno a la financiación autonómica sin valorar el abstencionismo galopante de la sociedad catalana. A la espera de una sentencia del Tribunal Constitucional sobre el «Estatut», tanto el gobierno de Montilla como el mundo nacionalista se muestran en fase casi catatónica, cercana al deterioro de las constantes vitales. ¿En qué medida una u otra sentencia afectará al comportamiento de la sociedad catalana?
El descontento de CiU con Zapatero ha sido formulado de modo reiterativo y gráfico. En ERC el despedazamiento interno es bárbaro. La Convergencia más soberanista espera que un cismático de ERC, el ex «conseller» Joan Carretero, forme grupúsculo y llame a la puerta de la casa madre de lo que fue el pujolismo. En Unió Democrática y el mundo empresarial catalán no pocos preferirían una reedición de los pactos del Majestic, tan prácticos y favorables en su momento. Es cierto que Artur Mas firmó ante notario que no pactaría con el PP, pero nunca digas nunca. Cambiar el testamento también se hace ante notario. Rajoy pisa Cataluña con frecuencia. Ahí el menor avance electoral ya significa algo.

Con la crisis económica, se agota el balón de oxígeno al que el zapaterismo recurrió para contribuir al deterioro del modelo territorial del Estado de 1978. De haberse consolidado un desbordamiento fragmentador, la dosis de determinismo histórico que configura el destino de los nacionalismos hubiese sido mucho mayor. Según las teorías de la complejidad, las sociedades se hacen más complejas en la medida en que intentan solventar más problemas. En España, sabemos ya que querer trastocar el modelo territorial exacerba la confrontación política, pone en riesgo la unidad de mercado, incrementa la litigación institucional y merma la cohesión general: mayor complejidad, y menor posibilidad de solución, menos horizonte en común.

Los conflictos que se enquistan alejan «per se» la transacción equilibradora. Con flujos soberanistas, el mejor de los ajustes -como la Constitución de 1978- se ve secuenciado por nuevos desajustes, a veces de la forma más inesperada o ya sea de modo previsible. Esa ha sido una de las aventuras más desventuradas del zapaterismo. Con el reflujo, un elemento reflexivo compartido sería higiénico. A lo mejor entraríamos paulatinamente en algo distinto.

lunes, 4 de mayo de 2009

Paradojas


La opinión del diputado de C´s, José Domingo.

El proyecto de Ley de Educación de Cataluña pronto se convertirá en Ley. El acuerdo transversal entre el PSC y ERC con CiU parece ser que ha dejado fuera de juego a ICV-Els Verds-EUiA al permitir que los conciertos educativos alcancen a colegios en los que se permite la educación diferenciada por sexos. Es paradójico que las razones que aducen los defensores de los conciertos educativos tienen relación con la libertad de elección. Es más, han llegado a escribir que “es de sentido común que los padres puedan escoger la enseñanza que quieren para sus hijos” y han criticado “el sectarismo de aquellas formaciones que buscan imponer sus decisiones en aras de una uniformidad perfecta, sin matices, sin libertad individual”. Para ellos, no sería de recibo una ley que negará a las familias la libertad de elegir y a los centros privados la libertad de ideario propio.

Los partidarios de la libertad de elección de enseñanza son los mismos que apoyan la uniformidad lingüística en la escuela en torno a una única lengua, la catalana, y aprietan el gaznate -hasta llegar al ahogo- de los alumnos, padres y profesores con un modelo lingüístico sectario y asfixiante que reduce a un único curso, el de inicio de la primera enseñanza, y mediante el modelo de atención lingüística individualizada –puro totalitarismo- a aquellos padres que quieran que sus hijos sean educados en castellano.

No deja de tener también su qué que el impulsor de estas medidas, destinadas a blindar en una ley la inmersión lingüística para evitar sustos judiciales, sea un cordobés de lengua materna castellana. Después los nacionalistas tienen el descaro de aplicar el cuento del “autoodio” a todos aquellos que se apartan de los designios de la tribu.

Las Mondas


Un artículo de David Trueba.


Nadie ignora que la vida de los políticos es cruel. Están los espiados por sus propios compañeros de partido o los que saben que su patrón roba, recibe prebendas y es un corrupto y aun así callan por errónea fidelidad o a la espera del premio particular que compense su mal cuerpo. Luego está lo transitorio de su oficio. En la reciente renovación de ministros del gobierno de Zapatero ha habido estampas trágicas. El responsable de Cultura fue descabezado mientras estaba de visita oficial en el Museo Egipcio de El Cairo y no debió de sentirse muy distante de la momia de Sennedjem, embalsamada para la eternidad. Otro estaba recogiendo a su hijo para irse de vacaciones de Semana Santa cuando le anunciaron el retiro forzoso, es decir, las vacaciones no serían un paréntesis, sino un estado permanente. Y así me imagino la ristra de ceses y nombramientos, convertida la política en una especie de montaña rusa emocional donde uno nunca lleva los mandos de la nave. A los nuevos ministros los recibe un rastreo minucioso de su pasado y aquí te espero amenazante. Leí a un literato de éxito culparles de que en cuanto se suben a un coche oficial pierden el contacto con la realidad, pero supongo que pierden ese contacto tan útil igual que un escritor que gana premios millonarios y ya no pisa la calle si no es para dar conferencias bien remuneradas: la paja en el ojo ajeno. Pero quizá la salida más jugosa es la del ministro de Economiía, Pedro Solbes, que ha sido ministro en varias legislaturas, comisario europeo, responsable casi continuo de las políticas económicas de nuestro entorno. Se lo lleva por delante la crisis, la misma crisis que él, como buen Pedro, negó tres veces, la maldita crisis que él sabe muy bien que no es tal crisis sino una limpieza brutal de residuos malsanos, que castiga al humilde con más virulencia que al poderoso. No creo que haya nadie que dude del conocimiento de Solbes sobre la materia económica. Y sin embargo los sabios de cada día, tertulianos y articulistas, expertos y aficionados, los mismos que tampoco supieron ni predecir ni prevenir la que se nos venía encima, le han clavado, en la caída, todo tipo de puñales. Lo han llamado pasivo, achacoso, superado, falto de iniciativa. A lo mejor Solbes sabe que nada puede hacerse, que todo el endeudamiento es parchear el enorme agujero contable. Lo que está claro es que para la vida política ya era alguien amortizado, por más que tuviera ese aire de sabio taciturno que seguramente duerme a su nieta recitándole las comparativas del Producto Interior Bruto de los países de la zona euro.

Ahora es sólo la monda de un fruto exprimido. Y casi nadie se acuerda de que ganó las pasadas elecciones generales en un debate televisado contra el superfichaje económico del partido conservador. Allí acudió Solbes sin asesores de imagen, vencido de antemano por el carácter triunfador y desacomplejado de su oponente, un tiburón de los negocios multimillonario y agresivo. Solbes unió a su tripita y su barba cana, a su voz monótona y cansada, un ojo a la virulé, con el párpado caído: la viva estampa del desastre fotogénico; y sin embargo venció, arrasó. Pero el zumo de la política ya lo ha exprimido hasta la última gota. Los recién nombrados no han de olvidar que mañana también serán mondas del poder.

domingo, 3 de mayo de 2009

Morriña


La opinión de Sabino Méndez en La Razón.

Comentábamos la semana pasada como, ya hace años, el escritor Julio Camba se quejaba de que a los gallegos como él se les suponía de antemano un carácter triste y taciturno. Un gallego alegre que tuviera algo de amor propio se veía obligado, pues, a pasarse la vida demostrando sus capacidades humorísticas mientras que un andaluz espabilado de la misma talla y peso, por el mero hecho de hablar aspirando las eses, obtenía el beneficio de ser considerado ya de entrada de un gracejo tronchante. Eso no lo veía justo y, ahora que estoy en esta región, a mí tampoco me lo parece. Pero entiendo que ese tópico no es más que otra de las excusas prefabricadas para perpetuar el eterno conflicto territorial de nuestra península. Esos estereotipos tienen varias caras. Según se les quiera tratar bien o mal, los gallegos serán tristes o reflexivos, los catalanes ahorradores o tacaños, los vascos nobles o brutos, los castellanos austeros o crueles, los andaluces alegres o vagos.
¿En serio queda alguien que todavía se crea estas memeces? Porque luego resulta que llorones, vagos, avaros, brutos y crueles encontramos en la misma exacta proporción por todas partes de la península. El conflicto territorial si sigue eternamente es porque las élites de la provincia necesitan colocar a los hijos en puestos bien pagados aunque no hagan gran cosa o su nivel sea discutible. La excusa será cualquiera: a veces la lengua, el agua, los incendios forestales, los tópicos de los que estamos hablando o lo que sea. Lo importante es que el conflicto territorial entre regiones siga, no vayan a derrumbarse un montón de puestos de trabajo financiados con dinero público: toda una industria retórica basada en convencer al crédulo de que los locales lo defenderán mejor. Y ese derrumbe sí que iba a provocar una gran morriña en muchas cuentas corrientes particulares.

sábado, 2 de mayo de 2009

Investigación rigurosa y fina en Cádiz.


Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.

Siempre que se abate sobre el mundo una crisis, los cráneos científicos buscamos un lugar donde constatar con rigor los datos que se publicitan y politizan. La vez anterior trabajé sobre Sanlúcar de Barrameda, de manera que ahora me voy a Cádiz. Solo en lugares como esa milenaria península, castigada por las finanzas y relegada de la caridad autonómica, se puede medir el grado de espanto y horror de la crisis. Puedo adelantar que el consumo de langostinos ha subido un 85% en los últimos dos meses, y el de manzanilla, un 73%.
Es jueves: los bares, tabernas y figones están a rebosar, los restaurantes elegantes, más. Me acerco a la calle Columela, el banco de datos más denso de la ciudad porque concentra el negocio refitolero tipo Armani, pero no puedo entrar. Es una corredera de unos tres metros de ancho, pero desde las cuatro de la tarde está tomada por la población toda de Cádiz. Con hegemonía de las madres de cochecito. Cuento en media hora 94 cochecitos en feroz competencia con los manteros que extienden su producto (tan nocivo para la ministra) sin compadecerse de las jóvenes madres. Los atascos son fenomenales.
Recojo datos con Perico, de la Asociación Qultura y, según vemos, el pueblo gaditano ha elegido una senda feliz para luchar contra la crisis: gastar más. Los 100 langostinos extra sirven para que el tabernero se compre zapatos, el zapatero una moto, el gasolinero un pantalón, y así sucesivamente. La crisis, allí, ha sido detenida.
Para verificarlo, me voy en barco al Puerto de Santa María, lugar muy pavorosamente castigado por la crisis. Todo en orden: el consumo de langostinos, según constato en los cocederos, es superior al de Cádiz. Regreso feliz. Mañana podré explicar a Zapatero o quizá a Carla cómo hay que apañarse para salir de la crisis. Desde el barco veo relumbres blancos de alas como hoces: son los charranes lanzándose en picado sobre las aguas, de las que emergen con un boquerón en el pico. En este pasmoso lugar, la Gran Madre Inagotable ha adiestrado a todos sus hijos en la lucha por el pescaíto.

viernes, 1 de mayo de 2009

La mudanza de Ibarretxe


Iñaki Ezquerra en La Razón.

La prensa del corazón se encargó muy bien en su día de seguir todos los morbosos pormenores de la mudanza de la infanta Elena y de Iñaki Urdangarín a su domicilio de Barcelona, pero no tiene la menor intención de inmortalizar el trasieguillo de muebles y enseres que ahora se van a traer el Lehendakari de Estella y consorte de Ajuria Enea a la furgoneta de Transportes Llodio que se los llevará levantando polvo a las afueras del poder. Lo primero que va salir de ese palacio va a ser la bici. Qué no daría uno por ver a Ibarretxe con esa bici a cuestas en la que nos quería subir a todos para tirarse cuesta abajo y sin frenos por la pendiente del Libre Estado Asociado. A Ibarretxe, como a Ardanza, le gustaba repetir mucho eso de «los que ponen palos en las ruedas del país». Pero cuando la bicicleta del poder se desboca y no hay manera de frenarla ni pegando la suela del zapato al tubular; cuando vamos todos subidos en ella y nos vamos a estrellar o a precipitar por un barranco hay que meter entre los radios palos o lo que sea. El palo en las ruedas es una figura condenable cuando el velocípedo al que pretende detener nos lleva por un camino de bonanza, prosperidad y felicidad. Pero cuando se trata de la bici de Ibarretxe con las que nos íbamos a despeñar todos hay que meter entre los radios palos, estacas y pinos enteros. De esa sensata conclusión salió el nombre de esta sección. «El palo en las ruedas», sí, por supuesto, ayer, ahora y siempre si lo que está rodando y tomando temeraria velocidad es el dislate político, el desafío al Estado de Derecho, el terrorismo o la legitimación de quien lo practica. Pero a lo que vamos, al camión de mudanzas presidencial. Lo primero que saldrá de Ajuria Enea es la bici dichosa y después el disfraz de Napoleón de manicomio que heredó de José Antonio Aguirre (alias Napoleontxu) y, acto seguido, la bodega de chacolíes y de pacharanes así como el secador con el que se hace ese flequillo tan sugerente de Fray Gerundio de Campazas y el espejito mágico que Arzalluz le robó a la misma bruja de Blancanieves en persona para que le dijera a su pupilo que era el más guapo de todos los lehendakaris del mundo y que las cejas marcianas le quedaban hasta sexy. Adiós, Ibarretxe, adiós. Llévate en tu camión tu Pacto de Lizarra, tu Euskal Herria libre asociada, tu Euskal Telebista y tu Radio Euskadi neofranquistas, tus aguinaldos navideños para los familiares de ETA, tus manuales del euskera que aprendiste tarde y mal. Me temo que lo realmente difícil de introducir en esa furgoneta, lo más aparatoso y pesado va a ser tu referéndum porque se ha puesto más gordo que un capón de tanto atiborrarlo a pienso ideológico. Llévate, hombre, sí, tus orejas de Mr. Spock a otra Galaxia donde declarar una independentzia que no haga daño a nadie. Llévate también las alfombras mientras nosotros, todos los que una noche electoral y otra durante treinta años nos vimos en los salones bilbaínos del hotel Ercilla para llorar, para darnos el pésame por tu triunfo y los de tus antecesores, te despedimos sin rencor con la manita y nos quedamos perplejos cuando comprobamos que de pronto se empieza a elevar del suelo tu camioneta de mudanzas y a mudarse en efecto y desaparece en el cielo como un ovni.