miércoles, 16 de febrero de 2011

La vida eterna


La situación democráticamente inadmisible llega a su colmo en países como España, donde el Gobierno -socialista, para mayor deshonra- admite la instrucción religiosa a modo de asignatura puntuable e impartida por profesores elegidos y cesados (frecuentemente a causa de supuestas razones morales: divorcio, etc.) por el obispado... aunque estén pagados por el erario público. A veces, para quebrar el monopolio de las iglesias mayoritarias en el campo educativo (católicas o protestantes en los países europeos), se propone la medida de costear oficialmente la formación en otras crencias. Amartya Sen ha señalado bien lo insatisfactorio de esta medida, tomada en la Inglaterra de Tony Blair: "En vez de reducir las escuelas financiadas por el Estado basadas en creencias religiosas, añadir en cambio otras -escuelas musulmanas, escuelas hindúes o escuelas chiitas- a las preexistentes escuelas cristianas, puede tener el efecto de reducir el papel del razonamiento que los niños deben tener la oportunidad de cultivar y usar. Y esto sucede en la época en que más se necesita ampliar el entendimiento de otra gente y otros grupos, y cuando la habilidad para emprender la toma razonada de decisiones es de particular importancia". No necesitamos escuelas para formar creyentes: florecen casi espontáneamente y siempre habrá más de los que quisiera la cordura; las necesitamos para formar seres pensantes, autónomos y críticos, de los que hay permanente carestía.

FERNANDO SAVATER, La vida eterna.

sábado, 5 de febrero de 2011

El pensamiento desordenado



Es posible que la mala calidad de la política, la incapacidad para el debate de altura, la parvedad de los argumentos, la inconsistencia de las convicciones tengan causas sociológicas estructurales y estén ligadas a nuestra historia ¿aquí la política se desprestigió en las dictaduras¿ y a un modelo de partidos que, vinculado a un mejorable sistema electoral, fomenta la docilidad y el clientelismo e impide la circulación de las élites. Sin embargo, sería deseable que la clase intelectual se implicase más en la denuncia de la mediocridad, aportara materia para el debate, ordenara el pensamiento ¿que nace de la libertad¿ y sirviera de acicate a una excelencia necesaria que no se atisba por parte alguna.