sábado, 29 de diciembre de 2012

sábado, 10 de noviembre de 2012

jueves, 25 de octubre de 2012

La secesión de Cataluña y la política de la mentira

La opinión de Carlos Martínez Gorriarán.  
                                                                                                                                                                                     El refrán avisa de que para el perro flaco todo son pulgas; España es ahora un perro escuálido y todas las pulgas están de fiesta. Así el separatismo, ese estadio último del nacionalismo, emplea la crisis como oportuno combustible para su hoguera. Es un discurso simplón, narcisista y falaz y, por tanto, seductor: formar parte de España es una desgracia que nos hace sufrir una crisis que no merecemos (somos inocentes de la mala gestión propia); si fuéramos un Estado independiente superaríamos la crisis manteniendo nuestro elevado nivel de vida (pues no somos unos vagos subvencionados); ha llegado la hora de romper con España para recuperar nuestro dinero (que nos han robado para dárselo a los vagos). Eso es todo, y que Europa nos lo bendiga. Buena parte de la sociedad catalana recurre a este discurso tóxico para explicar todas sus tribulaciones efecto del mal gobierno propio, y este 11 de septiembre se ha manifestado en masa para hacerlo bien visible. Se trata de la secesión para conseguir privilegios, para decirlo claramente; justificarla invocando la defensa de la cultura, la identidad o la justicia intenta revestir de dignidad una ansiedad muy material. Es el prejuicio de que sin el famoso “déficit fiscal de Cataluña”, entendido como un robo, los catalanes podrían disfrutar de mayor bienestar sin pagar más impuestos, en una especie de actualización del milagro de los panes y los peces. Exactamente el mismo discurso que emplea ese populismo de los países europeos más ricos opuesto a cualquier clase de ayuda a sus socios comunitarios en dificultades, como los Verdaderos Finlandeses o el Partido de la Libertad holandés. Sólo la inmarcesible estupidez de la izquierda senil española sostiene que ese egoísmo ultranacionalista y eurofóbico sea fascismo en el norte de Europa y progresismo en Cataluña o el País Vasco. La única diferencia con los populistas nórdicos, aparente, es que el separatismo catalán reclama un Estado en Europa pretendiendo ignorar la dificultad de que entre en la Unión Europea un nuevo Estado surgido del desmembramiento de un Estado miembro, Caja de Pandora que el europeísmo democrático no puede admitir. Europa se ha construido con la renuncia al nacionalismo y la cesión de soberanía: mal encaje tendría un Estado nacionalista surgido de todo lo contrario. Se ha mentido a la sociedad catalana sobre este asunto, a fondo y adrede. Toda esta ansia de secesión se levanta sobre una montaña de mentiras: es falso que España robe a Cataluña, falso que la Comunidad Autónoma pague impuestos que sólo pagan ciudadanos y empresas, falso que el déficit de balanza fiscal tenga otra explicación que la transferencia de recursos de una región más desarrollada a otras que lo están menos, falso que Cataluña sea una nación salvo para el imaginario nacionalista, falso que una Cataluña eventualmente miembro de la Unión Europea se viera liberada de contribuir a los fondos comunitarios en proporción a su riqueza (irónicamente, el expolio de Cataluña continuaría igual o mayor, sólo que el dinero catalán pasaría por más manos antes de llegar de nuevo a Andalucía o Sicilia…) A diferencia del caso vasco, donde la violencia terrorista ha jugado un papel crucial, en el catalán el máximo mérito corresponde a la institucionalización de la mentira como discurso único. Pero la responsabilidad corresponde sobre todo a las fuerzas políticas tradicionales y a ciertas instituciones del Estado, como el Tribunal Constitucional. Nadie puede reprochar al nacionalismo que lo sea, pero sí a partidos como PP, PSOE o IU su total incapacidad para hacer frente a un proyecto destructivo del Estado democrático español. Lo que han conseguido con su actitud obsecuente y servil es convertir al nacionalismo en el modo ordinario de hacer política en España, y los propios PSOE y PP se han convertido en confederaciones de partidos regionales sin un proyecto común. Si los responsables de sostener el orden constitucional se lo toman a beneficio de inventario, ¿qué tiene de raro que lo hagan los separatistas? ¿Vamos a pedir a Mas lo que no se pide a Rajoy y Rubalcaba? Cierta corriente de opinión insiste en desdramatizar la secesión y pedir, en todo caso, que sea ordenada. ¡Como si el asunto dependiera de las formas y no de los objetivos! La cuestión de principio es si la secesión de una parte de un Estado democrático es o no democrática. Puede parecerlo si el procedimiento es pacífico, pero se trata de una apariencia: aunque sea mejor, ya puestos, que una secesión no sea físicamente violenta, la ruptura unilateral de una comunidad democrática, y eso es la secesión de una parte, viola la Constitución y actúa contra la igualdad y libertad ciudadanas. Pues el problema de la secesión es que una parte decide unilateralmente en lo que afecta a todos. Es una imposición bajo el chantaje de una rebelión violenta: la parte a la que se le impone la secesión queda privada de su derecho a decidir, que el nacionalismo sólo reconoce para sí mismo, y los ciudadanos no secesionistas, atrapados en la parte separada, quedan privados de su ciudadanía original, o si se niegan son convertidos en extranjeros en su propio país u obligados al exilio. En ef ecto, si se celebrara un referéndum resolutorio de secesión en Cataluña y se ganara por un X% frente a un Y%, se privaría a los segundos de su ciudadanía española (y europea), y al resto de españoles se les impondría la ruptura de su sistema constitucional. Aunque sea pacífico nunca será democrático, como no lo es ningún retroceso institucional de la igualdad y de la libertad. Reivindicar el derecho de autodeterminación, pacífico o a bombazos, es semejante a defender el derecho a expulsar de un territorio a la minoría no nacionalista o impura: la limpieza étnica. Por eso no hay ninguna constitución democrática del mundo que recoja el derecho de autodeterminación dentro de su territorio. Las excepciones soviética y yugoslava no eran constituciones democráticas, y en Yugoslavia condujeron a sangrientas guerras civiles y limpiezas étnicas. Contra lo que pretende el nacionalismo la democracia no es la decisión de los pueblos –el derecho colectivo a decidir-, sino el disfrute de las libertades individuales mediante la igualdad ante la ley (isonomía) y de oportunidades que debe instaurar el Estado de derecho. Las igualdades y libertades son de las personas, no de los “pueblos” (salvo de modo retórico), y esa titularidad personal de los derechos es la que destruye cualquier proceso de secesión de la comunidad política democrática. En definitiva, ¿qué podemos hacer los demócratas de Cataluña, de toda España y de Europa para evitar un proceso de secesión que, aunque fuera pacífico, violaría los objetivos y reglas de la democracia? Creo que, en primer lugar, decir la verdad. La verdad axiológica de que dentro de un Estado democrático no hay derecho a la autodeterminación ni por tanto a la secesión. Y la verdad instrumental de que una Cataluña independiente que formara parte de la Unión Europea, lo que no sería nada fácil a medio plazo, tampoco gozaría de soberanía monetaria ni fiscal. Pues en una Europa obligada a la unión fiscal y presupuestaria para salvar el euro, no hay lugar para regímenes de Concierto Económico, ni vasco y navarro ni catalán; pronto lo veremos. De manera que la alternativa realmente secesionista sería volver a una Cataluña aislada, irredenta y solitaria, ajena a la Unión Europea y mal vista en sus países vecinos. Si se dijeran estas verdades y otras un número suficiente de veces el fervor secesionista que ha prendido en Cataluña perdería mucha virulencia. Y quizás conseguiríamos mejorar la calidad de nuestra democracia en lo que realmente importa, que no es en la satisfacción de pasiones nacionalistas y proyectos egoístas e ignorantes, sino en el progreso de la igualdad y la libertad de las personas en cualquier territorio donde vivan. Para empezar, el Gobierno de España, y si es necesario el Parlamento nacional, debe dar garantías a la opinión pública y a los demás Estados de la Unión de que el dinero del rescate pedido por las CCAA, comenzando por Cataluña, no podrá usarse para financiar procesos de secesión en ningún caso, para lo que se exigirá el cumplimiento de detalladas condiciones políticas a los beneficiarios. No es aceptable que el dinero español y europeo sirva para desestabilizar España y la Unión Europea volviendo a un mundo de nacionalismos egoístas y agresivos como los que desencadenaron dos guerras mundiales en un pasado muy reciente. Sería un avance hacia la política basada en decir la verdad. Otro, abrir de una vez un debate para un proceso constituyente de España del que surgiera un Estado federal igualitario, sin discriminación ni privilegios de sus CCAA, y con un Estado común fuerte y eficiente.

martes, 16 de octubre de 2012

Un cañón en el culo

La opinión de Juan José Millás en El País.




Si lo hemos entendido bien, y no era fácil porque somos un poco bobos, la economía financiera es a la economía real lo que el señor feudal al siervo, lo que el amo al esclavo, lo que la metrópoli a la colonia, lo que el capitalista manchesteriano al obrero sobreexplotado. La economía financiera es el enemigo de clase de la economía real, con la que juega como un cerdo occidental con el cuerpo de un niño en un burdel asiático. Ese cerdo hijo de puta puede hacer, por ejemplo, que tu producción de trigo se aprecie o se deprecie dos años antes de que la hayas sembrado. En efecto, puede comprarte, y sin que tú te enteres de la operación, una cosecha inexistente y vendérsela a un tercero que se la venderá a un cuarto y este a un quinto y puede conseguir, según sus intereses, que a lo largo de ese proceso delirante el precio de ese trigo quimérico se dispare o se hunda sin que tú ganes más si sube, aunque te irás a la mierda si baja. Si baja demasiado, quizá no te compense sembrarlo, pero habrás quedado endeudado sin comerlo ni beberlo para el resto de tu vida, quizá vayas a la cárcel o a la horca por ello, depende de la zona geográfica en la que hayas caído, aunque no hay ninguna segura. De eso trata la economía financiera.
Estamos hablando, para ejemplificar, de la cosecha de un individuo, pero lo que el cerdo hijo de puta compra por lo general es un país entero y a precio de risa, un país con todos sus ciudadanos dentro, digamos que con gente real que se levanta realmente a las seis de mañana y se acuesta de verdad a las doce de la noche. Un país que desde la perspectiva del terrorista financiero no es más que un tablero de juegos reunidos en el que un conjunto de Clicks de Famóbil se mueve de un lado a otro como se mueven las fichas por el juego de la Oca.
La primera operación que efectúa el terrorista financiero sobre su víctima es la del terrorista convencional, el del tiro en la nuca. Es decir, la desprovee del carácter de persona, la cosifica. Una vez convertida en cosa, importa poco si tiene hijos o padres, si se ha levantado con unas décimas de fiebre, si se encuentra en un proceso de divorcio o si no ha dormido porque está preparando unas oposiciones. Nada de eso cuenta para la economía financiera ni para el terrorista económico que acaba de colocar su dedo en el mapa, sobre un país, este, da lo mismo, y dice “compro” o dice “vendo” con la impunidad con la que el que juega al Monopoly compra o vende propiedades inmobiliarias de mentira.
Cuando el terrorista financiero compra o vende, convierte en irreal el trabajo genuino de miles o millones de personas que antes de ir al tajo han dejado en una guardería estatal, donde todavía las haya, a sus hijos, productos de consumo también, los hijos, de ese ejército de cabrones protegidos por los gobiernos de medio mundo, pero sobreprotegidos desde luego por esa cosa que venimos llamando Europa o Unión Europea o, en términos más simples, Alemania, a cuyas arcas se desvían hoy, ahora, en el momento mismo en el que usted lee estas líneas, miles de millones de euros que estaban en las nuestras.
Y se desvían no en un movimiento racional ni justo ni legítimo, se desvían en un movimiento especulativo alentado por Merkel con la complicidad de todos los gobiernos de la llamada zona euro. Usted y yo, con nuestras décimas de fiebre, con nuestros hijos sin guardería o sin trabajo, con nuestro padre enfermo y sin ayudas para la dependencia, con nuestros sufrimientos morales o nuestros gozos sentimentales, usted y yo ya hemos sido cosificados por Draghi, por Lagarde, por Merkel, ya no poseemos las cualidades humanas que nos hacen dignos de la empatía de nuestros congéneres. Ya somos mera mercancía a la que se puede expulsar de la residencia de ancianos, del hospital, de la escuela pública, hemos devenido en algo despreciable, como ese pobre tipo al que el terrorista por antonomasia está a punto de dar un tiro en la nuca en nombre de Dios o de la patria.
A usted y a mí nos están colocando en los bajos del tren una bomba diaria llamada prima de riesgo, por ejemplo, o intereses a siete años, en el nombre de la economía financiera. Vamos a reventón diario, a masacre diaria y hay autores materiales de esa colocación y responsables intelectuales de esas acciones terroristas que quedan impunes entre otras cosas porque los terroristas se presentan a las elecciones y hasta las ganan y porque hay detrás de ellos importantes grupos mediáticos que dan legitimidad a los movimientos especulativos de los que somos víctimas.
La economía financiera, si vamos entendiéndolo, significa que el que te compró aquella cosecha inexistente era un cabrón con los papeles en regla. ¿Tenías tú libertad para no vendérsela? De ninguna manera. Se la habría comprado a tu vecino o al vecino de tu vecino. La actividad principal de la economía financiera consiste en alterar el precio de las cosas, delito prohibido cuando se da a pequeña escala, pero alentado por las autoridades cuando sus magnitudes se salen de los gráficos.
Aquí están alterando el precio de nuestras vidas cada día sin que nadie le ponga remedio, es más, enviando a las fuerzas del orden contra quienes tratan de hacerlo. Y vive Dios que las fuerzas del orden se emplean a fondo en la protección de ese hijo de puta que le vendió a usted, por medio de una estafa autorizada, un producto financiero, es decir, un objeto irreal en el que usted invirtió a lo mejor los ahorros reales de toda su vida. Le vendió humo el muy cerdo amparado por las leyes del Estado que son ya las leyes de la economía financiera, puesto que están a su servicio.
En la economía real, para que una lechuga nazca hay que sembrarla y cuidarla y darle el tiempo preciso para que se desarrolle. Luego hay que recolectarla, claro, y envasarla y distribuirla y facturarla a 30, 60 o 90 días. Una cantidad enorme de tiempo y de energías para obtener unos céntimos, que dividirás con el Estado, a través de los impuestos, para costear los servicios comunes que ahora nos están reduciendo porque la economía financiera ha dado un traspié y hay que sacarla del bache. La economía financiera no se conforma con la plusvalía del capitalismo clásico, necesita también de nuestra sangre y en ello está, por eso juega con nuestra sanidad pública y con nuestra enseñanza y con nuestra justicia al modo en que un terrorista enfermo, valga la redundancia, juega metiendo el cañón de su pistola por el culo de su secuestrado. Llevan ya cuatro años metiéndonos por el culo ese cañón. Y con la complicidad de los nuestros.

jueves, 11 de octubre de 2012

España como problema

La opinión de Francisco Sosa Wagner en El Mundo. La situación política e institucional en que se halla España es penosa. Si queremos formularlo de manera sencilla podemos decir que, en puridad, «no hay dónde mirar». Da igual que hablemos del Tribunal Constitucional, del Gobierno, de los bancos, de los parlamentos, de las cajas de ahorro, de la universidad, del Rey y de la monarquía, de las comunidades autónomas, de los municipios o de las provincias… todo está empantanado, las apariencias de falsos paraísos se nos han desvanecido. Preciso es decirlo con claridad: tenemos unas instituciones públicas de cartón-piedra y desde ellas, desde su fragilidad, desde su condición de simples sombras constitucionales, es imposible hacer frente a ningún empeño serio. Ante esta pavorosa situación, resulta un lugar común sostener que «faltan intelectuales» y se evocan tiempos en los que estos ejercían una función de faros o guías en los grandes debates nacionales. Si miramos a nuestro pasado, una época especialmente tormentosa fue la que se sitúa en los principios del XX conocida como crisis del 98. En buena medida podemos compararla a nuestras actuales desgracias pues, si entonces certificamos la pérdida de los últimos jirones del imperio, ahora hemos de certificar el desvanecimiento del Estado, al menos en la imagen que el siglo XX fabricó del mismo y nos legó. Si entonces lloramos sobre los despojos de la patria vencida, ahora lo hacemos sobre los títulos de una deuda que se desparrama a la manera de un tumor infectado y venenoso. Pues bien ¿qué es lo que escribían los «cráneos privilegiados» de esa época cuando advirtieron la palidez de las señales que estaba emitiendo España? Es decir, cuando se vieron obligados a pensar en Españacomoproblema, título este que dio Pedro Laín Entralgo a un documentado ensayo (que tuvo su réplica, desvaída, en la España sin problema de Rafael Calvo Serer). Por aquellos años, cuando las Filipinas en Asia o Cuba en América, ya eran espuma o el recuerdo de los horrores de la manigua, se empieza a hacer consistente la meditación sobre Europa. El más despachado fue Unamuno con su lema de «españolizar Europa», un aspaviento que se vería obligado a matizar. Fuera de los casos de un Ángel Ganivet que sueña con una España convertida en «la Grecia cristiana» o Ramiro de Maeztu para quien el camino acertado es el de la Hispanidad, lo cierto es que en los regeneracionistas de Joaquín Costa y en los ensayistas del 98 o del 14 hay un claro latido europeo que, sin embargo, pronto abandonarían para ensimismarse con la tierra, con el idioma o con el arte. Ninguno de ellos tuvo una idea clara de lo que era Europa, viajaron poco y en idiomas andaban flojos -fuera de los casos de Unamuno y de Antonio Machado, profesor de francés-. Significativo es Manuel Azaña que vivió en Francia y, sin embargo, lo vemos encerrado en las fronteras españolas cuando está ocupando la Presidencia del Gobierno. Por sus escritos sabemos que casi su único contacto exterior era el embajador de Francia en Madrid y advertimos asimismo cómo ignora la llegada de Hitler a la cancillería y las barbaridades que los nazis pronto comenzaron a perpetrar, entre otras novedades de bulto de la política europea. De la Sociedad de Naciones habla sin entusiasmo y se alegra de que Lerroux anduviera por allí, para él un alivio pues se ha evitado que enredara por España. En las Memorias de Salvador de Madariaga hay abundantes pruebas de la alergia que producía al Azaña gobernante viajar o entrevistarse con mandatarios extranjeros. Lo suyo era acercarse en coche al Escorial y los pequeños desplazamientos a la sierra. Apoyados en la pértiga del tiempo llegamos al único pensador que sí sabía lo que significaba la apuesta europea. Me refiero -claro es- a José Ortega y Gasset. «Europa es ciencia antes que nada: amigos de mi tiempo, ¡estudiad! Y luego, a vuestra vuelta, encendamos el alma del pueblo con las palabras del idealismo que aquellos hombres de Europa nos hayan enseñado». Un texto que hubieran suscrito Ramón y Cajal y el resto de los hombres de ciencia contemporáneos -Gregorio Marañón, Pío del Río Hortega…-. Por eso Ortega tiene claro que «si creemos que Europa es la ciencia, habremos de simbolizar a España en la inconsciencia». Y el método para europeizar a España, para que pase de la inconsciencia a la ciencia es la educación. Una educación que no es obra de la espontaneidad sino «de la reflexión: hemos de fingirnos un yo ideal, simbólico, ejemplar, reflexionando sobre el alma y el carácter europeos». No es necesario insistir: las enseñanzas de Ortega -¡tan primorosamente escritas!- siempre están de actualidad y a ellas es preciso volver cuando se quiere meditar sobre España y Europa. De sus enseñanzas vivimos quienes proponemos recetas para que Europa avance hasta dar con una fórmula que evoque -aunque no coincida- con la de los Estados Unidos de América pues sólo desde ella podremos hacer frente a las conmociones que está viviendo el planeta. En este sentido es falso que no existan intelectuales en España que estén cuidando la brújula de la buena dirección. Los hay y están presentes en los debates nacionales. Lo que sí echo en falta es la denuncia de la situación interna española con la energía que la situación exige. Aunque se atisban indicios de desentumecimiento, es preciso que el murmullo devenga en discurso, que los pocos solistas que hoy tararean se conviertan en un coro que inunde el escenario. Y hay que llamar a las cosas por su nombre: es preciso reformar el sistema electoral y reformar la Constitución. Y como a este texto le hemos bajado de su pedestal mítico el verano pasado, cuando en un aleteo de mariposa le incorporamos un artículo barroco, vamos a defender que lo mismo se haga este verano o un poco más allá, acaso cuando los árboles pierdan su pudor y se nos muestren in puribus. Con el apoyo del artículo 167 de la Constitución hay que transformar el título referente a las comunidades autónomas y diseñar una nueva Administración local, hay que suprimir el Consejo General del Poder judicial, hay que dotar a las universidades de un nuevo sistema de gobierno que las libere del cerco feudal en el que están aherrojadas. El sistema de nombramiento de los magistrados del Tribunal Constitucional es muy arriesgado de cambiar pero, si se desplazara su sede a una capital de provincia sin AVE, se habría dado un paso de gigante. De las cuestiones económicas nos ocuparemos con nuestros socios europeos, lo que resulta muy tranquilizador. ¿Sueño? Probablemente, pero es que sólo tras el sueño se oirán «cantar los gallos de la aurora», como quería Antonio Machado.

Plato cocinado

La opinión de Victoria Priego en El Mundo.




Receta: Cómo cocinar un estado de opinión pública que permita a un líder presionar para alcanzar la meta política que el líder ha vendido a esa misma opinión pública como la Tierra Prometida.
Ingredientes: Un puñado de medios de comunicación propios/ Un mensaje victimista fácil de entender/ Un saqueador oficial/ Una promesa de felicidad/ Un instituto de opinión solvente/ Una pregunta de las que obligan a estar a favor o en contra.
Elaboración: Se empieza lanzando durante años un mensaje fácil de entender que diga: «España nos roba». Se lanza ese mensaje en todos los medios de comunicación y se hace repetir insistentemente por los periodistas de las televisiones y radio autonómicas financiadas por el propio Govern. El mensaje básico debe llevar este añadido: «Si Cataluña tuviera el pacto fiscal que Artur Mas reclama a Rajoy, los ciudadanos no padecerían los recortes que ahora sufren». O incluso éste otro: «Si Cataluña se independizara de España, no tendría los problemas económicos que tiene».
Agítese el mensaje por tierra mar y aire, repitiendo mucho el esencial -«España nos roba»- y úsese para explicar el inmenso agujero de déficit dejado en Cataluña por los gobiernos anteriores, teniendo buen cuidado de no culpar a éstos sino directamente al Gobierno de España. Esto último es importante porque, de otro modo, la receta no sale bien. 
Una vez alcanzado el punto requerido, encárguese al instituto de opinión dependiente de la Generalitat que haga la pregunta dicotómica: «Si se celebrara un referéndum para decidir la independencia de Cataluña ¿usted qué votaría?». Tras todo un año de maceración, se obtendrá el resultado: un 51,1% dice que votaría favor de esa independencia que tanto bienestar va a traer a los ciudadanos catalanes expoliados por España. Y sólo un 21,1% de valientes se atreve a declarar que votaría en contra de ese bienestar que se incluye de regalo junto al voto.
El plato se sirve bien caliente en la mesa del presidente del Gobierno español para que sepa que, o acepta firmar el pacto fiscal que Artur Mas se sacó de la manga en la campaña electoral, o se enfrentará a un imparable movimiento independentista nacido de las mismas entrañas del pueblo catalán.
Así es como han jugado los nacionalistas de CiU esta partida: creando a base de tenacidad un clima de opinión que, una vez obtenido el sello del 'CIS' catalán, se va a esgrimir políticamente como genuina exigencia popular ante la cual no cabe más que la aceptación o el abismo de un conflicto irreparable. 
Hace ya mucho tiempo que esta estrategia está en marcha y no es privativa del señor Mas. Antes que él, Pasqual Maragall y José Montilla se aplicaron con pasión de orfebre medieval a perfilar este dogma falso, pero en el que hoy dice creer la mayoría.
Aunque la realidad es también ésta otra: el 37,3% de los preguntados se siente tan español como catalán. Y el 30,2% más catalán que español, pero también español. A ver si se atreve el señor Mas a pedir de verdad, pero de verdad, a ese 67,5% de ciudadanos que respalden esa independencia que, como amenaza fabricada, pretende esgrimir este otoño ante el presidente del Gobierno de la nación.

miércoles, 10 de octubre de 2012

La tontería de la solidaridad

La opinión de Jesús Royo en La Voz Libre.

                                                                                                                                                                        Mi propósito, lo único que me guía en la aparición semanal de estos artículos, es desmontar los tópicos, las mentiras establecidas, los argumentos falsos que encandilan a la gente poco avisada. El nacionalismo suele ser una fuente inagotable de sofismas, consignas y juicios que llevan el signo indeleble de la triquiñuela y la trampa mental. Por eso -no tiene gran mérito, lo reconozco- me apasiona descubrir esos dobles fondos, los entresijos que pueblan el discurso nacionalista. Pues bien, uno de esos platos podridos, aunque impecablemente presentados, es el discurso de la solidaridad entre comunidades autónomas. En el proyecto de pacto fiscal, apadrinado por el president Mas, la solidaridad con las autonomías pobres cumple el papel del gusano que recubre el cruel anzuelo. La soberanía fiscal no comporta, dicen, romper la necesaria y justa solidaridad con los territorios más desfavorecidos. Solidaridad, sí, dicen, ¡pero no expolio! O sea, con la propuesta de pacto fiscal pagaremos menos, que de eso se trata, y encima nos pondremos la medalla del mérito solidario. No haremos como los insolidarios vasconavarros (hay que entender: al menos de momento), que se limitan a pagar los servicios que reciben del Estado, no. Nosotros queremos contribuir a mitigar el atraso y las penurias de la España profunda. Con tal de que lo utilicen bien, ¿eh?, que no se entreguen al refocile, al cachondeo y a la fiesta permanente, tracatrá y venga finito por las bodegas. Y sobre todo, que no nos adelanten por la derecha, que no se pongan a nuestro nivel en bienestar y categoría social: hay que mantener el principio de ordinalidad. Ese discurso, amplificado y repetido por los innúmeros e incansables terminales mediáticos del nacionalismo, ha penetrado ya en la sociedad. Y ha llegado a ser absorbido, incorporado y aceptado por las -digamos- izquierdas: el PSC, Iniciativa, UGT y CCOO. Y lo más suave que cabe decir es que se trata de una estafa. Otra más. Y que no lo llamen solidaridad, que suena bonito y dulce. Que lo llamen por su nombre: privilegio, desigualdad, robo impune a todos los ciudadanos. Y encima burla y escarnio. Todo empieza en la consideración de la comunidad autónoma como sujeto fiscal. No lo es, ni lo puede ser, ni lo será mientras tengamos esta Constitución. Todos los españoles pagamos igual, de acuerdo a nuestra renta. Incluso los vasconavarros, pero esa es otra. Está claro que los ricos pagan más, pero no por solidaridad, sino porque la misma fórmula rige para todos, ricos y pobres. Toda la polémica sobre las balanzas fiscales fue y es pura intoxicación, que nosotros, las izquierdas del tiempo de Maragall-Zapatero, ingenuamente avalábamos porque “¿a quién puede ofender conocer los datos?”. La intención oculta de la polémica era colarnos de matute su ideario, y en parte lo han logrado: que pensemos en términos de sujeto autonómico-regional: “nuestros impuestos”, “nuestra riqueza”, “os damos parte de lo nuestro”, “Cataluña paga más”, etcétera. ¿Qué es eso de que Cataluña paga más? Cataluña no paga nada, no es sujeto fiscal. Quienes pagamos somos los catalanes, y lo hacemos igual que el resto de españoles, y como españoles que somos. Cataluña es una manera de hablar, una entidad derivada, un concepto. Cataluña no es nadie. Pero el lenguaje tiene trampas: Cataluña parece ser patrimonio natural y soberano de la Generalitat. Por lo que, al decir “los impuestos de Cataluña” o “el déficit fiscal de Cataluña”, se da a entender que esos impuestos “pertenecen” a la Generalitat, aunque de momento los retiene la Hacienda del Estado. Cuando se cree la Agencia Tributaria Catalana, parecerá como una restitución, la devolución largamente soñada de algo justo, necesario y natural. ¡Ay, las trampas del lenguaje!

jueves, 4 de octubre de 2012

Fortaleza y paciencia

Ayer, por casualidad, me enteré de un dato de esos que hacen pensar. Por lo visto hay dos estatuas de leones que custodian la Biblioteca de Nueva York. Y estos leones se llaman Fortaleza y Paciencia porque los neoyorquinos pensaron que eran las dos cualidades que se necesitaban para superar la crisis y la gran depresión. Muy sabios los neoyorquinos... Fortaleza y Paciencia españoles....

domingo, 30 de septiembre de 2012

El optimismo de la voluntad

"Debemos reconciliar el optimismo de la voluntad con el pesimismo de la inteligencia"

ANTONIO GRAMSCI

viernes, 28 de septiembre de 2012

El gegant


El gegant, quan parla, rugeix. Quan dóna la mà, estreny. Quan trepitja, esclafa. No és de mala fe, només de potència i envergadura. De tota manera, és cert que la inèrcia al voltant convida que el gegant acabi actuant de forma monstruosa. Normalment la seva raresa el margina i és fàcil que la ràbia o la tristesa l´indueixin a l´aïllament. Retirat, contempla un món que discorre alegrement sense ell i incuba el dolor que li causen els menyspreus.
Al cau es cou la fúria, els desitjos de revenja, la incomprensió. El gest es torna sever, la veu cavernosa, les maneres es perden -al cap i a la fi, no hi ha ningú a qui poder molestar-, i el gegant es va transformant en un ogre, un ésser desagradable i esquerp que té tot el que per a molts ha de tenir un monstre.


Només per a gegants, GABI MARTÍNEZ

jueves, 27 de septiembre de 2012

La libertad


"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida."


MIGUEL DE CERVANTES (Don Quijote, II, LVIII)

martes, 25 de septiembre de 2012

Y tú, ¿de quién eres?


La opinión de Santiago González en su blog.


No es que uno quiera hoy también hablar de género, pero aquellos polvos trajeron estos lodos. Recordarán ustedes el ruido organizado en la segunda legislatura Zapatero por la exigencia nacionalista de que se hicieran públicas las balanzas fiscales, esto es, las relaciones de Cataluña con el Estado. Zapatero accedió a las pretensiones, con Solbes, que sí sabía, en el papel de suegra complaciente y alcahueta. Se preguntarán para qué y aquí tienen hoy la respuesta: para alimentar el victimismo histórico de los nacionalismos con mando, con un argumento inane. Vean más abajo las noticias de portada de El Periódico y La Vanguardia.

El asunto me trae viejos recuerdos, una polémica en la que un economista vasco, creo que era Juan Cruz Unzurrunzaga sostuvo con Juan Roldán y Julio Segura en la revista Sistemas: por cada peseta que Euskadi paga de impuestos sólo retorna un gasto de, pongamos 70 céntimos (no recuerdo la cifra y no quiero ponerme a buscarla).

La falacia es extraordinaria desde varios puntos de vista. Desprecia el hecho de que la obligación de pagar impuestos es personal, de los ciudadanos, no de los territorios donde habitan esos ciudadanos que pagan los impuestos -¿por qué no se les llamará impostores?-. Un nacionalista nunca tendrá en cuenta que ese territorio cuya contribución exhibe con tanta impudicia, se ha beneficiado durante décadas y décadas de protección arancelaria que obligaba a todos los habitantes de la madrastra a consumir los productos manufacturados en esos territorios, frente a otros productos análogos fabricados más allá de los Pirineos. Jamás se contabilizará que su desarrollo fue posible gracias a unos movimientos migratorios que desertizaron la España interior y dotaron a Cataluña y el País Vasco de una pirámide de población con la base muy ancha, trabajadores jóvenes y baratos que contribuyeron con su trabajo al desarrollo de los territorios discriminados.



Finalmente, ¿qué tendrá que ver dónde se recogen los impuestos con quién los soporta realmente? Piensen en Mercadona, ahora que se ha hecho célebre su presidente. Los impuestos que paga por varios conceptos se contabilizan en su sede social, pero realmente los soportan los ciudadanos que pagan el IVA en los centros que tiene repartidos por España y los trabajadores de Mercadona de toda España. Por hacer un apunte.

Estas contabilidades perversas llevan a la consideración de los buenos nacionalistas que ellos pagan impuestos para sostener a los vagos andaluces. En realidad, los ricos catalanes, como los extremeños, pagan para los subsidios a los parados catalanes y a los extremeños. Excesos de la metáfora. Cuando se reivindican las raíces, se está reivindicando la pertenencia como una cárcel del alma. La gente no tiene raíces, sino pies, y estos permiten moverse y salir del territorio. Del puto territorio.

Paño de lágrimas


La opinión de Alfonso de la Vega en Periodista Digital.



La diputada de UPyD Rosa Díez ha manifestado en el Congreso que es preciso refundar el Estado autonómico que despilfarra 24.000 millones de euros al año. Rajoy ha contestado que se van a intentar evitar algunas duplicidades y solapamientos.

Es decir, calafatear las diecisiete pateras ruinosas para tratar de llevar a los españoles sin empleo, sin esperanza, sin casa, sin libertades públicas reales y algunos ya sin decoro ni vergüenza hasta la otra orilla de la crisis en medio del oleaje.

El drama para los del PP y los oficialistas bien pensantes en general que disfrutan del actual estado de cosas, es que la gravedad de la crisis ya es tal y el futuro aún más negro que no podemos permitirnos un Estado que no sólo amenaza la continuidad histórica de la nación española.

Que es ineficiente, caro, injusto, ruinoso, generador de corrupción porque significa la corrupción misma, lujosa peana de una casta parásita, egoísta e insoportable que cada vez es más incapaz de disimular sus actividades estrafalarias, onerosas cuando no delictivas en medio de la creciente miseria generalizada que contribuye de modo decisivo a generar en la sociedad.

Aquí está el dilema: Hay que elegir entre conservar el Estado autonómico o los derechos civiles y económicos de la gente común, lo que se pueda salvar del incipiente Estado de Bienestar.

Algún lector pensará, "hoy éste se está pasando varias autonomías. No hay para tanto". Yo creo que sí, leamos el DOGA del viernes 2 de marzo pasado. La Ley 1/ 2012 de 29 de febrero de medidas temporales en determinadas materias de empleo público de la Comunidad Autónoma de Galicia supone la confesión de lo que, florituras aparte, en verdad se está dilucidando: la conservación de los derechos laborales de los trabajadores o el mantenimiento de una costosa e inepta estructura política que cabalga a los lomos de la gente común picando espuelas en sus riñones.

Veamos un ejemplo: después de una florida prosa retórica sofista para poner en suerte la bicha se afirma en el artículo segundo que salvo en determinados casos de enfermedad profesional u hospitalización entre otros, si un currante enferma por primera vez en ese año se le concede la gracia de pagarle la mitad del sueldo durante los tres primeros días de la enfermedad.

Si por segunda, el cuarenta por ciento, si por tercera, se puede morir de hambre si quiere, porque la Xunta no se dignará pagarle ni un euro. No obstante, si el pobrecito enfermo logra sobrevivir los tres días no debe preocuparse: la Xunta en un acto de piadosa magnanimidad tiene a bien pagarle tres cuartas partes de su sueldo.

A partir del vigésimo segundo día le da por imposible, pero le paga. Y aunque esto no lo dice el DOGA, con cargo al fondo de reptiles sus servicios técnicos le harán vudú hasta su total liquidación, porque esclavos tan blandengues no interesan al Partido ni a la Administración de la cosa galleguista.

De modo que, amigo lector, ¿quién es el que exagera?

Rosa Díez se está convirtiendo en el paño de lágrimas de una sociedad estafada y saqueada por los políticos del establishment partitocrático que quieren conservar lo suyo a costa de lo nuestro. Pero, ¿quién exorcizará al energúmeno?

jueves, 20 de septiembre de 2012

Fin


-Es la gran paradoja de las democracias evolucionadas-dice Ibáñez-. Para preservar los derechos de la comunidad... cada vez se prohíben más cosas a los particulares. No fumes, no bebas, no vayas a más de ochenta...
-¿A ti no te parece bien?-dice Nieves-que le hagan bajar del coche a un tipo que está borracho perdido, y que va por ahí como un loco, poniendo en peligro a los demás?
-Yo sólo insinúo que el Estado se excede un poco en su celo por proteger mi vida. A base de tratarnos como a unos seres inmaduros, incapaces de decidir por nosotros mismos, tal vez conseguirá que lo acabemos siendo. A lo mejor es eso lo que le interesa.
-¿Y qué necesidad tienes tú de ir a doscientos?-dice Amparo.
-Yo, ninguna-dice Ibáñez-, lo que me da miedo es que ese celo paternalista, ese decidir por ti lo que es malo y lo que es bueno, se extienda a otros aspectos más ideológicos...


Fin, DAVID MONTEAGUDO

martes, 18 de septiembre de 2012

El sexo de los ángeles


Por ejemplo, será conveniente mantener la función del Estado como garante del acceso de sus ciudadanos a los derechos fundamentales, pues Arendt nos explicó hasta qué punto el apátrida se encuentra abandonado y sin protección. También tendremos que renovar la idea de nación, como círculo primero de responsabilidad política, reforzada por lazos efectivos. Pero al mismo tiempo deberemos desmitologizar esas nociones, y comprender que enfrentarse o matarse en nombre de estas ficciones es como si nos matáramos por defender el sexo de los ángeles.


La pasión del poder, JOSÉ ANTONIO MARINA

lunes, 17 de septiembre de 2012

Quizá no nos quede otra

Creo que todavía no soy capaz de explicarlo bien. En última instancia, tal vez sólo pueda afirmarse una cosa: que quizá la vida sea así. Y que quizá no nos quede otra opción que aceptarla sin más, tal cual, sin buscar circunstancias ni motivos. Como los impuestos, las subidas o bajadas de las mareas, la muerte de John Lennon o los errores arbitrales en el Mundial de Fútbol.


De qué hablo cuando hablo de correr, HARUKI MURAKAMI


viernes, 14 de septiembre de 2012

Un bello poryecto que le dignificaba


Sucedió en el tiempo de las catedrales. Un vecino visitaba una de ellas en construcción y llegó al tajo donde trabajaban los canteros, esculpiendo unas piedras. Se acercó a uno de ellos y le preguntó: "¿Y usted qué está haciendo?" "¡Sudando con esta maldita piedra que Dios confunda! ¡Qué asco de trabajo! ¡A ver cuándo suena la campana y nos vamos!" El paseante se acercó al segundo cantero y repitió su pregunta: "¿Y usted qué está haciendo?" "Lo que me han mandado. Un cubo de piedra para un muro." Por fin se acercó al tercero. 2¿Y usted qué está haciendo?" El cantero respondió con entusiasmo: "¡Estoy construyendo una catedral!" Su trabajo era minúsculo, nunca vería terminada la catedral, pero sentía que estaba colaborando en un bello proyecto que le diginificaba.


La pasión del poder, JOSÉ ANTONIO MARINA

miércoles, 12 de septiembre de 2012

"Somos superiores"


En el País Vasco, la familia de lenguas eusquéricas, fragmentadas a su vez en dialectos ininteligibles entre sí, había retrocedido de forma imparable desde la Edad Media, y en el siglo XIX era más de un elemento favorecedor del castellano que cohesionador de los vascos. Ahí está el ejemplo de Unamuno, en cuya casa se hablaba castellano, porque era la lengua común del padre vizcaíno y la madre guipuzcoana. Cuando Sabino Arana se pregunta ¿Qué somos?, en referencia a los vascos, se inclina por el criterio de la diferencia racial a los vascos, se inclina por el criterio de la diferencia racial, el último escalón de la exaltación de lo intuitivo, lo sentimental y lo espiritual. No hay que olvidar que fue en plena época romántica cuando el Conde de Gobineau escribe el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, y que el nacionalismo lleva en su interior el germen de las ideas de superioridad de unos seres humanos sobre otros, es decir, del fascismo y del nazismo. Esto no significa que todos los nacionalismos tiendan al fascismo, naturalmente, pero sí pone de relieve lo fácil que es deslizar el discurso de "somos diferentes" hacia el de "somos superiores".


Lenguas en guerra, IRENE LOZANO

lunes, 23 de julio de 2012

Una verdad dolorosa

la mayoría de la gente no busca una verdad demostrable. Como bien dices, la verdad, en la mayor parte de los casos, conlleva un fuerte dolor. Y la mayoría de los seres humanos no desea una verdad dolorosa. Lo que la gente necesita es una historia hermosa y amena que les haga sentir que su existencia es, al menos, un poco relevante. HARUKI MURAKAMI

miércoles, 11 de abril de 2012

¿Por qué se debía asesinar al monarca?

En cierto periodo histórico de la Antigüedad, en varios territorios del mundo se había establecido que, cuando un monarca terminaba su mandato, debía ser asesinado. Los mandatos duraban entre diez y doce años. Finalizado el mandato, la gente iba y le infligía una muerte cruel. Era necesario para la comunidad, y el monarca lo aceptaba de buen grado. La manera de matarlo tenía que ser despiadada y sangrienta. Además, ser asesinado de tal modo era un gran honor sólo digno de un rey. ¿Por qué se debía asesinar al monarca? Pues porque, por aquel entonces, el monarca era "el que escuchaba la voz" en nombre del pueblo. Por propia voluntad se convertía en el circuito que los unía a ellos con nosotros. Y pasado un periodo de tiempo determinado, el acto de matar de manera violenta a "el que escuchaba la voz" se revelaba como algo indispensable para la comunidad. Era necesario para preservar el equilibrio entre la conciencia de la gente que vivía en el mundo y el poder ejercido por la Little People. En la Antigüedad, gobernar era sinónimo de escuchar la voz de Dios. Pero, claro, poco después ese sistema fue abolido, se dejó de asesinar al monarca y el trono se convirtió en algo mundano y hereditario. Así fue como las personas dejaron de escuhar la voz.



1Q84, HARUKI MURAKAMI

martes, 24 de enero de 2012

Se acabó el recreo.

La opinión de Rosa Díez en su blog.



Ya se que algunas personas apenas han tenido recreo; y que muchos más que los primeros quisieran no tener tanto “recreo” y levantarse cada mañana temprano al oír el despertador y emprender la jornada laboral. Precisamente por eso es mucha la responsabilidad que asumimos quienes si tenemos un trabajo retribuido y estable en el medio plazo y quienes, además, participamos en la toma de decisiones que afectan a la vida de nuestros conciudadanos.

Todos los analistas coinciden en que este año que acabamos de estrenar va a ser duro e incluso hay quien vaticina que será peor que el que hemos despedido entre campanadas y espumillón. Hoy eso ya no está en discusión, pero si lo ha de estar el cómo nos enfrentamos a las dificultades para evitar que el deterioro económico afecte de forma aún más negativa a aquellos de nuestros conciudadanos que están en peores condiciones para soportarlo.

Hay quién se empeña en explicarnos que la crisis económica es internacional, que está controlada por unos entes extraños llamados mercados y que poco podemos hacer salvo obedecer a no se sabe muy bien quien. Es cierto que la crisis es global; pero no es verdad que lo único que podamos hacer es seguir instrucciones. Porque en nuestro país hay una crisis interna, inequívocamente española, a la que nos tenemos que enfrentar nosotros solitos ya que nadie va a venir de fuera a resolvérnosla. Las instituciones comunitarias intervienen para evitar que nuestros problemas agranden los de la UE; nos dictan el déficit máximo y nos controlan –como al resto de países miembros- el monto total de nuestros presupuestos; pero de nosotros depende en qué y cómo invertimos esos recursos. O sea, la acción política – o la inacción, que es una forma de actuar cada vez más extendida entre los mal llamados políticos- depende de los políticos que los españoles hemos elegido en las urnas. De nuestros políticos –entre los que me cuento-, de su capacidad, de su autonomía ejercida al máximo, de su valor para enfrentarse a las consecuencias de sus actos, dependerá en ultima instancia si seguimos atascados o si aceleramos el paso para no perder el último vagón del último tren que pase por delante.

De nosotros depende que haya barra libre dentro de nuestras fronteras nacionales para malgastar los escasos recursos o que se controlen los presupuestos autonómicos antes de ser aprobados; de nosotros depende que, además de controlar el tope máximo de gasto, impongamos al conjunto de las administraciones públicas que gestionan nuestros impuestos las medidas que hagan efectivos, en condiciones de igualdad, los derechos fundamentales que la Constitución proclama para todos los españoles; de nosotros depende que destinemos una parte sustancial de nuestro dinero a garantizar la sostenibilidad y la cohesión entre territorios y ciudadanos; de nosotros depende que terminemos con las diecisiete fronteras interiores que lastran nuestra capacidad de crecimiento y desarrollo económicos; de nosotros depende que acabemos con los más de cinco mil entes públicos ineficaces, ineficientes y en muchos casos completamente artificiales que pueblan nuestra geografía nacional; de nosotros depende que persigamos el fraude fiscal y afloremos decenas de miles de millones que hoy no se ingresan en nuestras arcas públicas; de nosotros depende que se impulsen políticas activas para que los empresarios y los emprendedores puedan desarrollar sus iniciativas y para que nuestros jóvenes no tengan que irse de España.

No es verdad que haya que dedicarse únicamente a obedecer a quien nos habla en idioma extranjero. No es verdad eso que nos dicen de que las cosas están peor de cómo se suponía; todos sabíamos cómo de mal estaba el asunto; particularmente lo sabían quienes han llegado al Gobierno (por supuesto, los que se ha ido más aún, aunque tampoco lo reconocieran nunca) porque ya estaban gobernando en la mayor parte de las instituciones españolas. No vamos a aceptar que la incapacidad o la cobardía se quieran ocultar echando la culpa al otro. Claro que el Gobierno saliente es políticamente responsable de esta gravísima triple crisis que nos asola; pero por eso han perdido las elecciones los socialistas y para eso se supone que tiene mayoría más que suficiente el Partido Popular: para enfrentarse con los problemas y dejar de echar balones fuera.

No es la hora de la resignación, ni de la vendetta. Es la hora del trabajo y de la responsabilidad. Hay que trabajar con un horizonte de sacrificios y de recompensas. Es la hora de la austeridad selectiva, en palabras de Luis de Velasco. Por eso hay que explicar la verdad a los ciudadanos, incluida la opción de rectificar promesas electorales si hubiera que hacerlo. No hay tiempo que perder, no lo tenemos. Déjense de pedir informes para ganar tiempo mientras se deciden a hacer una cosa o la contraria. ¿Acaso alguien puede dar un informe más fiable sobre Garoña que el que hizo el órgano nacional competente en materia de seguridad nuclear? ¿Acaso hace falta que el Banco de España nos diga lo que ganan los directivos de las Cajas de Ahorro que han nombrado los mismos que piden el informe? ¿Acaso hay que reunir una vez más a las CCAA para pedirles información sobre los centenares de entes públicos que aún no han eliminado?

Señores del Gobierno, sepan que desde UPyD estamos dispuestos a darles todo el tiempo que necesiten para poner en marcha sus políticas, las que consideren las mejores para España. Cien, doscientos, trescientos días… lo que haga falta. Pero no nos tomen el pelo encargando informes, que para eso no hace falta que se reúna el Consejo de Ministros; para decirle a la gente lo que ésta quiere escuchar no hace falta la política, sobra con la demoscopia. Hagan el favor de actuar, de tomar medidas, de enfrentarse a la crisis política y abordar las profundas reformas estructurales sin las cuales será imposible que se reactive la economía en nuestro país. Hagan el favor de no faltarnos al respeto al conjunto de los ciudadanos buscando disculpas para abordar (o no hacerlo) todas las cuestiones pendientes. Y no caigan en la tentación de copiar lo peor de aquellos a los que han sustituido: comportarse con soberbia con los débiles, y ser sumisos o acomplejados frente a los poderosos.

Y también es la hora de hablar alto y claro frente a quienes quieren protagonizar una segunda transición en la que los terroristas y todos sus cómplices hablen en condiciones de igualdad a las víctimas y a todos los que han luchado en defensa de la democracia. Basta ya de discursos hipócritas y cobardes; basta ya de escuchar impávidos los gritos de quienes claman en las calles vascas a favor de los criminales; basta ya de neutralidades cómplices. Sólo una sociedad democrática y éticamente enferma puede tolerar manifestaciones como la que recorrió Bilbao la tarde de este último sábado. Sólo una sociedad sin cuajo democrático permite que sus calles se llenen de gritos a favor de los criminales; sólo gentes sin principios pueden permanecer calladas viendo al frente de esa exhibición de fanatismo a personas que hoy dirigen instituciones democráticas. ¿Hemos de aceptar que los enemigos de la democracia acaben democráticamente con ella?

Creo que no, que el recreo se ha terminado para todos y para todo. Es la hora de actuar sobre nuestros profundos problemas estructurales; es la hora de impulsar un modelo de país sostenible en lo económico y viable en lo político, que garantice la cohesión y la igualdad entre españoles. Es la hora de revisar y de unir todo lo que hemos ido desmantelando en las últimas legislaturas; es la hora de reivindicar derechos de ciudadanía frente a los discursos identitarios que tanto daño han hecho a nuestra joven democracia. Es la hora de defender la democracia, la ley y la justicia. Es la hora de la política y de los políticos sin miedo. Pongámonos a ello.

martes, 17 de enero de 2012

La parte contratante de la primera parte

La opinión de Fernando Savater en El País.


Nos asegura Nietzsche que la civilización se funda en la capacidad de prometer. Pero si hubiese tenido ocasión de escuchar los diversos modos en que prometieron acatamiento a la Constitución los electos en los pasados comicios generales de nuestro país, quizá le hubieran entrado algunas dudas sobre su rotundo principio. Hubo un recital de imaginativas restricciones y coletillas de variados acentos, desde el ya conocido "por imperativo legal" hasta "a pesar de mis convicciones republicanas" y cosas así. Por lo visto abundan los parlamentarios y senadores que consideran esa ocasión solemne pero ritual como algo semejante al momento de recibir el Oscar, en el que los galardonados tienen que expresar en pocas palabras sus convicciones pacifistas, su militancia ecológica o al menos su inmenso agradecimiento a la madre recientemente fallecida.
Admito que nunca he comprendido del todo la argumentación del Tribunal Constitucional para aceptar el remiendo "por imperativo legal" a la promesa del cargo. Primero, porque es una vaciedad: todos los que se someten a ese ritual lo hacen obviamente para cumplir un requisito legal y no movidos por una irrefrenable afición a jurar o prometer cosas. Pero es que además, según el dictamen del TC, esa reserva no altera el contenido afirmativo del pronunciamiento y en cambio es concorde con el pluralismo ideológico constitucionalmente reconocido, entendiendo la ley de leyes de modo integrador y no excluyente. Vamos a ver: si la Constitución consagra el pluralismo, ¿por qué nadie tiene que aceptarla expresando algún tipo de reservas? A los únicos que excluye la Constitución, claro, es a quienes la rechazan: a los que pretenden modificarla los integra sin remilgos, porque incluye mecanismos constitucionales para ello. Si el añadido de marras en nada modifica la respuesta afirmativa, ¿a qué viene? ¿No es algo así como cruzar los dedos con la mano en la espalda mientras aseguramos al jefe que estábamos con gripe y no en el puticlub?

El TC considera, por lo demás, que el juramento o la promesa son supervivencias de épocas en que ciertas fórmulas verbales creaban deberes jurídicos y compromisos sobrenaturales. Estos últimos, desde luego, para nada interesan a un Estado laico y por tanto la Biblia y el crucifijo son arcaísmos difíciles de justificar (¿qué parafernalias religiosas deberíamos ir preparando para cuando tengamos ministros musulmanes o budistas?). Pero en cambio permanecen vigentes abundantes deberes jurídicos que brotan de manifestaciones orales o escritas, a veces la simple firma al pie de un documento (la máxima condensación del formulismo verbal). Son expresiones performativas, o sea que no solo "dicen" sino que "operan" ciertos efectos legales. Por medio de ellas contraemos matrimonio, asumimos contratos, hacemos compras y ventas, etc...: es decir, son fundamento de obligaciones propias que asumimos o ajenas que nos consideramos facultados para exigir.

¿Habrá que suprimirlas todas como residuos del pasado y abolir la promesa, aunque le duela a Nietzsche? Porque no parece decente que los mismos que cumplen escrupulosamente las formalidades cuando compran un piso y exigen que el árbitro determine la posición de los equipos en el campo lanzando una moneda al aire y no según el vuelo de las aves solo se opongan a los convencionalismos a la hora solemne de representar a los ciudadanos. Como siempre nuestros bravucones y matamoros guardan sus desplantes para quienes menos se quejan y mejor les recompensan: las instituciones de España. ¿No será mejor generalizar el uso de apostillas aclaratorias según prefiera la parte contratante o contratada? Podría ser una solución y hasta permitiría expansiones poéticas: "aunque la tierra es del viento, pagaré este arrendamiento", "vendré todas las mañanas, aunque nunca tenga ganas"... Y la más decisiva y frágil: "Sé que todo es pasajero, pero juro que te quiero".

lunes, 16 de enero de 2012

Mantener el despilfarro desangrando a las familias

La opinión de Roberto Centeno en Cotizalia.




Nunca creí que pudiera suceder. Rajoy, el que siempre diría la verdad a los ciudadanos, engaña desde su primer día de gobierno a los españoles en general y a sus votantes en particular. Ha puesto en marcha una política económica izquierdista, propia de su amigo Zapatero, al mantener el despilfarro público, financiado con un hachazo brutal a la renta y el ahorro de las familias. Ese no es el esfuerzo colectivo que proclaman hoy las plumas mercenarias; es un expolio en toda regla.

El nuevo presidente ha decidido mantener casi intacto el tamaño de un modelo de Estado imposible de financiar y corrupto hasta la médula, a costa de aplastar el sector privado de la economía, el único que podría sacarnos de la crisis, mientras los inversores internacionales han sacado de España 100.000 millones de euros en 2011, el 10% del PIB.

Y esto es solo el aperitivo. Las medidas tomadas el viernes solo suponen una reducción bruta del déficit de 14.900 millones -la neta es casi nula, restando a éste recorte el incremento de 13.500 millones que ha puesto en marcha-, 6.000 millones de incremento de la presión fiscal sobre la clase media, que paga ya los impuestos más altos de Europa -hasta el 51% en el IRPF y el 40% las rentas superiores as 30.000 euros, gravadas con un 30% en la mayoría de países hasta los 43.000 euros- y un recorte de gasto de 8.900 millones, recorte de gasto necesario. Cero del despilfarro. ¿Y qué ocurre ahora? Además de colocar un torpedo en la línea de flotación de la salida de la crisis gravando brutalmente renta y ahorro, debe recortar 40.000 millones de euros más de aquí a final de marzo si es que quiere reducir el déficit 2012 al 4,4% del PIB.

La reducción del déficit al 4,4% comprometida con Bruselas requiere un recorte adicional de otros 20.000 millones, ya que la base de cálculo de un incremento del PIB del 2,3% de Zapatero era ciencia ficción, y el consenso del mercado antes de los recortes era de una caída del 2,1%
¿De dónde va a salir tan ingente cantidad de dinero? Pues de nuestros bolsillos, gravando más aún la renta y el ahorro, subiendo el IVA, los impuestos especiales, el Patrimonio y todo lo que sea menester, porque la casta política no está dispuesta a renunciar a uno solo de sus privilegios aunque desaparezca la clase media y se hunda España. Durante años, y hasta hace solo diez días, Rajoy ha venido proclamando urbi et orbi que en cuanto llegara al poder bajaría los impuestos, porque era la única forma de crear empleo y de recuperar el crecimiento. No ha esperado ni un solo segundo para hacer todo lo contrario. Ni siquiera Rubalcaba lo hubiera hecho peor. No sé la cara que se le habrá quedado a sus votantes, que son además sobre los recaerá el grueso del ajuste, pero deben estar jurando en arameo.

Asimismo, la explicación que nos ha dado Soraya Sáenz de Santamaría es una burla a todos los españoles. Miente al afirmar que “nos hemos encontrado con una situación extraordinaria y no prevista”. ¿Cómo no sabían que el déficit público 2011 sería del 8% o más en lugar de la ficción del 6%? Lo sabían todos los analistas, servidor lo ha dicho en esta columna desde hace meses por activa y por pasiva. Montoro me lo dijo ya en el mes de septiembre, así que ¿por qué mienten con esa desfachatez?

Mención aparte merecen las previsiones de crecimiento de 2012. ¿Es posible que el PP se haya creído que íbamos a crecer un 2,3% en lugar del -2,1% que estima el consenso del mercado?, ¿no había asegurado que nunca se faltaría a la verdad?

Una injusticia flagrante

Es incomprensible, es una injusticia flagrante, que existiendo duplicidades entre las distintas administraciones (que suponen un despilfarro anual de 34.000 millones de euros) éstas se mantengan intactas mientras se suben impuestos y se recortan salarios y gastos necesarios. ¿Cuál es la razón de este disparate histórico? Muy sencillo: estas duplicidades dan trabajo, perfectamente inútil, a cientos de miles de familiares, amigos y correligionarios de la casta política y, en consecuencia, ni el PP, ni el PSOE ni los nacionalistas están dispuestas a renunciar a ello. A tamaña sinrazón se suma el hecho de que los primeros ejecutivos de las cajas que han recibido miles de millones de dinero público, que ni han devuelto ni pueden devolver, se han llevado 80 millones de euros en 2011, algunos más de 10 millones. El colmo.

El recorte de déficit anunciado supone un incremento de impuestos de 6.000 millones que recaen íntegramente sobre la clase media, un incumplimiento tan flagrante como innecesario de su promesa electoral estrella. Flagrante porque, como he explicado, conocían de sobra la realidad y se la han ocultado a los españoles al igual que los socialistas e innecesario porque era sencillísimo sacarlos de otra parte. Por ejemplo: cierre inmediato de todas la TV autonómicas y locales en pérdidas, 1.300 millones. Autorización inmediata de emitir publicidad a TVE y fin de toda subvención, 1.600 millones. Traspaso inmediato de las políticas activas de empleo, entregados por Zapatero a UGT, CCOO y CEOE con un coste de 2.500 millones, dado que pueden ser realizadas mucho mejor por funcionarios de los que sobran a decenas de miles. Cero subvenciones a los titiriteros, quienes, una vez anulado el canon digital, con el que nos robaban 600 millones de euros, ahora lo van a recibir de los impuestos gracias a la Ley Sinde, que ni el PSOE se atrevió a aprobar. Subtotal, 6.000 millones.

Y ahora, Don Mariano, a ver si tiene el cuajo y la vergüenza torera de explicar a sus votantes de clase media que es mucho más importante mantener abiertas televisiones para cantar las glorias de los barones autonómicos que no subir los impuestos. A ver si les explica que es mucho más importante prohibir la publicidad a TVE en favor de T5 y Antena que impedir que paguen más impuestos. O que es necesario subvencionar con 2.500 millones a unos sindicalistas que representan a menos del 10% de los trabajadores. Me temo que, al igual que su amigo Zapatero, Rajoy piensa que somos imbéciles. Y lo peor es que, probablemente, tiene razón.

Los recortes de gasto se han cifrado en un total de 8.900 millones (entre congelación salarial y recortes de gasto necesario) mientras se mantienen miles de coches oficiales, empezando por los de los concejales de las grandes ciudades, algo que no sucede en el resto del planeta. Ahora, en lugar de eliminarlos, los van a sustituir por otros de menor gama, un camelo que además cuesta más que mantener los antiguos. Cabe recordar también las embajadas, un total de 180 sin justificación alguna. O los 300.000 teléfonos móviles. Y lo más importante: las 5.000 empresas públicas, inútiles en un 90% y sin ánimo de cambiar.

Insuficiencia manifiesta

Curiosamente, lo que más ha alarmado a los mercados, a quienes la injusticia en el recorte importa un bledo, ha sido el incumplimiento del déficit en un 8%, el doble del de Italia o Portugal. ¿Qué pasará en 2012? Pues que la reducción del déficit al 4,4% comprometida con Bruselas requiere, como mínimo, un recorte adicional de otros 20.000 millones, ya que la base de cálculo de un incremento del PIB del 2,3 % de Zapatero era ciencia ficción, y el consenso del mercado antes de los recortes era de una caída del 2,1%. Sin embargo, ocurre que la tremenda deflación que generarán las medidas propuestas, y las que se tomarán antes de fin de marzo, convierten la caída del 2,1% en una previsión profundamente optimista. Cada punto más de caída incrementará el déficit en 5.000 millones adicionales.

Ahora bien, si Rajoy se ha fumado un puro con su promesa estrella de no subir impuestos, ¿por qué razón no se va a fumar otro puro con el compromiso de déficit? Zapatero lo ha incumplido reiteradamente, ha hundido a España, ha enfrentado a los españoles, ha aprobado un Estatut que destruye la unidad de la nación y ha legalizado a una banda de asesinos sin haber entregado las armas ni renunciado a la lucha armada. Rajoy no llega a tanto, pero no tenía ningún plan, excepto el de llegar al poder. A todo lo anterior sumen la subida en los servicios (agua, gas, transporte y electricidad, que va a ser sonada porque el déficit de tarifa supera ya los 20.000 millones). La mayoría de los ciudadanos no es todavía consciente de la dimensión de la recesión que se avecina. Como decía Keynes, “cuando se supera lo previsto, ocurre lo imprevisto”.

75 años sin Unamuno


"Bolchevismo y fascismo son las dos formas -cóncava y convexa- de una misma y sola enfermedad mental colectiva".


Miguel de Unamuno

domingo, 15 de enero de 2012

Querían aprender y hablar castellano


Mientras en América la Corona española extendía su imperio de fe, en Europa se multiplicaba el prestigio, la utilidad y la necesidad de la lengua castellana. Las circunstancias políticas, históricas y sociales fueron facilitando su extensión como lengua de la Administración y lengua de cultura, que todos querían conocer y deseaban utilizar. Si en Portugal Camoens y el dramaturgo Gil Vicente escriben una parte considerable de su obra en castellano (incluso este último ensaya un híbrido que denomina "algarabía luso-hispana"), no puede soprender que suceda en la propia España. A lo largo de los siglos XVI y XVII los miembros de la nobleza catalana y de la burguesía incipiente querían aprender y hablar castellano, algo muy importante si se tiene en cuenta que los hábitos lingüísticos de las clases altas suelen marcar la pauta para el resto.


Lenguas en guerra, IRENE LOZANO

jueves, 12 de enero de 2012

Banalizar el perdón


La opinión de Martín Prieto en La Razón.


El único personaje del mundo etarra que pidió perdón por sus crímenes es un monje que profesa en un convento en Iparralde. Espantado de sus actos, no tuvo que hablar con nadie ni explicar nada para aliviar su contrición en una regla monástica. Decía Churchill que las condecoraciones nunca se piden, nunca se rechazan y nunca se exhiben. El perdón, que habita los esquinazos más recónditos de la conciencia humana, debería seguir el mismo protocolo. Mi casa de Buenos Aires está en el barrio del Abasto, donde nació Carlos Gardel, tomado por sinagogas y judíos ultraortodoxos, con sus sombreros, barbas, trencitas y ropones negros. Conversaba con mis vecinos sobre lo suyo por antonomasia, la Soah, y me explicaron que no esperaban ninguna satisfacción de los nazis ni nada tenían que perdonar quienes fueren limpios de corazón. Con el universo etarra nos hemos equivocado teológicamente exigiéndoles una petición de perdón a sus víctimas. El perdón se siente, no se solicita (gran escenario para farsantes e hipócritas) y el victimado está obligado a perdonar a su vez al ofensor. Tanta búsqueda del perdón universal conduce al último aquelarre del abertzalismo que, juntacadáveres, engloba a los asesinos, a los asesinados y hasta a las víctimas de eso que llamamos impropiamente «violencia de género». A este coro de cantamañanas sólo les ha faltado piar contra el maltrato animal y los perros abandonados. Todo es violencia, sí, especialmente algunos textos del radical-nacionalismo. Si en 30 años no hemos necesitado que nos perdonen la vida, no vamos ahora a agradecerles unas palabras de arrepentimiento sólo necesarias para ellos mismos y su lavatorio de sangre ajena. Ni los reinsertados como Soares Gamboa admiten estar arrepentidos. Para los encarcelados pedir perdón es la forma que tiene la llave de la celda.

Bombones de arsénico


La opinión de Victoria Prego en El Mundo.


Siempre hacen lo mismo los terroristas y quienes les secundan. Lo hacen con cada cambio de Gobierno: el lobo le enseña al recién llegado por debajo de la puerta la pata de cordero y espera a que el incauto del otro lado se trague el anzuelo y acabe cayendo en sus fauces. Cuando Zapatero ganó las elecciones en 2004 le enviaron al poco una carta en la que le decían que él estaba destinado a ser el Gran Pacificador de España. Sólo tenía que creerse que ETA estaba dispuesta a renunciar a las armas sin condiciones y que sus delegados en la vida política, Otegi y otros, eran en realidad unos apóstoles de la paz.

El presidente del Gobierno cayó en la trampa y así fue como, tragando y tragando y volviendo a tragar, llegamos hasta las conversaciones de Loyola en las que todas y cada una de las exigencias eternas de la banda terrorista fueron puestas sobre la mesa. Se negoció todo lo que ETA quería. Y claro que aquello fracasó: ni siquiera aquel Gobierno, tan bien dispuesto a ofrecer antes que a exigir, estaba capacitado para aceptar someterse al nivel del chantaje que se le requería.

Y ahora los proetarras están intentando dorar la píldora a los demócratas, especialmente al Gobierno del PP, un partido al que ni siquiera en la campaña electoral llegaron a acusar de lo que el PNV y hasta el PSOE le acusaron: de constituir una potencial amenaza para la paz. Ayer salieron con esta especie de pésame a los familiares de «todas las víctimas, sin excepción», en una declaración de intenciones que, si nos fijamos con detalle, es en realidad un bombón relleno de arsénico. Y lo es porque, entre tanta disposición de reparar el daño causado y tanta voluntad por «cicatrizar las heridas abiertas», se cuela la eterna versión que los terroristas y sus apoyos siguen dando de estos 50 años de asesinatos: la existencia en el País Vasco de un «conflicto político» que ha provocado un «conflicto armado». Nada nuevo, pues, bajo el sol. Aquí lo que hay es una estrategia distinta para cumplir un programa idéntico. Y ése es precisamente el peligro: que muchos no se van a fijar -o, por razones distintas, no se van a querer fijar- en lo que hay bajo la pata del cordero.

Unos no van a querer verlo porque están agotados. Otros no van a querer verlo porque necesitan justificar su desastrosa y fracasada apuesta por la negociación política con la banda. En el primer caso, el de los agotados, está la mayoría de la sociedad vasca que ya no desea otra cosa que ésta que empieza a tener ahora: tranquilidad. El mero hecho de que los terroristas no asesinen supone un mundo para quienes han vivido sometidos al miedo durante toda su vida. También es un mundo para los demás demócratas. En esto sí vamos ganando. En lo demás vamos perdiendo, y habrá que tener mucho cuidado para no llegar demasiado tarde a esta conclusión.

Y el riesgo ahora mismo es grande. Si, además de la instalación de la tranquilidad y la ausencia de miedo, los ciudadanos ven cómo los mismos individuos que hace nada amenazaban a cara descubierta a todo aquél que se enfrentara a la dictadura del terror empiezan ahora a decir que quieren reparar el dolor causado, es del todo comprensible que acepten de buena gana la mano tendida. Y pueden empezar a creer que, de verdad, los que hoy siguen negándose a condenar a ETA van aceptando su error y van entrando por la senda de la legalidad y la decencia política.

Lo que sucede es que esa simple esperanza en el ánimo de los demócratas resulta ser un paso gigantesco para la estrategia de los radicales. Les permite ablandar la resistencia y el rechazo de la opinión pública y, sobre todo, obtener una cierta mayor respetabilidad ante sus potenciales votantes en lo que es su gran objetivo, su máxima apuesta: las próximas elecciones autonómicas vascas.

Ésta es la cuestión: que estamos asistiendo a la exhibición de un buenismo insólito que busca prestigiar la opción proetarra ante los votantes vascos. Al mismo tiempo, se intenta colocar al Gobierno ante un duro dilema: rechazar la rama de olivo que se le tiende ante la vista de todos y convencer a quienes observan la escena de que eso que parece una rama de olivo es, en realidad, la mecha de una carga de dinamita política.

Nunca se vio, por ejemplo, una reacción tan angelical como la de Amaiur, un partido al que la Mesa del Congreso ha negado la posibilidad de formar grupo propio. Ninguno de los grupos parlamentarios que han pasado por la Cámara y se han visto perjudicados en sus intereses por decisiones de la Mesa se ha portado nunca así. «Lo que pasa es que el PP no se ha acostumbrado todavía al nuevo escenario vasco» vino a decir, comprensivo y bondadoso, el diputado Errekondo. Compárese eso con lo dicho por Rosa Díez en los días precedentes para comprender que en lo de Amaiur hay gato encerrado. «Es que ahora están dedicados al blanqueo de su mercancía», diagnostica un diputadovasco.

Ardua tarea, por tanto, la del nuevo Gobierno y la de su presidente, Mariano Rajoy, que mañana mismo va a empezar a fajarse en esta tarea. Porque mañana en el Congreso de los Diputados no sólo se va a hablar de economía. El PNV va a pedir con toda seguridad a Rajoy que haga realidad lo que las organizaciones de apoyo a los presos etarras dan ya por hecho: la excarcelación de los condenados por terrorismo. Y ya veremos si el PSOE no trata de amortizar en su favor el anuncio de la banda de renunciar a los asesinatos y no emplaza al nuevo presidente del Gobierno a no «estropear» lo logrado manteniendo posiciones de dureza que, dirán muchos, no harán sino proporcionar argumentos victimistas a los radicales y favorecer sus posiciones. «A partir de ahora va a haber mucho tonto útil que le va a facilitar el trabajo a esta gente» pronostica este diputado vasco.

El debate de investidura que empieza mañana será la primera ocasión en que se midan las dos interpretaciones de esta nueva estrategia política del mundo proetarra. Lo que ya se ha comprobado es que desde la izquierda próxima al PSOE se apuesta claramente por aceptar como regalo la mecha de la carga de dinamita política y colgarla en el balcón del Congreso como si fuera una auténtica rama de olivo. Detrás de esa posición está la esperanza de que, de verdad, los radicales estén avanzando hacia un escenario de paz y de concordia. Pero la experiencia demuestra que en este asunto resulta muy peligroso trabajar a base de deseos. Mejor será amarrarse firmemente a los hechos y actuar después de haberlos contrastado. No vaya a ser que después de las autonómicas vascas nos encontremos con un plan Ibarretxe en su versión más virulenta y con el respaldo, además, de una aplastante mayoría de votantes que se hayan tragado los bombones pensando que los buenos son los batasunos y los malos, los demás.

miércoles, 11 de enero de 2012

Ética. estética y política en sede parlamentaria



La opinión de Carlos Martínez Gorriarán en su blog.


Seguramente muchos lectores conocerán ese vademécum paródico de la política que es la genial película de Monty Python llamada La Vida de Brian. Acaba con una escena redonda en la que un grupo de patriotas judíos aparecen para liberar a un grupo de crucificados por los pérfidos romanos. Son la última esperanza de los supliciados y los romanos, cuando les ven llegar, echan a correr abandonando el campo. Pero, sin embargo, los guerrilleros del Frente del Pueblo Judaico sacan sus espadas y se suicidan para demostrar su voluntad de resistencia indomable al invasor romano, desentendiéndose de los condenados a la cruz. Aquí tienen la escena.

Con esta brillante parodia los irreverentes cómicos británicos se desternillaban de esos hiperidealistas de la política revolucionaria que, en el nombre de la ética más inmarcesible, se condenan a sí mismos al suicidio porque cualquier otra acción sería incompatible con su principio fundamentalista de no aceptar ningún tipo de contaminación política. Incluso la liberación de los crucificados podría conducir a enojosos compromisos que los kamikazes del Frente del Pueblo Judaico eludían con elegancia inmolándose para que sus “principios” permanecieran al margen de cualquier peligro de transacción.

En otro orden más serio de reflexiones, Max Weber desarrolló su famosa distinción entre la ética de los principios y de la responsabilidad: ambas son elecciones éticas a las que no sólo los políticos, sino cualquier persona que toma decisiones –desde ejecutivos de empresas a padres de familia que educan a sus hijos-, se enfrenta a menudo: elegir entre una actuación responsable, y por tanto atenta a las consecuencias de su elección, u optar por los principios desentendiéndose de éstas. Lo más perspicaz del análisis de Weber es dejar sentado que ambas opciones son impecablemente éticas, sólo que una se preocupa de las consecuencias y la otra sólo de los principios en juego. Esto puede chocar, pero desarrollando el análisis weberiano es fácil darse cuenta de que hay problemas asociados a la acción y a la elección que van más allá de la ética. O por decirlo de otro modo: no todo comienza y acaba en la ética. Percatarse de esto no es precisamente inmoral, sino el marco axiológico y pragmático que da verdadero significado a las convicciones éticas. Por ejemplo, que las convicciones éticas no pueden ser coartadas para la pasividad ante el mal (lo que se ha venido a llamar “buenismo”). Esto tiene importantes consecuencias políticas, pero parémonos antes un momento en la estética.

Ética y estética son conceptos o nociones emparentadas, pero diferentes. Lo malo es que hay cierta confusión posmoderna al respecto y es corriente encontrar personas que confunden ambas: consideran inmoral o no ético lo que rechazan por razones estéticas. Por ejemplo, que UPyD se haya asociado de modo instrumental con el FAC para asegurar el Grupo Parlamentario que el PP pretendía negarnos para, con la excusa de la “igualdad de trato”, negárselo a Amaiur (o lo contrario, que era algo perfectamente posible y muy verosímil). Personas que, como no les gusta nada la imagen del FAC, no quieren aparecer asociados en modo alguno con ese partido. Consideran que eso contamina los principios de quien lo haga, como si la asociación contaminara de modo automático y privara de ética a los asociados. Si fuera así, todos los diputados del Congreso estaríamos contaminados en nuestros principios por los principios rivales de los demás diputados con los que estamos voluntariamente asociados en el Parlamento (no por “imperativo legal”, como dicen los fariseos nacionalistas, sino porque nos da la gana y nos han elegido para hacerlo). Si un diputado no puede asociarse con otro cuyas ideas o identidad parezcan “feas”, olvidémonos del parlamentarismo y, de rebote, de la democracia. Como eso no es deseable, hagamos más bien otra cosa: dejemos de contaminar la ética con prejuicios estéticos. Es aconsejable leer a Kant para esto, porque dejó sentada la máxima ética de que no es legítimo usar al otro como un medio: debemos ver a los demás seres humanos como fines autónomos, no como instrumentos para los nuestros privados. Así que dejemos de reducir la política a la ética, porque es otra cosa. Vamos a eso.

La política tiene sin duda exigencias éticas y base ética, pues sin reflexión moral es muy difícil desarrollar una política entendida como “cosa pública” e interés general. Es decir, la clase de política que en general llamamos democracia. Porque la democracia parte del principio de que la comunidad política está formada por iguales, pero esa idea sólo tiene sentido a partir de una ética de la igualdad de o entre ciertas personas (o todas). Lo que los griegos llamaban hómoioi q formaban el demos de una polis. Para esto, nada como Aristóteles y su idea de que la naturaleza humana integral es inseparable de su pertenencia a una comunidad política como zóon politikon (animal político, sin ironía alguna), con el debido fundamento lógico de la idea ético-política de igualdad. El mismo Aristóteles distinguió magistralmente el ámbito de la ética del de la política: emparentadas, pero distintas (como la ética y la estética).

A diferencia de la ética, que ante todo pertenece al ámbito personal del yo, la política es el ámbito del nosotros, la cosa de todos o Res publica de los romanos. La política busca soluciones para asuntos a los que la ética no llega (y viceversa). Reducir la política a decisiones meramente éticas (o aparentemente éticas) es un error comparable a confundir, por ejemplo, la ciencia con la tecnología o la nutrición con la gastronomía. Ni hacer telescopios es astronomía, aunque hagan falta para hacerla, ni la proporción de lípidos aconsejable es una receta de cocina. Sólo cuando se ignora esta diferencia de niveles o ámbitos se llega a la conclusión de que acciones indispensables en política, tales como pactar, acordar o negociar, y no sólo con los iguales a ti en ideas sino con los rivales, son acciones “carentes de ética”. O si se rechaza que hay una ética de los principios y una ética de las consecuencias o de la responsabilidad en relación conflictiva.

Empeñarse en hacer una política reducida a gestos éticos –o que parezcan que lo son, siendo más bien estéticos- es condenarse a la irresponsabilidad y a la parálisis. No, estamos en política para hacer política, es decir, para hacer progresar nuestro proyecto político contra viento y marea. Y eso exige hacer cosas tan políticas como maniobrar, acordar, prever, negociar, calcular y tener sentido de la oportunidad (que sólo un moralista apolítico consideraría oportunismo), o comerte un sapo de vez en cuando como el que nos ha servido el PP con su indecente equiparacion burocrática de UPyD y Amaiur. Para hacer política con mayúscula en el Congreso, UPyD ha tenido que asociar temporalmente a un diputado (tan diputado como nosotros) del FAC, un partido con el que tenemos tan poco que ver como con los demás del Congreso. Quien rechace esta asociación por “falta de coherencia” o “inmoralidad” estará confundiendo estética con ética, y ésta con política, o sencillamente desea que fracase nuestro proyecto político.

Coda final: a Churchill, fervoroso anticomunista, le reprocharon durante la guerra mundial la alianza con Stalin y los discursos a favor del pueblo ruso y la resistencia soviética. Sus detractores decían que eso era incoherente, traición a sus principios y cosas peores. Churchill respondió asegurando que si Hitler invadiera el infierno él haría un discurso en los Comunes a favor del diablo. De eso se trata, exactamente.

martes, 10 de enero de 2012

Iguales ante la ley


La opinión de Rosa Díez en su blog.


Hemos explicado en numerosas ocasiones los efectos perniciosos sobre la democracia de una Ley Electoral que consagra la desigualdad del voto entre los ciudadanos. La ley actual, cuyos antecedentes hay que situar en las postrimerías del franquismo, no sólo es injusta por los efectos que provoca a la hora de atribuir representantes a los distintos partidos políticos. Es sobre todo injusta porque vulnera un principio democrático básico: que los ciudadanos han de ser tratados por las leyes en condiciones de igualdad. Y nada más contradictorio con ese principio que un sistema electoral que se rige por un principio que devalúa el voto de todo ciudadano que comete la osadía de elegir las candidaturas de un partido político que no es ni PP ni PSOE ni nacionalista.

Es por eso que para UPyD la reforma de la Ley Electoral es una asignatura pendiente de la democracia. Esta semana se constituirán las Cortes, se elegirá la Mesa, prometeremos o juraremos nuestros cargos como Diputados y la X Legislatura iniciará su trabajo. Nuestro partido presentará inmediatamente una serie de iniciativas que tienen que ver con las tres áreas troncales de nuestro compromiso con los ciudadanos: regeneración democrática, políticas económicas y políticas sociales para garantizar la cohesión y la equidad entre todos los españoles.

Pero antes de empezar tendremos que afrontar y vencer un nuevo escollo: la constitución del Grupo Parlamentario de UPyD. Para que todo el mundo lo entienda, la diferencia entre tener grupo propio o formar parte del Mixto radica en la capacidad y autonomía de trabajo que te da una opción u otra. A la hora de presentar y defender iniciativas los grupos tienen su propio cupo; dentro del Mixto (que tiene un cupo) hay que repartirse a su vez ese turno ente los partidos que lo componen; así que dependiendo del número de diputados que formen parte del Mixto te puede tocar defender una iniciativa legislativa en un periodo de sesiones, o en uno y medio, o en dos… según. O interpelar al Gobierno. O intervenir en el Pleno… O sea, el Grupo Parlamentario es un instrumento de trabajo para defender en mejores condiciones el proyecto que una opción política representa en la Cámara. Es un instrumento al servicio de los ciudadanos, para cumplir la tarea que nos han encomendado, aquella por y para la que somos diputados.

Si nos quitan ese instrumento, si no nos reconocen el derecho (un millón ciento cuarenta y tres mil doscientos veinticinco votos, ciento cincuenta mil más que CIU, casi cuatro veces más que el PNV…) estarán castigando dos veces a quienes tuvieron la osadía de votar el proyecto y las candidaturas de UPyD. Si no nos reconocen ese derecho (habiendo, como hay, todo tipo de precedentes en los treinta años de democracia y de aplicación del Reglamento de la Cámara) nos estarían penalizando dos veces: la primera con la Ley Electoral; la segunda con una interpretación del Reglamento hecha ex profeso para privarnos de un instrumento fundamental para el desarrollo de nuestra tarea. Sería como condenarnos dos veces (a nosotros y sobre todo a los ciudadanos que nos votaron) por el mismo “delito”: haber elegido votar a un partido nacional que no es ni PSOE ni PP.

El Reglamento de la Cámara no tiene otro objeto que dar a los diputados instrumentos para desarrollar su tarea en condiciones de igualdad con sus correligionarios. Facilitar el trabajo de los diputados es responder al mandato constitucional de garantizar y facilitar la tarea de representación política de los cargos electos. No podría entender que la mayoría de la Mesa, el Partido Popular, obstaculizara el trabajo de un partido político que ha sido colocado por los ciudadanos como la cuarta fuerza política en número de votos. No podría entender que se constituyeran, a la vez, grupos parlamentarios con poco más de trescientos mil votos, poco más de la cuarta parte de los que tiene UPyD. Y menos aún podría entender que alguien quisiera utilizar la situación de Amaiur (que tendrá grupo, sí o sí, pues le basta con formarlo los seis del País Vasco, que tienen más del quince por ciento y sumar a partir de enero, nuevo periodo de sesiones, al séptimo electo por Navarra que pasaría unos días en el Mixto) para aplicar a UPyD la lectura más estricta y literal del reglamento, sin tener en cuenta ni los reiterados precedentes ni el espíritu y objetivo de la Ley.

En fin, que falta poco para saber cómo actuará la nueva mayoría. Espero que lo haga aplicando la ley en coherencia con su espíritu y con el objetivo constitucional de garantizar la igualdad a la hora de elegir y ser elegidos, y que corrija con la aplicación del Reglamento la penalización que la Ley Electoral ha inflingido a UPyD y a sus votantes. Será lo legal y será lo justo.

Veremos. En todo caso, sepan nuestros votantes que no renunciaremos a nuestro derecho a representarles en las mejores condiciones.