domingo, 29 de agosto de 2010

El crash del 2010. (2)


Ciertamente, desde 1950 hemos vivido muy bien, en Occidente mejor, claro: la edad dorada y, luego, los felices 2000, como los felices años veinte, sí. Pero las cosas se acaban; no por nada mágico, sino porque lo que vivimos forma parte de la evolución de esas mismas cosas. Magistralemnte lo expresa Charles Aznavour en "La Bohème": "Montmartre semble triste / Et les lilas sont morts". Al igual que para aquel pintor que hace años vivió intensamente una pasión en un barrio repleto de lilas, nuestro barrio parece ahora distinto, y las flores, marchitas. La evolución de las cosas, de nuestras cosas, nos ha llevado a un punto de ruptura trágico pero inevitable.
Será duro, durísimo, pero se superará, ¡evidentemente! No será el fin del mundo: nunca lo es; pero las cosas, nuestras cosas, nunca volverán a ser como fueron. Eso ya no es posible, es consecuencia de la evolución, es parte del precio que hay que pagar por ésta. Y ese precio supondrá que no volvamos a sentir un Montmartre igual de dichoso a como lo sentimos, ni a percibir las lilas en todo su esplendor.

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