jueves, 20 de enero de 2011
Una novela de barrio. (3)
- No, no me mire de ese modo, y reflexione sobre lo que usted ha perdido. Ha ganado alguna cosa, como por ejemplo el matrimonio homosexual, pero no creo que usted, después de separarse de su mujer, vaya a casarse con un hombre. Ha perdido el derecho de fumar. Coño, hasta el de fumar. Ha perdido usted el derecho de hablar con una prostituta en la calle, aunque sólo sea para darle la hora. Y no digamos la pobre prostituta, hija del pueblo redimido, que tendrá que comunicarse con los clientes usando el sistema Morse. Como ciudadano pacífico, tendrá una serie de limitaciones que ni siquiera la dictadura le impuso. Los verdaderos dictadores son los reglamentistas, se lo digo yo, pero contra los reglamentisats no se hacen revoluciones. Al contrario, a veces se les aplaude y, desde luego, se les paga.
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