sábado, 26 de septiembre de 2009

Cataluña in(ter)dependiente


La opinión de José Domingo en El Noticiero de las ideas.


El 21 de noviembre de 2006, José Montilla pronunciaba su discurso de investidura en el Parlamento de Cataluña. Lo iniciaba diciendo que Cataluña abría una nueva etapa y lo acababa con una descripción de su persona: “más que un ideólogo o un político, soy un trabajador de la política”, “discreto, pero transparente, no grito, pero sí dirijo, no gesticulo, pero sabré gestionar”. Montilla había aprendido la lección de la legislatura anterior en la que el Gobierno-montaña rusa de Maragall hizo del escándalo su seña de identidad. Aquel Gobierno tuvo su carta de presentación en el pacto del Tinell y continuó con al artefacto estatutario catalán que, finalmente, explotó en las manos de sus impulsores. Esta bomba de relojería está todavía pendiente de ser desactivada por el Tribunal Constitucional. Efectivamente, el de Montilla es un Gobierno menos estridente, pero muy eficaz en la construcción nacional. El Presidente de la Generalitat, nacido andaluz, no puede hablar de la Cataluña de sus antepasados pero trabaja para que sus hijos y nietos reconozcan a Cataluña como “nación”. Para lograrlo, utiliza el Estatuto de Autonomía de 2006 como instrumento idóneo para conseguir más autogobierno, más y mejor financiación y un mayor reconocimiento de la identidad nacional. Sin necesidad de gritar, defiende una Cataluña interdependiente de España y de Europa, esto es con dependencia recíproca respecto a ambas. Esta política, calculadamente ambigua, permite que un vector de su Gobierno (ERC) trabaje, con la ayuda del presupuesto de la Generalitat, a favor de la independencia. La “Entesa Nacional de Progrés” El examen del documento programático del Gobierno, denominado de la “Entesa Nacional de Progrés” y la actualización de ese acuerdo, pactado por los socios de gobierno en abril de este año, son buenas muestras de las formas de Montilla. Los titulares del programa son aparentemente inocuos (“Progreso social y atención a las personas”, “Profundización del autogobierno, del Gobierno local y de la acción exterior; la calidad democrática y nuevos valores” e “Impulso económico, empleo y política territorial”) pero el menudillo está cargado de ideología fundamentada en los siguientes principios: a) la demolición simbólica de la presencia de la Administración General del Estado en Cataluña; b) el reforzamiento de la identidad catalana y el impulso al ámbito catalán de decisión; y c) la organización de una estructura que sirva de base para un hipotético Estado catalán. Esta decidida acción de gobierno no hubiera sido posible sin el Estatuto de Autonomía de Cataluña, la complicidad silente del Gobierno de la Nación y la inoperancia del Tribunal Constitucional que, tres años después, no ha sido capaz de dictar la sentencia que sopese la constitucionalidad de aquella norma. La situación sostenida de interinidad se ha aprovechado para ir construyendo una arquitectura normativa que hace desaparecer en la práctica a la Administración General del Estado. Así, en este periodo transitorio se han aprobado leyes que desarrollan el Estatuto como el Consejo de Relaciones Laborales de Cataluña, al servicio del espacio catalán de relaciones laborales, la Agencia Tributaria Catalana que gestiona, recauda, liquida e inspecciona los impuestos en Cataluña; y el Consejo de Garantías Estatutarias que convierte a este órgano en una especie de sucedáneo del Tribunal Constitucional. También, se está tramitando en estos momentos el proyecto de ley del Síndic de Greuges que impedirá la supervisión de la Administración catalana por parte del Defensor del Pueblo. En esta misma línea de fractura se encuadra la futura creación de la Agencia Catalana de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social que acabará con la dependencia orgánica que tenían los Inspectores de Trabajo de su Ministerio, a pesar de la oposición de las organizaciones sindicales y empresariales a nivel nacional. En esta labor de demolición juega también un papel trascendental la deslegitimación de las instituciones o empresas estatales. Son muchas las campañas orquestadas en las que se presentan como inservibles, por profundamente ineficaces, a empresas públicas como RENFE, AENA o la Administración de Justicia. Estas campañas son parte de una estrategia, bien diseñada, que identifica lo español (esto es, lo estatal) con la mala gestión, mientras que la transferencia de competencias cuenta con la presunción de la eficacia administrativa. El proceso se ha visto completado con la progresiva consolidación de una estructura propia de un Estado, según el modelo clásico. Para ello, resulta imprescindible controlar la policía y dotarse de una administración exterior. En lo que hace referencia al modelo policial, el despliegue de la policía autonómica ha finalizado en 2008 con la llegada de los Mossos d’Esquadra a la provincia de Tarragona, pasando a desempeñar la Policía Nacional y la Guardia Civil un papel anecdótico. Uno de los temas estrella de esta legislatura, aparte de la financiación autonómica, es la creación de la Administración exterior catalana. Carod viene insistiendo en que el nuevo Estatuto da fundamento suficiente a la Generalitat “para crear una estructura dedicada a las relaciones internacionales“, a pesar de que el artículo 149 de la Constitución atribuye explícitamente la competencia exclusiva de estas relaciones al Estado, y de que dicho sintagma no aparece en todo el texto del Estatuto (art. 193) que únicamente faculta al Gobierno catalán a llevar acciones con proyección exterior que se deriven directamente de sus competencias. Amparándose en ello, se están creando las Delegaciones del Gobierno de la Generalitat en el exterior. Basta leer los discursos de Carod en Berlín, Londres o Nueva York, con motivo de la inauguración de las nuevas Oficinas, para apreciar el nivel de deslealtad institucional que contienen. Este no es un tema menor puesto que de lo que se trata es de dar apariencia de Estado y de ahí que sólo figure en sus sedes la bandera catalana; además, se presenta a Cataluña como una Comunidad al margen de España y obligada a convivir en ella por una imposición secular. El discurso exterior catalán, se combina con una recurrente reivindicación de lo particular y un aparente pacifismo de raíces históricas inmemoriales que, según la “diplomacia” catalana son garantía de su buena fe y de su carencia de veleidades expansionistas o neocolonizadoras. Esta idiosincrasia supuestamente no-beligerante ha derivado hasta ahora en sonados enfrentamientos con compañías de aviación (Air Berlin) o medios de comunicación privados (The Economist) por asuntos relacionados con las críticas que han efectuado estos medios al modelo lingüístico catalán. La Ley de Educación de Cataluña Esta obsesión por la política lingüística, que empapa el discurso de Montilla, repleto de citas sobre la “lengua propia” y la descalificación de aquellos que defienden la libertad lingüística, atribuyéndoles, de forma malévola, un deseo de romper la convivencia en Cataluña (el discurso de Montilla está impregnado de lenguaje nacionalista y es habitual que en sus intervenciones públicas apele, de forma continuada, al sentimiento de pertenencia y a los conceptos de nación, pueblo o país). El documento programático de la “Entesa Nacional de Progrés” no preveía una nueva ley de educación de Cataluña y, aparentemente, la presencia al frente del Departamento de Educación de un socialista, cuando hasta ahora esta Consejería había sido feudo republicano, hizo albergar esperanzas sobre una mayor flexibilidad en la política lingüística en la escuela. Es más, al poco de iniciar su mandato, Ernest Maragall, hermano del expresidente de la Generalitat y responsable de la educación, reconoció en el Parlamento que los niños de Olot no sabían hablar bien castellano, lo que justificaría una mayor presencia del castellano en las aulas. La sinceridad de Maragall desembocó en una reacción durísima de los nacionalistas de ERC y de CiU. Fue el inicio del cambio de modelo lingüístico que se consagra en el proyecto de ley de Educación de Cataluña. La situación de debilidad jurídica de la política educativa catalana era cuestionada por el Gobierno de la Nación, al intentar aplicar el Real Decreto de enseñanzas mínimas que prevé impartir tres horas de castellano a la semana y por los tribunales que dejaban al descubierto el artificioso engranaje administrativo que había servido de soporte a los atropellos lingüísticos. En concreto, la sentencia del Tribunal Supremo confirmando la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que obligaba a preguntar a los padres en la hoja de preinscripción por la lengua en la que querían escolarizar a sus hijos en la primera enseñanza (hasta los ocho años) encendió la alarma roja del Tripartito, llevando a ERC a condicionar su continuidad en el Gobierno al blindaje de la política lingüística. La contestación se ha materializado en la aprobación de un Plan de Inmersión y el nuevo régimen lingüístico de la Ley de Educación de Cataluña que extinguen los pocos derechos de los castellanohablantes que reconocía el artículo 21 de la Ley de Política Lingüística de 1998. De aprobarse el proyecto de ley, la inmersión lingüística será reconocida por primera vez en un texto normativo y los castellanohablantes sólo tendrán derecho a reclamar la escolarización en su lengua habitual durante un único año mediante el modelo segregacionista de la atención individualizada. Son los socialistas, nuevamente, ya lo hicieron en la ley de Normalización de 1983 y en la Ley de Política Lingüística de 1998, los encargados de aplastar la escolarización en castellano. La lengua de acogida de los inmigrantes El último paso en el proceso de construcción nacional es la asimilación cultural de los inmigrantes. Cataluña, cuenta con casi un millón cuatrocientos mil residentes extranjeros (un 16% de su censo) y esta cifra preocupa a los defensores de una identidad única catalana. El Gobierno en el año 2007, con motivo del Congreso Internacional sobre la acogida de las personas bienvenidas, presentó una ponencia en la que, al hablar de acogida para los inmigrantes, quedaba claro que se pretendía intervenir en el uso de la lengua catalana de los colectivos de la “nueva inmigración”. La aprobación de un pacto nacional (¡como no!) para la inmigración ha sido la coartada para la elaboración de una Ley de acogida en la que se condiciona el imprescindible certificado de arraigo al conocimiento de la lengua catalana, priorizada respecto al castellano, lengua oficial del Estado. De aprobarse en su literalidad el proyecto resultará, por ejemplo, que un residente de nacionalidad argentina en Madrid no tendrá problemas de arraigo y, en cambio, si vive en Tarragona, le darán el certificado cuando acredite los conocimientos lingüísticos (en lengua catalana, por supuesto). Los efectos del Estatuto de Autonomía han continuado influyendo en la política catalana y es la promesa del paraíso de la especificidad el que guía al Gobierno. Su empecinamiento en marcar la diferencia hace inviable, por ahora, la posibilidad de un gobierno en el que los intereses nacionales, entendiendo por tales los de toda España, primen sobre lo particular.

jueves, 24 de septiembre de 2009

El Gobierno, entre Escila y Caribdis


Javier Pradera en El País


El presidente Zapatero ratificó el pasado sábado ante el Comité Federal del PSOE -en su condición de secretario general de los socialistas- la decisión gubernamental de elevar la presión fiscal en torno al 1,5% del PIB, previamente anunciada durante el debate celebrado el 9 de septiembre sobre la evolución y las perspectivas de la situación económica y el empleo. La pésima costumbre de sustituir las sesiones del Parlamento por las reuniones de los partidos como ámbitos noticiosos alcanzó también al aplazamiento durante un año del cobro de los 1.500 millones adeudados por los ayuntamientos. Hasta la aprobación por el Gobierno esta semana de los Presupuestos Generales de 2010 y su posterior negociación con los grupos parlamentarios aliados, no se podrá conocer la nueva estructura de los ingresos del Estado. Zapatero mantiene el suspense hitchcockiano creado por los contradictorios globos sonda lanzados desde medios oficiales: sólo ha avanzado el scoop de que "algunos ajustes fiscales serán al alza y otros a la baja".

La alternativa a la subida de impuestos anunciada por el Ejecutivo sería una elevación del déficit

El objetivo básico de ese incremento recaudatorio de 15.000 millones sería garantizar la cobertura de los gastos sociales -disparados por los dos años largos de crisis económica- sin necesidad de incrementar todavía más un déficit presupuestario que rondará al final de este ejercicio el inquietante porcentaje del 10%. De tomarse al pie de la letra las palabras pronunciadas por el presidente Zapatero en el debate parlamentario, la política impositiva tiene una vertiente instrumental en cada fase del ciclo, "además de un postulado que responde a cuestiones ideológicas". Así pues, la conveniencia de bajar o de subir la presión fiscal depende sólo de la coyuntura: "No me aproximo al tema de los impuestos con una actitud dogmática en ningún sentido". Situados igualmente en esa perspectiva instrumental, no faltan destacados expertos -ajenos a la CEOE- en desacuerdo con cualquier elevación fiscal previa a la consolidación de la fase ascendente del ciclo. A juicio de esos economistas, que trabajan para el Gobierno o se muestran muy próximos a sus planteamientos políticos, se debería aplazar la subida de impuestos -a la larga necesaria- hasta que la tarta aumente de tamaño y recurrir entre tanto a un aumento del déficit. Aun discrepando de la afirmación de Zapatero sobre el carácter exclusivamente técnico de la decisión, el Gobierno y el PSOE parecen resueltos a justificar el alza impositiva no tanto por razones instrumentales como por criterios valorativos de equidad que enfrentarían las posiciones socialdemócratas con las conservadoras.

La dificultad de elegir entre dos males -en esta ocasión subir los impuestos o elevar el déficit- tiene una larga tradición: el astuto Ulises sufrió esa prueba tras eludir los embrujos de las sirenas en su viaje de regreso a Ítaca. A fin de no naufragar en las embravecidas aguas del estrecho de Mesina, el ingenioso aqueo prefirió bordear la roca habitada por la monstruosa Escila, que devoró a seis tripulantes de su nave, antes que orillar el peñasco de la aún más terrible Caribdis. Las amenazas para el Gobierno son la subida de impuestos, con un inevitable coste electoral y eventuales efectos perversos para el empleo, y el aumento del déficit, situado ya en porcentajes peligrosos para la Unión Europea.

Zapatero ha tenido que aprender a costa de su imagen que el rosado optimismo no es una guía mejor para la toma de decisiones que el negro pesimismo: la incertidumbre propia de la economía exige conocimientos, prudencia y modestia. Durante el debate en el Congreso, confesó con reticencia sarcástica ("reconozco mi error: algunos de los que suben a esta tribuna nunca se equivocan") que había infravalorado la gravedad de la crisis. Ironizando a costa de quienes mantienen oculta "una receta guardada en la caja fuerte" para resolver la crisis del sistema financiero internacional, el presidente del Gobierno parece haberse percatado de que el futuro se halla tejido con hilos imprevisibles. Si nadie puede hoy "afirmar con rotundidad" cuándo se producirá la recuperación del crecimiento económico estable, carece de sentido -recalca- exigir del Ejecutivo "un juego de vaticinios": sabia lección cuyas enseñanzas debería seguir de ahora en adelante el propio Zapatero para no basar sus decisiones sobre expectativas falsas.

martes, 22 de septiembre de 2009

Catalonia is not Poland


La opinión de José Domingo.


Algunos acontecimientos han venido a situar las cosas en su sitio después del chaparrón del referéndum-bufo de Arenys sobre la independencia de Cataluña y del anuncio del rosario de consultas que pretenden convocar "nuestros secesionistas" en municipios estratégicamente seleccionados.

El primero, las obstinadas y repetidas protestas de los operarios que han perdido su puesto de trabajo y que persisten en plantear sus reivindicaciones con desparpajo no nacionalista (sin ir más lejos, el “Catalonia is not Poland” de los trabajadores de Sharp); el segundo, la palmaria demostración de que el clásico "Espanya ens roba" debe ser reemplazado por el más adecuado: "Els nostres burguesos ens roben, i de quina manera!”. Finalmente, el último golpe, la selección española de baloncesto ha ganado la Copa de Europa con un equipo formado en su mayoría por catalanes que tiene en sus filas al mejor jugador del torneo, Pau Gasol -que dedica el triunfo a toda España- y con un capitán, Juan Carlos Navarro, que se muestra eufórico al recoger el trofeo. Además, el equipo es una piña en el que los diferentes orígenes conviven armónicamente sin ningún tipo de conflicto.

A la vista de lo anterior, sugiero que los soberanistas abandonen la matraca independentista (por ahora, sabemos que poco más de tres mil personas de los más de siete millones de habitantes están a favor de convertir a nuestra Comunidad Autónoma en Estado independiente) y se dediquen a crear empleo, a controlar interna y financieramente los gastos de las instituciones catalanas y a celebrar (también hay que divertirse) los triunfos de la selección preparando homenajes a los jugadores catalanes que tanto han contribuido al éxito del baloncesto español.

martes, 15 de septiembre de 2009

Proteger al que enseña


Gabriel Albiac en ABC

EN el que es para mí su más acabado relato, pone Jorge Luis Borges a su Paracelso en presencia del joven Grisebach, que aspira a ser aceptado como su discípulo. Reticente, el viejo sabio deja que exponga sus motivos. Grisebach habla con respeto e inteligencia. Paracelso mantiene su distancia, sin embargo. Tal vez le inquieta el ímpetu excesivo de este que quiere ser aprendiz suyo: pero un aprendiz no habla; y, menos aún, pregunta; y, en ningún caso, exige nada a su maestro. El joven tiende una bolsa de oro. Y formula su propósito: «Es fama que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por obra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera». Paracelso lo mira, desolado. El lector percibe un vidrio infranqueable entre ambos. Grisebach busca romperlo: toma de la mesa la rosa que trajo consigo, la arroja al fuego, al poco no es más que ceniza. El maestro le devuelve su dinero y lo despide. La puerta se cierra. «Paracelso», escribe Borges, «se quedó solo. Antes de apagar la lámpara y de sentarse en el fatigado sillón, volcó el tenue puñado de ceniza en la mano cóncava y dijo una palabra en voz baja. La rosa resurgió».
Enseñanza autoritaria es pleonasmo. Habla el maestro. Sus palabras se perderían en lo inútil, si discípulo y maestro estuvieran en igual plano. Aprender es posible sólo cuando alguien -el que sabe- ocupa un lugar simbólico cuya preeminencia el otro -el que aprende- respeta, aun antes de que una palabra sea dicha. Sin esa cesión, no hay saber ni maestría que puedan ser transmitidos. Son las reglas de un juego en el cual cada sociedad se juega su ser. Sin la autoridad del que sabe ante el que aprende, ningún patrimonio anímico es transmisible. Durante siglos, la garantía de lo sagrado fue respaldo de tal continuidad de saberes, esto es, de autoridades. San Agustín, en De Magistro, daba razón de ello: ¿por qué aceptar la voz del maestro, si no es porque a través de él habla algo que es en sí mismo sagrado? «Al que escucha, si las sintió y presenció, mis palabras no le enseñan nada, sino que él reconoce la verdad por las imágenes que lleva en sí mismo; pero, si no las ha sentido, ¿quién no verá que él, más que aprender, da fe a las palabras? Cuando se trata de lo que captamos con la mente, es decir, con el entendimiento y la razón, hablamos de lo que vemos presente en la luz interior de la verdad, con que está iluminado y goza el llamado hombre interior; pero entonces, también el que nos oye, si él mismo ve con una mirada simple y secreta esas cosas, conoce lo que yo digo en virtud de su contemplación, no por mis palabras. Luego tampoco a éste, que ve cosas verdaderas, le enseño yo algo diciéndole la verdad, pues aprende, no por mis palabras, sino por las mismas cosas que Dios le muestra interiormente; por lo tanto, si le preguntase sobre estas cosas, también él podría responder. ¿Y hay nada más absurdo que pensar que le enseño con mi locución, cuando podía, preguntado, exponer las mismas cosas antes de que yo le hablase».
¿Qué autoridad queda al maestro, cuando la reverencia debida a su metafísico vicariato de lo divino no posee ya subsuelo de creencia en el que enraizar? Es duro responder que no hemos hallado nada con lo cual suplir aquel altar de lo sagrado que, tras la huida de los dioses que cantara Hölderlin, hizo del magisterio oficio en nada superior al de los lacayos. ¿Por qué respetar a ese pobre diablo mal pagado, en cuya función nadie cree, el Estado menos que nadie? Bien está que, al menos, la administración lo proteja de palos y humillaciones. Pero el maestro ha muerto.

martes, 8 de septiembre de 2009

De falangistas y comunistas


La opinión de José Domingo.


De todas las informaciones leídas sobre el falso referéndum de Arenys de Munt convocado por el “Moviment Arenyenc per l’Autodeterminació”, me han parecido especialmente tendenciosos los titulares de algunos periódicos. Según han publicado, el abogado del Estado que ha interpuesto el recurso contencioso-administrativo contra la moción aprobada por el pleno de ese Ayuntamiento en apoyo a la consulta, tiene un pasado falangista.

No ha sido la Falange la que ha decidido recurrir el acuerdo del Ayuntamiento, sino la Delegación del Gobierno en Cataluña que dirige el socialista Joan Rangel. Los Abogados del Estado son los encargados de defender y representar en juicio a la Administración central por lo que la ideología actual o pasada del excelente abogado Sr. Jorge Buxadé es intrascendente a esos efectos. En estos mismos días se ha conocido que la Delegación del Gobierno en Andalucía ha presentado un recurso contencioso-administrativo contra el acuerdo del Ayuntamiento de Granada de mantener un monumento a José Antonio Primo de Rivera en la vía pública por entender que esta decisión vulnera la Ley de Memoria Histórica. Ningún medio de comunicación ha hurgado en la condición ideológica del abogado del Estado que lleva el caso. Desconocemos si es socialista, democratacristiano o carlista. Y así debe ser, puesto que a estos funcionarios se les piden cuentas por la calidad de la defensa jurídica, no por su adscripción ideológica. Conozco a algunos Abogados de la Generalitat que han tenido que defender resoluciones de esta Administración en las antípodas de su pensamiento, y han ganado el pleito.

El abogado del Ayuntamiento de Arenys de Munt es el diputado Salvador Milà que actualmente milita en ICV y antes fue del PSUC, cuando este partido se reconocía comunista. Salvador Milà no pleitea al lado del ayuntamiento por su antigua condición de joven comunista, sino porque ha recibido un encargo profesional consistente en defender la legalidad del acuerdo de esa corporación de apoyar consultas populares en su municipio. Desconozco si el Ayuntamiento de Arenys de Munt apoyaría y cedería sus locales para preguntar a los vecinos sobre si están de acuerdo con la castración de los violadores, o la despenalización de la pederastia, o la defenestración del alcalde, o el apedreamiento de los gatos. Es de imaginar que sí, puesto que su defensa se basa en el genérico derecho del ayuntamiento a facilitar las consultas populares. Se ha de asumir, por lo tanto, que la coincidencia de que el alcalde de ese pueblo sea integrante de la Comisión promotora del “referéndum” que desde Arenys de Munt defiende de manera ambiciosa la independencia para toda Cataluña, es un hecho intrascendente a efectos de la decisión municipal.

Si el debate es meramente jurídico hay que situarlo en estos términos y descargarlo de contenido político. La cuestión de fondo sería la misma, fuera cual fuera la pregunta, esto es, si los ayuntamientos contravienen la ley cuando dan apoyo y cobertura mediante acuerdos municipales a asociaciones que quieren efectuar consultas no vinculantes a sus vecinos. Por lo tanto, el hecho de que los defensores de las partes implicadas en el proceso sean falangistas, comunistas, independentistas, o anarquistas es irrelevante y quien ponga el acento en esa circunstancia actúa con evidente mala fe.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Sobre sabios, bobos y malvados


Félix de Azúa en El País.


Imagino al viejo profesor aún errante entre París, Chicago, Ginebra, Londres, Dios sabe. Puede anidar donde le apetezca, cerca de una biblioteca, eso sí. Es viejo, pero muchos le siguen leyendo porque nunca escribió como un profesor, sino como un escritor.

Sin los judíos de Viena, el mundo germánico iba a convertirse en un cuartel de borrachos

Cierta moral idiota tiende a distinguir los crímenes de Hitler de los de Stalin

No sé cuáles pueden ser ahora sus hábitos. ¿Mira la luna cuando se tiñe de amarillo como si tuviera ictericia? ¿Le aburre leer a los trágicos? ¿Acaricia a su gato con una pizca de autocompasión? Ni idea. Sin embargo, todo lo que he leído de este viejo judío de 80 años me ha complacido y le tengo un agradecimiento que nunca podré compensar ni con una felicitación navideña. "Happy new year, dear profesor Steiner". En la cartulina se ve un arbolito adornado con bolas luminosas y a sus pies un monigote de nieve con sombrero y pipa. Felicitación de tía hidrópica y en residencia, que apenas miramos antes de arrojarla al cesto. Los últimos resplandores del amor son demasiado dolorosos.

Creo que lo que más he apreciado en George Steiner es la infrecuente atadura de modestia y soberbia, humildad y orgullo, que asocio con los judíos de novela centroeuropea. Aquellos ciudadanos que inclinaban la cabeza o bajaban de la acera cuando se cruzaban con un oficial vienés, pero que sabían con certeza cristalina que el mundo germánico podía prescindir de la totalidad del Ejército austriaco (y así fue), pero quedaría reducido a un cuartel de borrachos si se destruía a los judíos de Viena. Y así fue.

No es su saber, que es considerable, lo que me gusta de este hombre, sino lo que hace con ese saber. Yo supongo que es la misma simpatía que me produce la obra de Stefan Zweig, cuyos libros llevan incorporado el corsé, el parasol de seda, el sombrero de paja italiano, los veranos en Baden Baden y términos como "clorótico" o "mozalbete", pero que no han perdido ni un ápice de su singular sagacidad, ni esa capacidad para hablarle al lector como si estuvieran los dos sentados en un café, envueltos por el humo de los cigarros. La narración puede interrumpirse para pedir otro marillenschnaps o para encomiar la entrada de una belleza que (se dice) alivia las cargas del ministro consejero de la Guerra, y seguir al cabo de un rato en el mismo tono de voz, la misma mirada al mármol, igual recogimiento. El estilo es modesto, lo que se cuenta es soberbio.

Ahora que George Steiner está un poco cansado (¡cómo ha de abatir ver en los rimeros de la biblioteca 30 libros escritos a lo largo de una vida entera, libros excelentes, elegantes, y que sin embargo carecen ya de la menor importancia!), le habrá subido la densidad a su escepticismo.

Siempre miró la vanidad del mundo por una esquina del ojo, nunca pudo vivir sin impaciencia el oropel, el boato, la purpurina de la buena sociedad. Al final de su vida ha aceptado algunos premios y honores, sí, tampoco es cuestión de avergonzar a los admiradores, pero con una distancia e ironía tan sutiles que sus valedores ni la pillan.

No sé si volverá a escribir alguna obra de envergadura. ¿Para qué? Él ya no lo necesita. Escribió sus libros para averiguar qué es lo que quería saber. Y ahora ya lo sabe. Para compensar, sus seguidores están recogiendo papeles por aquí y por allá, escritos que habían quedado sepultos en almacenes de revistas y diarios, algunos ya desaparecidos, donde podían haber yacido para siempre hasta hacerse polvo.

Sin embargo, en muchos de estos escritos circunstanciales, a veces forzados por la intendencia, hay fantasías, ideas, juicios, que no se habría permitido en un libro "serio" que iba a ser forzosamente comentado en el Times Literary Suplement o en el New York Review of Books. Demasiada responsabilidad, sobre todo, para el comentarista. ¿Cómo vas a hacerle esa jugada? No le pongas en un compromiso.

De modo que los libros que recogen su obra menor guardan algunas de las mejores páginas que le he leído, justamente porque aparecieron en ciertos medios a cuya clientela conocía como a su cepillo de dientes y no corría peligro ninguno mostrando su vena sarcástica.

En el último de ellos (hasta el momento) se recogen casi 30 artículos publicados por la revista americana The New Yorker (la traducción española está en la editorial Siruela) cuyos lectores forman un compacto biotopo de ejecutivos liberales, profesores de mediana edad, acomodadas matronas con ventana a Central Park, judíos cultivados y un manojo de radical chic. Es como escribir para tus hijos. Puedes permitirte burlas sobre los abuelos que nunca incluirías en una conferencia.

Es el estupendo equilibrio entre modestia y soberbia lo que le permite ser el mejor introductor de Thomas Bernhard en el mundo anglosajón, sin escatimar una colleja por el exceso de jeremiadas. O alabar como es debido el teatro de Brecht, sin ocultar la abyección moral del personaje. Poner en su sitio la radical belleza de la música de Webern, sin olvidar su confusa relación con los nazis. O, por el contrario, esclarecer la naturaleza criminal de Albert Speer sin negar su inteligencia, tan codiciada por los occidentales: fueron los rusos quienes impidieron que Speer se convirtiera en un ejecutivo de la élite industrial americana, como tantos otros nazis.

Si hubiera de destacar una sola de las virtudes que trae consigo este asombroso equilibrio entre humildad y orgullo, yo diría que es su coraje para asumir la identidad ética de comunismo y nazismo, así como para denunciar esa moral idiota de tantos europeos que tienden a distinguir los crímenes de Hitler de los de Stalin, justificando los de este último como "más comprensibles". Steiner es uno de los escasos escritores que desde hace muchos años (últimamente esta idiotez moral parece que disminuye) ha puesto las cosas en su sitio. Quizás porque sabe que el antisemitismo estalinista no tuvo nada que envidiar al nazi.

Mucho antes de la caída del muro de Berlín, en 1980, escribió Steiner un artículo magistral. Es uno de los más largos del libro y el más hermoso que he leído sobre ese sujeto repugnante que fue sir Anthony Blunt. No escatima alabanzas para el experto en barroco y neoclásico, ensalza las monografías que escribió Blunt, especialmente la de Poussin, no la hay mejor. Tampoco se ensaña con el personaje, cuya traición como agente doble del espionaje soviético y de los servicios británicos toma en su artículo un carácter turbio que luego expandiría John Banville en una estupenda novela.

En cierto modo, George Steiner quiere entender las debilidades de Blunt, su rencor contra la ignara clase alta inglesa, la sed de afirmación de un homosexual que podía ser condenado a penas humillantes. Pero entender no es comprender. El objeto de su artículo no es Blunt, sino aquellos que, una vez descubierto, juzgado y condenado, aún le defendían porque era "uno de los nuestros". En particular, sus colegas de Oxbridge, la aristocracia universitaria británica, los nacionalistas de la sabiduría.

He aquí lo que me lleva a sentir tanta simpatía por este hombre altivo y respetuoso: sabe cabalmente quién es un criminal, aunque alguno de ellos posea un talento del que carecen las gentes honradas. Al criminal hay que entenderle y castigarle sin ánimo de venganza. Pero a quien no se puede perdonar es al tullido moral que defiende o "comprende" a los criminales.

Como decía Cipolla, podemos llegar a entender la coherencia de un malvado, pero el imbécil es perfectamente incomprensible. Y detestable. La soberbia nos pide que tratemos de entender al criminal para combatirlo mejor. La modestia nos obliga a renegar del idiota que lo justifica. Así lo hizo Steiner sabiendo a lo que se arriesgaba, con el soberbio orgullo del modesto.