domingo, 22 de marzo de 2009

Relaciones entre linces y cigotos


Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.

Ha sido muy comentado que el Gobierno catalán prohibiera un anuncio de la Asociación por la Tolerancia en donde se publicitaban derechos de los catalanes que son conculcados cínicamente por el poder, y en cambio admitiera el lince de los obispos. Es lógico: nada más natural que el espíritu que comparten los jefes religiosos del bando católico y los del bando nacionalista. Tienen ambos como opción primera la salvación del alma. En un caso por la oración y la penitencia, en el otro por la lengua y la militancia. Y el alma es propiedad de Dios, el cual tiene la misma función sobrenatural que la Nación. Todo lo cual es archisabido incluso por los nacional-estalinistas, de modo que se trata de una farsa. No lo es, en cambio, que se encojan ante la demagogia de los obispos cuando denuncian un mejor trato a los linces que a las criaturas humanas. Esta sí es una mentira populista de pasmosa maldad y no la de los derechos constitucionales.

Todo está protegido, no hay debilidad sin ayuda estatal y cada criatura recibe la protección apropiada. Esta protección no la otorga un Gobierno u otro sino que se la da a sí misma la sociedad a través de múltiples procesos, uno de los cuales (y no el más efectivo) es la elección de representantes. A diferencia de hace medio siglo, el mandato social quiere que los ciudadanos y su entorno reciban protección, pero entre la madre y la simiente, prefieren proteger a la madre. Son los ciudadanos quienes han impuesto estas defensas y pobre del político que trate de saltárselas.

De modo que las instituciones acogen programas de ayudas a inválidos, desempleados, inmigrantes, madres abandonadas, ancianos, familiares o embarazadas con riesgos. La Iglesia también protege, sin duda. Todas las instituciones lo hacen. Pero hay una que rechina. La Conferencia episcopal, ofuscada por controlar la sexualidad de las mujeres, su presa obsesiva desde hace siglos, a quienes trata como meros depósitos. El feto las suprime. Esa crueldad ensombrece las labores compasivas de la Iglesia. Viejo asunto. Cada vez más apestoso.

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