sábado, 28 de marzo de 2009
Una lengua, un pueblo.
Joseba Arregui en El Periódico de Catalunya.
Algunos medios de comunicación se hicieron eco de unas palabras del presidente Montilla según las cuales la política lingüística de inmersión de las escuelas catalanas está al servicio de que Catalu- nya sea un pueblo, y un pueblo cohesionado. Más de un articulista se ha manifestado posteriormente en el mismo sentido y ha arremetido contra las críticas a esa política de inmersión lingüística porque ponen en peligro la realidad actual y futura de la existencia de un pueblo, estando el término uno tan subrayado como el término pueblo.
El término pueblo está acuciado del mismo problema que el término nación: nunca se sabe si el objeto de referencia es el conjunto de ciudadanos libres y sujetos de los mismos derechos, o si se trata de un conjunto definido por poseer una lengua común y por sentirse pertenecientes a la misma colectividad. Nunca se sabe si el término de referencia es la cultura y la lengua, o el sujeto político. Muchas veces se subraya el carácter cultural, pero dejando una puerta abierta a que suponga la base de un derecho político.
LA CONSTITUCIÓN española establece la pluralidad lingüística de España, aunque comete el error de jerarquizar normativamente la lengua española, error que podía haber evitado refiriéndose al valor de lengua franca del español. Algunos estatutos de autonomía, allí donde existe más de una lengua en el uso social, establecen la cooficialidad de dos lenguas: el español y el catalán o el euskera, o el gallego. Aunque también en estos casos se constata un esfuerzo por establecer una jerarquía entre las lenguas cooficiales: el catalán y el euskera son lenguas propias, cuando, al parecer, el español no lo es. El nuevo Estatut va más allá: el catalán será la lengua normal de la Administración catalana. Y el último Gobierno de Ibarretxe ha intentado, sin éxito, establecer que el euskera sea la lengua principal en la enseñanza.
Según la Constitución, la realidad lingüística plural de la sociedad española debe ser corregida hacia el reconocimiento de una lengua normativamente superior --al estipular su conocimiento como un deber--, hacia la ecuación una sociedad igual a una lengua, una lengua igual a una sociedad. Los esfuerzos políticos en Catalunya y Euskadi se dirigen en la misma dirección: una lengua igual a un pueblo, un pueblo igual a una lengua. Pero por copiar el error este no deja de ser error. En todo caso se agrava añadiendo un error más a algo que dificulta la convivencia en pluralidad.
El discurso de la España plural tiene su sentido: España, en cuanto Estado, no es algo homogéneo, pues en su interior existen distintas lenguas y distintas culturas. Hasta tal punto es plural España como Estado, que la condición de ciudadanía no está vinculada al sentimiento de pertenencia a la nación cultural española: alguien puede sentirse solo y exclusivamente vasco sin que por ello pierda sus derechos como ciudadano del Estado que es España. La diferencia entre España Estado, y España nación cultural, entre España nación política y España nación cultural es requisito imprescindible para la libertad de todos los ciudadanos españoles.
Pero este discurso de la España plural no adquiere todo su sentido si no se aplica de la misma forma a Catalunya, Euskadi y Galicia: también estas son plurales, y probablemente de forma aún más estructural y radical que España. La sociedad catalana, la vasca y la gallega son plurales en la medida en que sus ciudadanos son bilingües, en la media en que la gran mayoría de sus habitantes se sienten, en diversos y diferentes grados y mezclas, pertenecientes a varios ámbitos culturales, a varias naciones culturales, a Catalunya y a España, a Euskadi y a España, entendidas todas ellas como naciones culturales.
LA DIFERENCIA entre España Estado y España nación cultural es necesaria para la libertad de todos los ciudadanos del Estado. De la misma forma, la diferencia entre Catalunya como ámbito político y la nación catalana, entre Euskadi como ámbito político y la nación vasca, es necesaria para la libertad de todos los ciudadanos catalanes o vascos. Anular esta diferencia implica estrechar el espacio de libertad, limitar el pluralismo específico de esas sociedades. Lo propio de las sociedades plurales no solo en el sentido ideológico, sino también en el sentido lingüístico, cultural y de sentimiento de pertenencia, es la misma identidad plural y compleja, y no alguno de sus componentes.
Las referencias a las relaciones de Euskadi con España --por muy amistosas que se planteen--, de Catalunya con España, implican tomar como punto de partida dos realidades homogéneas en sí mismas y mutuamente diferenciables, algo que no se compadece con la afirmación de la complejidad y pluralismo propios de esas sociedades. El discurso de un pueblo y una lengua, de una lengua y un pueblo, significa reducir la complejidad, limitar el pluralismo y poner en peligro la libertad.
Posdata: los esfuerzos por facilitar la comunicación interna en las sociedades plurilingües como la catalana y la vasca son legítimos. La inmersión no es el único camino. El uso de ambas lenguas cooficiales como lenguas vehiculares no implica la segregación de la comunidad educativa en comunidades lingüísticas.
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