sábado, 25 de abril de 2009

Tontos útiles y bobos solemnes


Ignacio Ruiz Quintano, en ABC.

La verdad es que nos veíamos haciéndonos lenguas hoy del duelo de Sevilla: El Cid, la parte seria de la fiesta -por eso le negaron la música en el cuarto-, y Morante -mentón en conversación con el esternón-, la parte cómica, pero los victorinos salieron gatos por liebres, y uno debe ceñirse a la rigurosa actualidad, que desde el instante de nacer -porque el presente no existe- pertenece ya a la muerte.
La actualidad nos dice que los Sarkozy están al caer en Madrid, donde nadie ha resuelto la duda política de si Zapatero es un tonto útil, como tiene sugerido Sarkozy, o un bobo solemne, como tiene dicho Rajoy.
El CNI no revela el coeficiente intelectual de Zapatero. A Popper, que no era ningún rojo, los coeficientes intelectuales le parecían una insensatez de nuestra época:
-Lo más probable es que conduzcan a los norteamericanos a perder la próxima guerra mundial, pues sus generales son elegidos con arreglo a su coeficiente.
Sarkozy ve en Zapatero a un tonto útil porque gana elecciones con una miajita de inteligencia. Pero el «tonto útil» es un invento político de los comunistas, que lo diferenciaban del «compañero de viaje». Umbral, que fue las dos cosas, explica que el tonto era, en efecto, un tonto, pero resultaba útil precisamente por tonto. El compañero de viaje, en cambio, marcaba una categoría intelectualmente superior:
-Se trataba del intelectual que, sin militar, prestaba su firma a la causa. La vez que me recuerdo más tonto fue en una manifestación comunista de las Rondas a la plaza de Benavente. En cabeza, Carrillo, otros mandas y yo. En Atocha, Carrillo se marchó a un avión. Ausente el jefe, los mandas me fueron despidiendo como en un duelo, cada uno a su avión. En la plaza subimos a un tabladillo y vi que la noche era tensa de público y maderos. Cuando empecé a leer mi papela, los anarquistas gritaron «que lo lea un obrero». Marcelino Camacho, el único que había quedado, me dijo: «Lee y vámonos, que aquí hay mucho peligro.»
Blake escribe que el tonto no entrará en la Gloria, por santo que sea, lo cual no debe de quitarle el sueño a Zapatero, y Pope, que «el tonto con el tonto arman una bárbara guerra civil», como hemos visto con la ley de la memoria histórica. Ruano, estudioso del asunto, enseña a no confundir al tonto con el bobo, variante noble del tonto. El bobo es poético, mientras que el tonto es realista, con un sentimiento urgente del triunfo. Asombra en el tonto la seguridad sin matices que tiene en cada idea, porque los tontos tienen también ideas. Al tonto lo humilla el favor. El inteligente lo necesita. El listo lo utiliza. El bruto no lo entiende. El bobo lo llora. El encumbramiento sin cumbre es prebenda que no da Dios, sino un diablo burlón y, al fin, vengativo de su propia creación.
-Más honda será la caída en aquél que no debió subir.

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