viernes, 27 de febrero de 2009
Asfixiados y sin poder respirar
Artículo de José Manuel García Bravo, Concejal de C´s en Sant Andreu de la Barca.
A estas alturas ya no se le escapa a nadie la situación de crisis en la que nuestro país se encuentra inmerso. Lo fácil es ahora responsabilizar a otros de la situación. Lo fácil es esperar que otros la solucionen. Los que la sufren esperaban de los políticos respuestas, respuestas que no se han sabido dar.
Desde que Ciutadans entró en el Consistorio alertó que los índices de paro iban en aumento y que era preciso actuar. Los estudios realizados por el observatorio permanente del mercado laboral del Baix Llobregat, así lo ponían de manifiesto. Propusimos medidas para promover la implantación de empresas en nuestros polígonos, propusimos medidas para dotar de formación a los parados del municipio y adecuar su perfil a la oferta de puestos de trabajo. Nada se hizo o lo hecho no cubre las expectativas reales de los ciudadanos.
Durante dos años se ha elaborado presupuestos sin pensar realmente en la situación que se avecinaba. Ciutadans ha denunciado la falsa política social sobre la que han girado los presupuestos. Los datos reales han dado la razón a Ciutadans, sólo era cuestión de tiempo. Que no se suban los impuestos no significa que los vecinos de este municipio con su capacidad económica actual puedan afrontar la carga fiscal.
Nuestro grupo municipal propuso durante la elaboración de los presupuestos de los últimos dos años una mayor periodificación de los tributos más comunes, aliviando presión fiscal. No se nos hizo caso y ahora podemos observar como se ha incrementado en un 180% el importe de los tributos pendientes de cobro por parte del ayuntamiento. Los ciudadanos no pueden pagar. Se han dejado de ingresar cerca de 400 mil euros. Muchos ciudadanos están asfixiados por las deudas, pero además tampoco pueden respirar.
Se acaban de conocer los datos de calidad del aire de Sant Andreu de la Barca. El aire que respiramos supera, en cuanto a partículas en suspensión (PM10), el valor límite anual indicado para la protección de la salud humana. Ciutadans viene denunciando esta situación desde hace mucho tiempo, y la pasividad a la hora de plantear soluciones.
Nuestro Alcalde se dedica a firmar convenios, que no se cumplen, con las empresas contaminantes. Formulismos de cara a la galería. Nuestro Alcalde se pasea por Zagreb (Croacia), al amparo de la Organización Mundial de la Salud y de la Red Española de Ciudades Saludables, recogiendo distinciones y reconocimientos sin abordar el problema que tiene el municipio que preside. Nuestro Alcalde no responde a ninguna de las preguntas que al respecto Ciutadans le formula en pleno.
Queremos gestores, políticos implicados y humildes, que sepan reconocer problemas y errores, capaces de articular soluciones razonables y consensuadas.
A Ciutadans no nos van a hacer callar. Aunque nos retiren la palabra en los plenos, aunque nos digan que mentimos, el tiempo y los datos siempre terminan dándonos la razón.
jueves, 26 de febrero de 2009
La Licencia como pretexto
Francesc de Carreras en La Vanguardia.
La noticia política de los últimos días ha sido la dimisión del ministro de Justicia. No hace falta comentar las causas de esta dimisión, ya que son demasiado conocidas, pero una de ellas, seguramente la de menor entidad, es un buen pretexto para reflexionar sobre la actual situación del Estado de las autonomías.
Efectivamente, al ministro le pillaron cazando sin licencia. ¡Caramba! Que un ministro, además un ministro de Justicia, se arriesgue a participar en una cacería sin el permiso correspondiente obviamente constituye una infracción pero sobre todo denota una imprudencia política imperdonable. Pero ahí hay que señalar un matiz. El ministro es un cazador experto y adiestrado, nunca hubiera ido a cazar sin licencia, pero lo que le fallaron fueron sus conocimientos de geografía: la finca por donde andaba persiguiendo venados ya no pertenecía al territorio de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, de cuya administración había obtenido la licencia, sino que estaba situada en la comunidad autónoma de Andalucía. ¡Mecachis! Según confesión propia, sin darse cuenta, traspasó el linde entre ambas comunidades y no recordó que su licencia de Castilla-La Mancha no tenía validez en Andalucía: Un minúsculo error, pero que ha sido la gota que ha desbordado el vaso y, a la postre, le ha costado el cargo.
No me negarán que el asunto ridículo si no fuera, en realidad, patético. Por supuesto, el ministro ha cometido una ilegalidad, la ley es igual para todos y sobre él debe recaer la sanción administrativa correspondiente. Pero es patético que para poder cazar en toda España se necesiten 17 licencias distintas, una por comunidad autónoma. En otras palabras, acudir a 17 ventanillas y pagar 17 tasas.
No nos entretendremos mucho en formular ciertas consideraciones sobre la caza, que en otro momento podrían ser pertinentes. Pero no me puedo quedar sin decir que nunca he entendido porqué hay tanto afán en suprimir los toros y nadie pretende acabar, por los mismos motivos, con la caza. Al fin y al cabo, disparar contra una indefensa codorniz, un simpático conejo o un altivo y elegante ciervo, me parece mucho más cruel que entrar a matar con un fino estoque a un fornido toro que, tras pegarse la gran vidorra desde su nacimiento, está más en igualdad de condiciones con el torero que el delicado animalito del bosque frente a la escopeta del cazador.
Ahora bien, sin ser aficionado a la caza ni a los toros, no soy partidario de prohibirlos mientras algunos sean aficionados a estas actividades. Más perjudicial para la cultura y la moral de un país me parece el apasionamiento por el fútbol, tenido por natural y hasta psicológicamente sano, o los programas de televisión basura, que entendidos en sentido amplio son la mayoría. Pero, por supuesto, no me parecería bien prohibir el fútbol ni suprimir los programas basura. Para aumentar el nivel cultural o mejorar la moral ciudadana, hay que ir más al fondo, al sistema económico, a los valores sociales dominantes, a la educación. Prohibir, prohibir legalmente, lo menos posible, sólo lo indispensable. Aunque hoy la moda sea la contraria.
Pero volvamos a la licencia, a la licencia de caza, nuestro pretexto para hablar del Estado de las autonomías. En efecto, la tendencia general para tratar ese tema son los conceptos grandilocuentes: Catalunya necesita un nuevo Estatut porque es una nación, España se rompe, etcétera, etcétera. A mi parecer, en cambio, nos deberíamos fijar en los problemas aparentemente pequeños pero de trascendencia práctica: por ejemplo, las licencias de caza. Que en cada comunidad tengas que sacar una nueva licencia, es aberrante. Las razones para otorgarlas son las mismas, no tienen nada con ver con identidades, reales o supuestas, ni con políticas de caza diversas. Se justifica el plan de Bolonia, con razón, para que los títulos universitarios sean válidos en 46 Estados, desde Gran Bretaña a Rusia y desde Finlandia a Azerbaiján. En cambio, las comunidades autónomas han sido incapaces hasta ahora de ponerse de acuerdo, mediante un sencillo convenio, en que la licencia de caza que otorgue una comunidad sea válida también en las demás. Impresentable.
Según “La Vanguardia” de anteayer, representantes de algunas de estas comunidades reunidos en Valladolid manifestaron estar iniciando gestiones para llegar a un acuerdo en esta materia. Magnífico. Por fin. Supongo que para no hacer el ridículo ante la situación que ha revelado la cacería del ministro. Pero, ¿cuántas licencias en otras múltiples materias se podrían homogeneizar sin marear innecesariamente al ciudadano haciéndole pasar por trámites lentos y costosos?
El Estado de las autonomías, a mi modo de ver un magnífico sistema para organizar territorialmente España, quedará legitimado el día en el que los españoles estén convencidos de que es más barato y eficaz que un Estado centralizado. De momento, las dudas subsisten. Y subsisten porque en lugar de abordar los problemas reales – por ejemplo, las licencias de caza y miles de licencias más con las que se tortura burocráticamente al ciudadano – nos entretenemos en problemas ficticios como la reforma de unos estatutos que, una vez vistos, no son sustancialmente distintos a los anteriores pero que impiden que estos problemas reales se pongan sobre la mesa y se intente solucionarlos.
El Estado existe para servir al ciudadano, no al revés. De ello se olvidan muchas veces nuestros políticos.
La noticia política de los últimos días ha sido la dimisión del ministro de Justicia. No hace falta comentar las causas de esta dimisión, ya que son demasiado conocidas, pero una de ellas, seguramente la de menor entidad, es un buen pretexto para reflexionar sobre la actual situación del Estado de las autonomías.
Efectivamente, al ministro le pillaron cazando sin licencia. ¡Caramba! Que un ministro, además un ministro de Justicia, se arriesgue a participar en una cacería sin el permiso correspondiente obviamente constituye una infracción pero sobre todo denota una imprudencia política imperdonable. Pero ahí hay que señalar un matiz. El ministro es un cazador experto y adiestrado, nunca hubiera ido a cazar sin licencia, pero lo que le fallaron fueron sus conocimientos de geografía: la finca por donde andaba persiguiendo venados ya no pertenecía al territorio de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, de cuya administración había obtenido la licencia, sino que estaba situada en la comunidad autónoma de Andalucía. ¡Mecachis! Según confesión propia, sin darse cuenta, traspasó el linde entre ambas comunidades y no recordó que su licencia de Castilla-La Mancha no tenía validez en Andalucía: Un minúsculo error, pero que ha sido la gota que ha desbordado el vaso y, a la postre, le ha costado el cargo.
No me negarán que el asunto ridículo si no fuera, en realidad, patético. Por supuesto, el ministro ha cometido una ilegalidad, la ley es igual para todos y sobre él debe recaer la sanción administrativa correspondiente. Pero es patético que para poder cazar en toda España se necesiten 17 licencias distintas, una por comunidad autónoma. En otras palabras, acudir a 17 ventanillas y pagar 17 tasas.
No nos entretendremos mucho en formular ciertas consideraciones sobre la caza, que en otro momento podrían ser pertinentes. Pero no me puedo quedar sin decir que nunca he entendido porqué hay tanto afán en suprimir los toros y nadie pretende acabar, por los mismos motivos, con la caza. Al fin y al cabo, disparar contra una indefensa codorniz, un simpático conejo o un altivo y elegante ciervo, me parece mucho más cruel que entrar a matar con un fino estoque a un fornido toro que, tras pegarse la gran vidorra desde su nacimiento, está más en igualdad de condiciones con el torero que el delicado animalito del bosque frente a la escopeta del cazador.
Ahora bien, sin ser aficionado a la caza ni a los toros, no soy partidario de prohibirlos mientras algunos sean aficionados a estas actividades. Más perjudicial para la cultura y la moral de un país me parece el apasionamiento por el fútbol, tenido por natural y hasta psicológicamente sano, o los programas de televisión basura, que entendidos en sentido amplio son la mayoría. Pero, por supuesto, no me parecería bien prohibir el fútbol ni suprimir los programas basura. Para aumentar el nivel cultural o mejorar la moral ciudadana, hay que ir más al fondo, al sistema económico, a los valores sociales dominantes, a la educación. Prohibir, prohibir legalmente, lo menos posible, sólo lo indispensable. Aunque hoy la moda sea la contraria.
Pero volvamos a la licencia, a la licencia de caza, nuestro pretexto para hablar del Estado de las autonomías. En efecto, la tendencia general para tratar ese tema son los conceptos grandilocuentes: Catalunya necesita un nuevo Estatut porque es una nación, España se rompe, etcétera, etcétera. A mi parecer, en cambio, nos deberíamos fijar en los problemas aparentemente pequeños pero de trascendencia práctica: por ejemplo, las licencias de caza. Que en cada comunidad tengas que sacar una nueva licencia, es aberrante. Las razones para otorgarlas son las mismas, no tienen nada con ver con identidades, reales o supuestas, ni con políticas de caza diversas. Se justifica el plan de Bolonia, con razón, para que los títulos universitarios sean válidos en 46 Estados, desde Gran Bretaña a Rusia y desde Finlandia a Azerbaiján. En cambio, las comunidades autónomas han sido incapaces hasta ahora de ponerse de acuerdo, mediante un sencillo convenio, en que la licencia de caza que otorgue una comunidad sea válida también en las demás. Impresentable.
Según “La Vanguardia” de anteayer, representantes de algunas de estas comunidades reunidos en Valladolid manifestaron estar iniciando gestiones para llegar a un acuerdo en esta materia. Magnífico. Por fin. Supongo que para no hacer el ridículo ante la situación que ha revelado la cacería del ministro. Pero, ¿cuántas licencias en otras múltiples materias se podrían homogeneizar sin marear innecesariamente al ciudadano haciéndole pasar por trámites lentos y costosos?
El Estado de las autonomías, a mi modo de ver un magnífico sistema para organizar territorialmente España, quedará legitimado el día en el que los españoles estén convencidos de que es más barato y eficaz que un Estado centralizado. De momento, las dudas subsisten. Y subsisten porque en lugar de abordar los problemas reales – por ejemplo, las licencias de caza y miles de licencias más con las que se tortura burocráticamente al ciudadano – nos entretenemos en problemas ficticios como la reforma de unos estatutos que, una vez vistos, no son sustancialmente distintos a los anteriores pero que impiden que estos problemas reales se pongan sobre la mesa y se intente solucionarlos.
El Estado existe para servir al ciudadano, no al revés. De ello se olvidan muchas veces nuestros políticos.
miércoles, 25 de febrero de 2009
País, paisaje, paisanaje.
La opinión de Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya:
Abundo en un artículo anterior: en mis años de universidad, cuando la Economía Política era la asignatura que nos iba a salvar de la criminal estupidez capitalista, siempre producía una considerable satisfacción constatar cómo los teóricos liberales coincidían con el dictamen estrictamente marxista de que los feroces totalitarismos europeos habían sido causados por el derrumbe económico. La ley de los ciclos de crecimiento, seguidos por otros de depresión y pobreza, no la negaba nadie. Creo que todavía hoy sigue siendo el dictamen general de los economistas. En consecuencia, los expertos deben de estar ya preparándose para el totalitarismo.
No me extrañaría que se diese la curiosa paradoja de que, por ser esa la interpretación canónica, acabe realizándose, ya que no es infrecuente una profecía que genera su propia constatación. Cuando, antes de cualquier prueba fehaciente, hay un convencimiento dogmático extendido, los engranajes sociales trabajan denodadamente para conseguir pruebas que demuestren el dogma. Así funcionan el nazismo, el estalinismo, el castrismo, el franquismo, el maoísmo y todos los sistemas que inventamos los humanos cuando nos entra el pánico y queremos asegurarnos el corral. El proceso es irreversible y acabamos todos entre rejas, presos y guardianes.
EN LOS ÚLTIMOS meses, y como no podía ser de otro modo, los talantes totalitarios, tan acendrados y aplaudidos, tan gerenciales en nuestro país, están comenzando a limpiar sus trabucos. Vi con inquietud a los castristas de Izquierda Unida y de ICV exigir a gritos que alguien nos encadene, que venga de una vez el gran macho que nos domine. El temor a la libertad es la más vieja tradición española. Más inquietante aún fue leer en el periódico de la burguesía de Barcelona a un cómico que tiene un éxito loco en la televisión local quejándose por una encuesta según la cual apenas un 5% de la población catalana se interesa por la política catalana. No decía que habría que obligarles, pero se le notaba la irritación. "No son como yo", venía a decir. "Hay que conseguir que nuestra gente crea en sí misma". Y eso se traducía en: "Y por lo tanto, que se adapten a mi identidad". Ni se le pasaba por la cabeza que quizá el tullido moral era él, que se gana la vida explotando a los políticos con chistes de colegio. Ahora predica desde la tele, pero pronto ejercerá desde un despacho. Entonces se habrá acabado el chiste.
Dicen las prospecciones que en Francia la extrema izquierda ya ha superado a los socialistas. Y dicen las proyecciones electorales que en la Europa rica --los países escandinavos, los flamencos, los holandeses, buena parte de Alemania-- viene subiendo exponencialmente la extrema derecha. Eran sobrecogedoras las imágenes del proletariado britá- nico exigiendo a gritos que los puestos de trabajo se reserven para los nacionales. Recordé que en la última crisis económica, el proletariado francés que votaba por el Partido Comunista se pasó en bloque a Le Pen. La extrema derecha es el mejor refugio de la extrema izquierda y viceversa. Cuando no se matan entre sí, se adoran. No hay nada tan espeluznante como leer las justificaciones que escribieron los burócratas franceses del Partido, entre ellos Louis Aragon, cuando Stalin firmó el pacto con Hitler. Esa connivencia profunda se expone con lucidez en el mayor clásico ruso (y comunista) del siglo XX: Vida y destino, de Vasili Grossman.
Da escalofríos pensar en cómo se producirá esa partición violenta en nuestro país. De momento son solo fenómenos dispersos, como vagos relumbres en el horizonte. Uno que pide dictaduras a la cubana, otro que reclama autoridad y rigor, muchos que exigen una nacionalización radical de la política. Cuando los relámpagos se conviertan en tempestad, constataremos que 40 años de convivencia no son nada comparados con 10 siglos de guerra civil. Nuestra tradición manda que todo el mundo ha de ser forzosamente igual, o sea, igual a Mí. A eso le llamamos identidad, un modo maquillado de mencionar el amor al uniforme.
EL PASADO FIN de semana me acerqué al espolón de L'Estartit para ver una vez más cómo el bravo mar se había llevado de una dentellada uno de los espacios más emocionantes de lo que queda de Costa Brava. Constaté que aquello no se va a reconstruir nunca. Anduve luego hablando con el amable regente del Club Náutico, con los comerciantes de Torroella, con el paisanaje de aquel lugar por el que siento un afecto parecido, creo yo, al que se suele denominar "amor a la patria". Luego paseé con el podenco de unos amigos de Llabià, bicho conejero y socarrón, por el camino bordeño que da sobre el viejo lago, uno de los paisajes más enteros de la zona, cultivos que pudo pintar Jan Memling. Los verdegrises del pinar, el polvo plateado de las encinas, y sobre todo la nube de pétalos blancos sobre cada almendro contra un cielo de loza, eran de una cortesía jovial. Pensaba en el buen país, el notable paisaje y el cordial paisanaje que quizá dentro de poco se convierta en una hoya de furias en la que cada cual querrá imponer violentamente eso que él llama "su identidad" y que no es sino un modo delicado de hablar del gran deporte nacional: marcar el paso.
Abundo en un artículo anterior: en mis años de universidad, cuando la Economía Política era la asignatura que nos iba a salvar de la criminal estupidez capitalista, siempre producía una considerable satisfacción constatar cómo los teóricos liberales coincidían con el dictamen estrictamente marxista de que los feroces totalitarismos europeos habían sido causados por el derrumbe económico. La ley de los ciclos de crecimiento, seguidos por otros de depresión y pobreza, no la negaba nadie. Creo que todavía hoy sigue siendo el dictamen general de los economistas. En consecuencia, los expertos deben de estar ya preparándose para el totalitarismo.
No me extrañaría que se diese la curiosa paradoja de que, por ser esa la interpretación canónica, acabe realizándose, ya que no es infrecuente una profecía que genera su propia constatación. Cuando, antes de cualquier prueba fehaciente, hay un convencimiento dogmático extendido, los engranajes sociales trabajan denodadamente para conseguir pruebas que demuestren el dogma. Así funcionan el nazismo, el estalinismo, el castrismo, el franquismo, el maoísmo y todos los sistemas que inventamos los humanos cuando nos entra el pánico y queremos asegurarnos el corral. El proceso es irreversible y acabamos todos entre rejas, presos y guardianes.
EN LOS ÚLTIMOS meses, y como no podía ser de otro modo, los talantes totalitarios, tan acendrados y aplaudidos, tan gerenciales en nuestro país, están comenzando a limpiar sus trabucos. Vi con inquietud a los castristas de Izquierda Unida y de ICV exigir a gritos que alguien nos encadene, que venga de una vez el gran macho que nos domine. El temor a la libertad es la más vieja tradición española. Más inquietante aún fue leer en el periódico de la burguesía de Barcelona a un cómico que tiene un éxito loco en la televisión local quejándose por una encuesta según la cual apenas un 5% de la población catalana se interesa por la política catalana. No decía que habría que obligarles, pero se le notaba la irritación. "No son como yo", venía a decir. "Hay que conseguir que nuestra gente crea en sí misma". Y eso se traducía en: "Y por lo tanto, que se adapten a mi identidad". Ni se le pasaba por la cabeza que quizá el tullido moral era él, que se gana la vida explotando a los políticos con chistes de colegio. Ahora predica desde la tele, pero pronto ejercerá desde un despacho. Entonces se habrá acabado el chiste.
Dicen las prospecciones que en Francia la extrema izquierda ya ha superado a los socialistas. Y dicen las proyecciones electorales que en la Europa rica --los países escandinavos, los flamencos, los holandeses, buena parte de Alemania-- viene subiendo exponencialmente la extrema derecha. Eran sobrecogedoras las imágenes del proletariado britá- nico exigiendo a gritos que los puestos de trabajo se reserven para los nacionales. Recordé que en la última crisis económica, el proletariado francés que votaba por el Partido Comunista se pasó en bloque a Le Pen. La extrema derecha es el mejor refugio de la extrema izquierda y viceversa. Cuando no se matan entre sí, se adoran. No hay nada tan espeluznante como leer las justificaciones que escribieron los burócratas franceses del Partido, entre ellos Louis Aragon, cuando Stalin firmó el pacto con Hitler. Esa connivencia profunda se expone con lucidez en el mayor clásico ruso (y comunista) del siglo XX: Vida y destino, de Vasili Grossman.
Da escalofríos pensar en cómo se producirá esa partición violenta en nuestro país. De momento son solo fenómenos dispersos, como vagos relumbres en el horizonte. Uno que pide dictaduras a la cubana, otro que reclama autoridad y rigor, muchos que exigen una nacionalización radical de la política. Cuando los relámpagos se conviertan en tempestad, constataremos que 40 años de convivencia no son nada comparados con 10 siglos de guerra civil. Nuestra tradición manda que todo el mundo ha de ser forzosamente igual, o sea, igual a Mí. A eso le llamamos identidad, un modo maquillado de mencionar el amor al uniforme.
EL PASADO FIN de semana me acerqué al espolón de L'Estartit para ver una vez más cómo el bravo mar se había llevado de una dentellada uno de los espacios más emocionantes de lo que queda de Costa Brava. Constaté que aquello no se va a reconstruir nunca. Anduve luego hablando con el amable regente del Club Náutico, con los comerciantes de Torroella, con el paisanaje de aquel lugar por el que siento un afecto parecido, creo yo, al que se suele denominar "amor a la patria". Luego paseé con el podenco de unos amigos de Llabià, bicho conejero y socarrón, por el camino bordeño que da sobre el viejo lago, uno de los paisajes más enteros de la zona, cultivos que pudo pintar Jan Memling. Los verdegrises del pinar, el polvo plateado de las encinas, y sobre todo la nube de pétalos blancos sobre cada almendro contra un cielo de loza, eran de una cortesía jovial. Pensaba en el buen país, el notable paisaje y el cordial paisanaje que quizá dentro de poco se convierta en una hoya de furias en la que cada cual querrá imponer violentamente eso que él llama "su identidad" y que no es sino un modo delicado de hablar del gran deporte nacional: marcar el paso.
viernes, 13 de febrero de 2009
La escopeta federal
César Alonso de los Ríos, en el ABC.
Con 3.300.000 parados y en marcha hacia los cuatro los mandos de la izquierda judicial se van de caza los fines de semana. Es su forma particular de «relajarse» en plena recesión. En vísperas de la huelga de jueces se dedican a tumbar venados cuyos trofeos valen seis mil euros en tiempo de berrea y tres mil en general. ¿Quién y por qué Bermejo y Garzón se benefician de estos regalos? Parece que van de gorra. De lo que sería desproporcionado deducir que el magistrado y el fiscal pueden caer en cohechos o prevaricaciones.
Cierto que la Justicia está acorralando a los enemigos políticos pero ¡estamos hablando de personalidades por encima de toda sospecha! Sebastián regala bombillas de bajo costo y los mandos del poder judicial fatigan las praderas con perros y caballos. En plena recesión. Con dos cojones.
Y, además, rojos. Los defensores de la memoria histórica. Tan electiva que Bermejo ha sacado de la derecha a su padre que fue jefe local del Movimiento se recibió gasolinera por ello. ¿Un ataque de «desdoblamiento»? ¿de esquizotimia?. Habrá que luchar contra los hijos de la derecha que nos llevó a la guerra civil.
De «obsceno» ha calificado Rajoy el encuentro del ministro y el magistrado. Impropiamente. El registrador de la propiedad debería manejar el diccionario. Hay que hablar de desvergüenza, inmoralidad, impunidad, infracción de los códigos no escritos de la democracia. Garzón y Bermejo deben ser investigados a fondo. Los ciudadanos tenemos el derecho a saber cuántos miles de horas ha dejado de trabajar Garzón en viajes y actividades personales, y cuántos juicios ha perdido el Estado por la proverbial incompetencia de Bermejo. Es necesario saber a cuánto han ascendido los «favores» recibidos por estos dos «mandos» del poder judicial en concepto de cacerías. Sería fácil averiguar con qué frecuencia Bermejo visita Quintos de Mora y si es verdad que en agosto le dio al vicio, hasta la saciedad, en esa finca presidencial.
En una cosa tiene razón Bermejo: la película que protagonizan él y Garzón no debe titularse «La escopeta nacional» sino «La escopeta federal».
jueves, 12 de febrero de 2009
Los fanáticos gallegos
Un artículo de Edurne Uriarte en ABC.
La gran diferencia entre los fanáticos españoles y los de nuestros países vecinos es que los de aquí están amparados por el poder Y lo digo esta vez por los fanáticos que atacaron el domingo a los manifestantes que exigían la libertad de elección lingüística en Galicia. Lo grave es que estos fanáticos agredieran violentamente a manifestantes pacíficos. Lo gravísimo es que un partido del Gobierno gallego, el BNG, los amparara. Y lo incomprensible y lamentable en la Europa democrática es que el partido del Gobierno de la nación mantenga pactos con estos radicales y reproduzca en Galicia el sucio juego de las dos partes del conflicto.
En una línea perfectamente batasuna, Quintana acusó a Feijóo de fomentar «los incidentes», es decir, las agresiones violentas de los fanáticos, con su «odio al gallego». Que es exactamente lo que dicen los totalitarios vascos para depurar a quienes defienden el derecho a usar el español. El problema español es que este Le Pen gallego recibe todos los parabienes de la izquierda en el poder. Y mientras en Francia organizan movilizaciones generales para alejar de las instituciones a políticos como estos, en España, el PSOE pacta, acuerda y se entiende con ellos.
José Blanco condenó las agresiones del domingo. Pero no se le pasó por la cabeza romper con el partido que ampara las agresiones. Y, lo que es igual de grave, añadió la teoría del conflicto, con aquello de que él se rebela contra aquellos «que quieren imponer exclusivamente el gallego o exclusivamente el castellano». O sea, que, para Blanco, los violentos totalitarios que atacaron a los manifestantes son comparables a los que exigen el derecho a poder usar el español.
Es la misma historia del País Vasco y de Cataluña y demuestra lo que algunos estamos advirtiendo desde hace mucho tiempo. Que hay un extremismo antidemocrático independiente del terrorismo, que va a sobrevivir al terrorismo y que se ha instalado en las instituciones o en los aledaños de las instituciones de esas regiones. Con la complacencia de la izquierda democrática que convive tranquila y feliz con los Le Pen españoles.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Acabar con el odio
José María Calleja, en el Diario Vasco.
El pasado mes de enero hizo cuarenta años desde que la Brigada Político Social (BPS), policía política de la ya muy politizada policía franquista, quitó la vida al joven estudiante, 19 años, Enrique Ruano. Ruano fue detenido por luchar contra Franco, fue torturado y arrojado desde un séptimo piso. La autopsia certifica que un objeto cilíndrico -que podría ser una bala- le entró por la clavícula, que ésta le fue serrada, que el cadáver no pudo ser visto por la familia y tuvo que ser enterrado en la más absoluta soledad rodeada de policías. Fue hace 40 años, en 1969.
Fue también el mes de la matanza de Atocha. Cinco abogados laboralistas, vinculados a CC OO y al PCE, fueron fusilados por un comando de pistoleros de la extrema derecha que irrumpió en su despacho, les hizo ponerse de cara a la pared y disparó contra ellos. La matanza dio paso a un entierro, envuelto en sobrecogedor silencio, en el que el PCE, entonces ilegal, hizo una demostración de fuerza contenida y civismo que marcó la Transición y acercó a nuestro país a las libertades, entonces proscritas. Fue hace 32 años, en 1977.
Febrero es probablemente el mes en el que más personas han sido asesinadas por la banda ETA. Desde luego es el mes en el que más personas conocidas por los ciudadanos han perdido la vida a manos de la banda terrorista. Enrique Casas, Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, Fernando Múgica, Francisco Tomás y Valiente, Joseba Pagazaurtundua, Víctor Legorburu Ibarreche, el guardia civil Benito Arroyo Gutiérrez, otros seis guardias civiles, de una tacada, en Ispaster-Ea, en 1980... La lista es interminable.
En el quicio entre enero y febrero de este año, la propuesta irlandesa de indemnizar a todas las víctimas mortales del conflicto de Ulster con 12.000 libras (casi 13.000 euros) ha reabierto heridas que el odio identitario aún no había cerrado. La iniciativa se inscribe en el proceso de reconciliación, aún pendiente de cerrar después de cuarenta años de terrorismo y de 3.700 asesinados. El dinero iría destinado al familiar más cercano al asesinado con independencia de si el muerto fue víctima o formaba parte de una asociación de verdugos. Familiares de víctimas protestantes han clamado contra esta medida y exigen que no se trate igual al que murió después de organizarse para matar que al que fue asesinado sin formar parte de ninguna estructura criminal. El odio sigue vigente en Irlanda once años después de que se firmaran los acuerdos de Viernes Santo (10 de abril de 1998), que abrieron el proceso de paz en aquella atormentada zona del mundo.
En Euskadi tenemos un problema de odio. Es el odio el que está en la base de los asesinatos, en la pervivencia terrible de la muerte a lo largo también de cuarenta años. Si la dictadura franquista fue la expresión de la utilización de la violencia, del miedo y del terror para aniquilar a la oposición superviviente de la guerra y para tratar de exterminar a los opositores a Franco que fueron surgiendo a lo largo de cuarenta años, la dictadura de ETA se ha basado desde el principio en la organización del odio, la planificación de la muerte y la recogida de los beneficios aportados por el miedo derivado de ambas.
Sostengo desde hace años que los demócratas estamos derrotando a los terroristas, que éstos, desde 1992, tras el golpe policial de Bidart, iniciaron una pendiente cuesta bajo en la que aún están y que les llevará irremisiblemente a su desaparición. Ojalá su final policial esté muy cerca y abroche su derrota política, pero el día que desaparezcan los asesinatos, quedará la enorme costra del odio. La práctica reiterada del terrorismo ha dejado una secuela de seres odiantes, socializados en el odio al otro, que piensan que todo lo que se haga contra el enemigo así etiquetado está bien y no merece reproche moral ni político.
El PCE fue capaz, nada menos que en 1956, en plena dictadura gris, de proponer a los españoles, desde su clandestinidad, persecución, cárcel y muerte a manos del franquismo, una política de reconciliación entre los españoles. Una política odiada por los franquistas, criticada por la ultraizquierda y que aspiraba a una definición de los españoles no en función del bando que ocuparon ellos y sus familiares en la Guerra Civil, sino conforme a su deseo común de ganar las libertades, vivir en democracia y lograr la convivencia entre distintos. Todo lo que hagamos en Euskadi desde ahora para bajar la hinchazón de odio que padecemos, para facilitar la futura convivencia entre los que han asesinado durante cuarenta años y los que hemos puesto las víctimas durante todo ese tiempo ayudará a acercar el final de la violencia, permitirá ganar la libertad definitiva. Una vez que se hayan terminado los asesinatos nos quedará otra tarea también muy complicada, pero que hay que llevar a buen término: el afán por desterrar el odio de nuestras vidas; acabar con el odio para sepultar definitivamente la violencia y acabar con el odio para que nadie nunca más vuelva a asesinar a otro por considerarle su enemigo.
martes, 10 de febrero de 2009
En juego, la democracia.
Joseba Arregui, en El Diario Vasco.
Lo único que puede unir en una sociedad es la condición de ciudadanos y no una determinada identidad, un sentimiento. La democracia no niega ni las identidades ni los sentimientos: niega que ninguno de los muchos existentes pretenda ser el único válido en el espacio público. Que el nacionalismo vasco entienda esto es lo que está en juego todavía, por desgracia, en estas elecciones.
Y la libertad, habría que añadir, ya que parece que vamos olvidando que si con algo tiene que ver la democracia es con la libertad. Aunque no sea ésta su intención, la lista electoral con el nombre D3M -Democracia 3 millones- y la lista con el nombre Askatasuna -libertad- ponen el dedo en la llaga: después de treinta años y de tantas elecciones, en cada una convocada en y para la sociedad vasca lo que sigue estando en juego es la democracia y la libertad.
Es evidente que el sentido dado a las palabras democracia y libertad por los impulsores de esas dos listas electorales y el que yo pretendo darles aquí son radicalmente opuestos. Pero será bueno tratar de explicar con claridad en qué consisten esas diferencias para saber lo que realmente está en juego en estas elecciones. Y lo que está en juego no es saber si para solucionar los problemas de la sociedad vasca hay que ser de aquí -y de aquí son sólo los nacionalistas, como pretenden ellos, aunque el problema principal, el terrorismo, haya sido producido por los de aquí, y muy de aquí-. Tampoco está en juego el autogobierno, aunque sí pueden estar en juego distintas formas, legítimas, de entender el autogobierno, algunas más democráticas y defensoras de la libertad que otras.
Quienes se colocan del lado de los impulsores de las dos listas electorales citadas -el conglomerado ETA-Batasuna- entienden que en la sociedad vasca no existen ni la democracia ni la libertad. Y los dos argumentos fundamentales que usan para ello son el no reconocimiento por parte de la Constitución española y del Estado de Derecho de la autodeterminación -en alguno de los ropajes que se le han cosido por parte del nacionalismo en los últimos años-, y el hecho de que la Ley de Partidos Políticos impide a algunos ciudadanos vascos el ejercicio del derecho básico, activo y pasivo, de elección -anulando determinadas listas electorales, ilegalizando determinados partidos, impidiendo así que se puedan votar esas opciones-.
Las únicas constituciones que han asumido en su articulado el derecho de autodeterminación de entidades inferiores al propio Estado para el que se aprobaba la constitución fueron la constitución estalinista de la URSS y la titoísta de Yugoslavia. Y la razón es obvia, porque en ambos casos era evidente quién podía decidir si existía o no como sujeto político esa entidad inferior capaz de autodeterminarse: el comité central del partido comunista.
En ninguna otra constitución se prevé el derecho de autodeterminación, lo que no significa que no puedan darse casos en los que se practique: cuando es manifiesta la existencia de una mayoría clara a favor de la separación, para cuyo caso, en los supuestos regulados como Canadá, se exigen claras preguntas, claras mayorías y la obligación de una negociación. Pero si se pone de manifiesto la existencia de una clara mayoría, no hay gobierno en Europa que pueda impedir la separación. Tampoco el español. Ni el francés. Pero resulta que ETA sigue matando porque no cree que exista una mayoría clara en la sociedad vasca para llevar a cabo su proyecto independentista.
El derecho básico a elegir y ser elegido no es un derecho absoluto. No es antidemocrático exigir que quienes quieren participar en el juego democrático condenen la violencia, admitan el principio fundamental sin el que no existe Estado de Derecho, el monopolio legítimo de la violencia: sólo el Estado puede ejercer violencia -privar de libertad a los delincuentes, imponer tasas e impuestos-. Los vascos pueden elegir a independentistas de izquierda -Aralar-, independentistas socialdemócratas -EA- e independentistas de centro -el PNV de Ibarretxe-. No pueden elegir a quienes no condenan la violencia. Y no es extraño que, yendo al fondo de la cuestión, el entorno de ETA tenga dificultades con el concepto de Estado, aunque sea Estado de Derecho, y apueste por las naciones sin Estado. No es ninguna casualidad.
¿Por qué están, en estos comicios, la democracia y la libertad en juego? Porque existe la violencia terrorista y con ello la falta de libertad: de quienes están perseguidos, de quienes son objetivo de ETA, de quienes necesitan escolta para poder salir de casa. Porque la persistencia de la violencia terrorista ha llevado a muchos en la sociedad vasca a enmascarar su pensamiento, a pensar bajo la presión directa e indirecta de la violencia. Porque la persistencia de la violencia hace difícil en la Euskadi de hoy la libertad de expresión, la manifestación de posiciones contrarias a ETA, contrarias a la autodeterminación, contrarias al nacionalismo.
En la sociedad vasca todavía no ha llegado a imponerse la idea de que la traducción moderna de la libertad de conciencia, matriz de todas las libertades políticas en Europa, es la libertad de identidad, que lo único que puede unir a los ciudadanos de una sociedad es precisamente la condición de ciudadanos y no una determinada identidad, no un determinado sentimiento, no un determinado interés. La democracia no niega ni las identidades, ni los sentimientos, ni los intereses: niega que ninguno de los muchos existentes pueda pretender ser el único válido en el espacio público de la democracia.
Mientras el nacionalismo vasco no entienda esto, y destierre todas sus referencias a la unicidad del sentimiento, al ser de aquí, a su exclusiva representatividad de la verdad del pueblo vasco, al valor del sentimiento por encima de las normas de convivencia, seguiremos necesitando aire fresco, el aire fresco de la democracia y de la libertad: para poder ser ciudadanos por encima de todo, para poder ser vascos como nos da la gana, para poder ser lo que nos dé la gana, y salir del ambiente viciado y asfixiante de la pregunta permanente de una identidad pura inexistente, imposible y peligrosa. Esto es lo que está en juego, por desgracia, todavía en estas elecciones.
domingo, 8 de febrero de 2009
Desafinados.
Un artículo de David Trueba.
La política española está desafinada. ¿Qué pasa? ¿Quién lo sabe? ¿Es preocupante? No es posible que se juegue con asuntos tan serios como el atentado del 11-M, la política antiterrorista, el grado de autonomía vasca y catalana y el sistema monárquico de una manera tan superficial. Un político profesional ha dicho que vivimos una situación equiparable al golpe del 23-F y nadie le ha pedido cuentas. ¿Dónde están los tiros, el secuestro de la soberanía popular? ¿Por qué constantemente tratan de tutelarnos? ¿Por qué no se comportan con madurez? ¿Por qué parecen más inconscientes los responsables políticos que los ciudadanos? Son concertistas a la suya, sin partitura precisa. Lo único que se acierta a escuchar de melodía de fondo es una letanía que dice: votos, votos, votos. De lo grotesco a lo trágico a veces hay menos distancia de la que creemos.
Cuando era preadolescente íbamos a la puerta de un colegio de chicas y les decíamos frases soeces y burradas varias. Un día le pregunté a uno de mis amigos si creía que aquella era una forma de ligar productiva. Él me contestó con toda seriedad: "Pero si no estamos ligando, si quisiéramos ligar no estaríamos aquí dando la nota". Y tenía toda la razón. A menudo la vida política española me recuerda esa escena: declaraciones grandilocuentes, estrategias llenas de ambigüedades, victimismo rentable, firmeza inconsecuente. Digo yo que, si alguien quiere la independencia de su nación, lo que tiene que decir es que quiere la independencia de su nación. Y si alguien quiere decir que se debe poner en cuestión el sistema monárquico, lo que debe decir es que se debe poner en cuestión el sistema monárquico. Y si alguien quiere decir que le gustaría invitarte al cine, lo que tiene que hacer es invitarte al cine. Yo no creo que esto suceda en la actualidad. Sucede algo muy diferente. Te dicen. Si este fin de semana echaran una película que te gustara y si tus padres te dejaran salir por la noche y si yo tuviera dinero y si no cerrara el metro y si no lloviera demasiado y si no pusieran un partido en la tele, a lo mejor iba y te invitaba al cine. Lo cual es muy diferente.
Ahórrense los simulacros de debate, con todo tipo de parafernalia incluida, fuerza de choque callejera o mediática incluida. Lo que yo creo es que nuestros representantes públicos no confían en los ciudadanos. Por eso no tocan música, sólo ensayan. Y bien desafinados, por cierto. Y van a ver si suman esos votos que les faltan para tomar un poco más de carrerilla y mojan el pie en la piscina para ver cómo está el agua. Por más que nos gustara ignorar el ruido y la desmadrada algarabía de tantos solistas desafinados, no nos va a quedar más remedio que aceptar el papel que la democracia nos concede: el de directores de orquesta.
Con nuestros votos, no tenemos otra batuta, debemos afinar la melodía y colocar la orquesta en nuestro orden de preferencia, el de cada uno, yo tengo el mío, ustedes el suyo: desde el primer violín hasta el más secundario tipo de los timbales pasando, claro está, por la tuba y el fagot, todos han de someterse a la única música que vale en democracia. la voz de las urnas.
La política española está desafinada. ¿Qué pasa? ¿Quién lo sabe? ¿Es preocupante? No es posible que se juegue con asuntos tan serios como el atentado del 11-M, la política antiterrorista, el grado de autonomía vasca y catalana y el sistema monárquico de una manera tan superficial. Un político profesional ha dicho que vivimos una situación equiparable al golpe del 23-F y nadie le ha pedido cuentas. ¿Dónde están los tiros, el secuestro de la soberanía popular? ¿Por qué constantemente tratan de tutelarnos? ¿Por qué no se comportan con madurez? ¿Por qué parecen más inconscientes los responsables políticos que los ciudadanos? Son concertistas a la suya, sin partitura precisa. Lo único que se acierta a escuchar de melodía de fondo es una letanía que dice: votos, votos, votos. De lo grotesco a lo trágico a veces hay menos distancia de la que creemos.
Cuando era preadolescente íbamos a la puerta de un colegio de chicas y les decíamos frases soeces y burradas varias. Un día le pregunté a uno de mis amigos si creía que aquella era una forma de ligar productiva. Él me contestó con toda seriedad: "Pero si no estamos ligando, si quisiéramos ligar no estaríamos aquí dando la nota". Y tenía toda la razón. A menudo la vida política española me recuerda esa escena: declaraciones grandilocuentes, estrategias llenas de ambigüedades, victimismo rentable, firmeza inconsecuente. Digo yo que, si alguien quiere la independencia de su nación, lo que tiene que decir es que quiere la independencia de su nación. Y si alguien quiere decir que se debe poner en cuestión el sistema monárquico, lo que debe decir es que se debe poner en cuestión el sistema monárquico. Y si alguien quiere decir que le gustaría invitarte al cine, lo que tiene que hacer es invitarte al cine. Yo no creo que esto suceda en la actualidad. Sucede algo muy diferente. Te dicen. Si este fin de semana echaran una película que te gustara y si tus padres te dejaran salir por la noche y si yo tuviera dinero y si no cerrara el metro y si no lloviera demasiado y si no pusieran un partido en la tele, a lo mejor iba y te invitaba al cine. Lo cual es muy diferente.
Ahórrense los simulacros de debate, con todo tipo de parafernalia incluida, fuerza de choque callejera o mediática incluida. Lo que yo creo es que nuestros representantes públicos no confían en los ciudadanos. Por eso no tocan música, sólo ensayan. Y bien desafinados, por cierto. Y van a ver si suman esos votos que les faltan para tomar un poco más de carrerilla y mojan el pie en la piscina para ver cómo está el agua. Por más que nos gustara ignorar el ruido y la desmadrada algarabía de tantos solistas desafinados, no nos va a quedar más remedio que aceptar el papel que la democracia nos concede: el de directores de orquesta.
Con nuestros votos, no tenemos otra batuta, debemos afinar la melodía y colocar la orquesta en nuestro orden de preferencia, el de cada uno, yo tengo el mío, ustedes el suyo: desde el primer violín hasta el más secundario tipo de los timbales pasando, claro está, por la tuba y el fagot, todos han de someterse a la única música que vale en democracia. la voz de las urnas.
¿Solidaridad?
Columna de Ángel de la Fuente publicada en El Periódico de Catalunya. Ángel es Vice-Director del Instituto de análisis económico (CSIC). Y entre otras cosas más, Presidente del Congreso fundacional de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía.
.Si la prensa no nos engaña, la principal conclusión que extrae el conseller Antoni Castells del enésimo informe sobre la balanza fiscal regional es que Catalunya es "demasiado solidaria".
."Solidaridad" no es una buena palabra para descubrir el fenómeno que nos ocupa. El uso del término revela una visión peculiar de la redistribución de la renta como un acto casi de caridad. La situación de las comunidades ricas sería similar a la de la persona de buena posición que, al salir de misa henchida de sentimientos de solidaridad hacia sus semejantes menos afortunados, deposita unas monedas en la hucha de alguna ONG en prueba de su buen corazón.
.Sin embargo el símil correcto no es con la limosna de nuestro hipotético ciudadano sino con su declaración de la renta pues, caridad aparte, sigue teniendo la obligación legal de contribuir al erario público de acuerdo con sus recursos. Es cierto que tal obligación está inspirada en última instancia en determinados principios de justicia distributiva, pero no es menos cierto que sigue siendo vinculante incluso para aquellos que no comparten tales principios -a los que desde luego no se les da la opción de modificar unilateralmente sus aportaciones o de negociarlas con Hacienda-. Como el segundo símil sugiere, las aportaciones de las comunidades de mayor renta a la "solidaridad territorial" no son donaciones voluntarias de un hipotético sujeto colectivo sino el resultado neto de los derechos y obligaciones económicos de sus ciudadanos individuales de acuerdo con el ordenamineto legal del que nos hemos dotado con mecanismos democráticos.
.Pero, en fin, admitamos provisionalmente "pulpo" como animal de compañía. ¿Con qué criterio afirma el conseller que el nivel actual de "solidaridad" es excesivo? ¿Acaso piensa que el IRPF es demasiado progresivo, que las prestaciones por desempleo y las pensiones no contributivas son demasiado altas, o que no todos los españoles tenemos derecho a servicios públicos similares? porque como él sabe perfectamente los saldos fiscales regionales no son más que la traducción territorial de las decisiones que colectivamente hemos tomado sobre estas cosas.
.Si la prensa no nos engaña, la principal conclusión que extrae el conseller Antoni Castells del enésimo informe sobre la balanza fiscal regional es que Catalunya es "demasiado solidaria".
."Solidaridad" no es una buena palabra para descubrir el fenómeno que nos ocupa. El uso del término revela una visión peculiar de la redistribución de la renta como un acto casi de caridad. La situación de las comunidades ricas sería similar a la de la persona de buena posición que, al salir de misa henchida de sentimientos de solidaridad hacia sus semejantes menos afortunados, deposita unas monedas en la hucha de alguna ONG en prueba de su buen corazón.
.Sin embargo el símil correcto no es con la limosna de nuestro hipotético ciudadano sino con su declaración de la renta pues, caridad aparte, sigue teniendo la obligación legal de contribuir al erario público de acuerdo con sus recursos. Es cierto que tal obligación está inspirada en última instancia en determinados principios de justicia distributiva, pero no es menos cierto que sigue siendo vinculante incluso para aquellos que no comparten tales principios -a los que desde luego no se les da la opción de modificar unilateralmente sus aportaciones o de negociarlas con Hacienda-. Como el segundo símil sugiere, las aportaciones de las comunidades de mayor renta a la "solidaridad territorial" no son donaciones voluntarias de un hipotético sujeto colectivo sino el resultado neto de los derechos y obligaciones económicos de sus ciudadanos individuales de acuerdo con el ordenamineto legal del que nos hemos dotado con mecanismos democráticos.
.Pero, en fin, admitamos provisionalmente "pulpo" como animal de compañía. ¿Con qué criterio afirma el conseller que el nivel actual de "solidaridad" es excesivo? ¿Acaso piensa que el IRPF es demasiado progresivo, que las prestaciones por desempleo y las pensiones no contributivas son demasiado altas, o que no todos los españoles tenemos derecho a servicios públicos similares? porque como él sabe perfectamente los saldos fiscales regionales no son más que la traducción territorial de las decisiones que colectivamente hemos tomado sobre estas cosas.
viernes, 6 de febrero de 2009
La cultura de la opulencia.
Iñaki Ezquerra, en La Razón.
España anda todavía en la cultura de la opulencia. Éste es el verdadero problema de fondo que nos asola más allá de las medidas que el Gobierno tome ante la crisis y que van a seguir siendo unas medidas para salir del paso, porque el propio Gobierno que tenemos nació para el despilfarro y no puede hacer otra cosa más que exactamente aquélla para la que fue creado y elegido.En un país de nuevos ricos que nos hemos permitido despreciar y cuestionar todo lo que habíamos conseguido y que de repente nos vemos pobres, el Gobierno este es simplemente un nuevo rico congénito, una cosa exclusivamente nacida para el caro lujo de dar la razón a los nacionalismos, para el pacifismo retórico, para crear ministerios ridículos de la Igualdad o la Bondad, para regalar miles de millones de euros contra el hambre universal cuando se aproxima a zancadas el hambre local e impulsar -como hace ahora Zapatero- una «Alianza Global de la Agricultura y la Seguridad Alimentaria». El propio Zapatero es un artículo de lujo diseñado para la bonanza económica, para proponer alianzas etéreas que nos hagan soñar un poco con la generosidad que no nos podemos permitir y con la riqueza que no tenemos, como esas familias arruinadas y desastrosas que ascendieron socialmente de manera rápida sobre un capital frágil y que se empeñan en llevar el mismo ritmo de gastos que en los buenos tiempos con el objetivo catastrófico de no asumir su situación real y su descalabro.
En realidad no es sólo el Gobierno. Es el país entero. No hemos sabido crear con antelación, ni improvisar todavía, una cultura o al menos una «cultureta» de la crisis. Estaba todo previsto para la abundancia eterna, para ser los más ricos, los más progres, los más guapos¿ Y por eso la miseria nos pilla a contrapié. Le pilla a contrapié a Carod-Rovira, que no puede ahorrarse un absurdo viaje a Israel que compense ante los judíos la ayuda económica que la Generalitat brinda generosamente a los palestinos. Le pilla a contrapié a Ibarretxe, que anda usando los datos de una agencia de «rating» (Standard & Poors) para vendernos en su tele oficial que España se hunde mientras Euskadi va viento en popa y mantiene su «proverbial» fortaleza económica. Le pilla a contrapié a Touriño, que no puede renunciar a gastarse, el pobre, 1.100.000 euros en equipos audiovisuales ni 480.000 en su cuarto coche oficial. Yo creo que Touriño tiene un breve «tour», un corto «viajeciño» por la política, con ese coche y con su programa electoral tan particular de «Galicia luz y sonido».
A contrapié, sí. Volvemos a escuchar que las pensiones de la Seguridad Social corren riesgo y vemos al camionero de Loeches que se quiere quemar a lo bonzo porque un ayuntamiento no le paga sus 400.000 euros y porque el Estado es un moroso más, pero seguimos hablando de superfinanciaciones autonómicas como si no hubiera un mañana, como si no fuera la propia burocracia de las autonomías lo que hubiera que revisar con sus miles de coches oficiales de todos los Touriños de la piel de toro. El problema no ha sido sólo vivir por encima de nuestras posibilidades, sino hacer ideología, pensar, votar por encima de nuestras posibilidades, mirar para otra parte se tratase de lo que se tratase. El camionero de Loeches se quiere autoinmolar y, mientras, el Estado gastándose la pasta para que la Beloki pueda concebir y parir a un etarra felizmente.
jueves, 5 de febrero de 2009
Y además, se comen a los niños crudos.
Félix Ovejero, en El País:
No hace mucho, en estas mismas páginas, alguien, no recuerdo quién, sostenía que Franco era racista. Las pruebas, de eso estoy más seguro, eran bastante circunstanciales. Desde luego, mucho más débiles que las que permitirían calificar como racista a Jordi Pujol cuando escribía que "el otro tipo de inmigrante es, generalmente, un hombre poco hecho. Es un hombre que hace centenares de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia, y de miseria cultural, mental y espiritual".
¿Era Franco racista? ¿Lo era Pujol? ¿Lo seguía siendo hace un par de años cuando declaraba sentirse muy satisfecho de aquellos escritos? No, ni uno ni otro eran racistas, si acaso otra cosa, no sé si mejor. Desde luego, no eran ideólogos racistas. Nadie que profese una ideología se avergüenza de ella y estoy seguro de que se sentirían ofendidos si se los llamara racistas.
Pero no me interesa ahora el racismo, sino ese afán que lleva a cargar todos los muertos al personaje odiado. El malo sería malo como el tonto es tonto en la caracterización orteguiana: vitalicio y sin poros, no descansa nunca. El hábito es común. Se ha repetido a cuenta de los niños del gueto de Gaza: Israel, responsable de sus muertes, porque responsable de una muerte es el que dispara, no sólo se burla del derecho internacional, sino que los exterminaría con gusto y ganas; los de Hamás no sólo eran terroristas, es que estarían encantados de sacrificarlos como escudos. Ni un matiz. Con qué facilidad circularon esos días, ante el menor "ejem", calificativos como "antisemita" o "prosionista". Aquí, desde luego, también hacemos uso del recurso. Los rivales son inmorales, ignorantes e imbéciles. El lote completo, la triple I. No cabe que a Aznar le pudiera gustar la poesía y, por supuesto, Zapatero es simplemente bobo. Ni agua.
Esa disposición a describir a los otros como la encarnación de todos los males incapacita para entender el mundo. Pocos ejemplos más chuscos que el de esos extraviados soldados de una guerra fría que se resisten a creer acabada, que necesitan no dar por acabada, y que en cualquier esquina encuentran agentes imperialistas, "fascistas" se añade con despendolada ligereza, o, en el otro lado del fantasmal muro, equiparan, sin que les estorben las sutilezas, a Zapatero, Chávez y Castro, todos ellos, a su parecer, pequeños aprendices de Stalin. Incluso, ya en la pendiente del delirio, empaquetan en el mismo lote a Putin, sin otra razón que su condición de ruso, en un movimiento simétrico, todo hay que decirlo, de aquellos otros que en la izquierda se sienten obligados a defenderlo por lo mismo, por ruso.
Lo peor de tales obnubilaciones es que tienen consecuencias prácticas, malas, como sucede siempre que la acción se basa en una incorrecta información. La lucha contra ETA proporciona un claro ejemplo. Cuantas veces escuchamos aquello de "son irracionales", "me niego a interpretar sus acciones", "matan cuando pueden". Quienes sostienen esas cosas se incapacitan para la política antiterrorista. Guste o no, la racionalidad de ETA es un supuesto imprescindible. De todos. Desde luego, de los partidarios de la negociación o del diálogo: uno no negocia con una piedra. La negociación, por definición, asume que el de enfrente, a la luz de sus posibilidades, mueve sus fichas. Pero también de quienes creemos que no hay nada que negociar o discutir, que el mejor modo de acabarcon los criminales es hacerles entender que los crímenes no tienen retribuciones políticas. En uno y otro caso, en contra de lo que muchas veces se dice, resulta inevitable hacer algún tipo de "juicio de intenciones", de juicio sobre los motivos de los otros. Allí y en cualquier relación humana, cuando nos hablan y hasta cuando nos callan, por ejemplo, cuando no nos contestan un emilio. En nuestras relaciones mutuas los humanos somos poco más que máquinas de hacer juicios de intenciones.
El mecanismo de las extrapolaciones es conocido, incluso está catalogado en psicología como "efecto halo": un sesgo cognitivo que, a partir de una característica más o menos circunstancial, extrae conclusiones sobre rasgos esenciales de la personalidad que contaminarían cada uno de los actos del individuo. A veces, sin que tengan nada que ver, como sucede con la disposición a tomar una cara bonita como señal de honradez. Los soldados del Vietcong atrajeron a muchos vietnamitas, antes que por sus ideas, por sus maneras incorruptibles. En las culturas políticas calvinistas el político a quien se descubre una relación extramatrimonial se puede dar por acabado. La máxima que permite sentenciarlo viene a ser: "si miente en esto, miente en todo".
La vida, bien sabemos, es más compleja. Está instalada en el matiz. Como en el poema de Borges, somos un yo plural de sombra única. Conozco investigadores honestos, amantes de la verdad y entregados al estudio de nobles principios, que en su trato con los demás mienten más que hablan. Uno no se casaría con ellos, pero estaría encantado de escribir un libro a dos manos. Entre los alemanes que arriesgaban sus vidas por rescatar a los judíos no faltaban los golfos irrecuperables. ¿Tenemos que dudar de las teorías de los científicos estadounidenses porque el 40% de ellos creen en Dios y le rezan? Sobran los ejemplos de músicos de jazz de vida disipada, entregados al principio del placer más inmediato, cuyo buen hacer artístico sólo puede ser el resultado de una portentosa capacidad de disciplina y de concentración.
Por supuesto, hay coherencias exigibles. Resulta difícil tomarse en serio al psicoanalista que ante el menor avatar emocional se atiborra de pastillas, al maestro zen que cierra los garitos en Las Vegas o al político nacionalista que lleva a sus hijos a la escuela alemana. Ellos son los primeros en no tomarse en serio. Pero lo que no podemos hacer es juzgar la calidad del asesor financiero por sus consejos amorosos o la integridad del político por sus gustos literarios. Una cosa es ser coherentes y otra graníticos. Salvo los imbéciles irreparables y los psicópatas no hay "personas de una sola pieza". En realidad, si encontramos alguno, hay que desconfiar. El político que sabe que su comportamiento en las distancias cortas servirá para sopesar su conducta pública acabará por fingir hasta con sus amigos. Lo primero que nos dicen quienes nos acaban engañando es que ellos no mienten nunca.
Todo lo demás es ejercer de maniqueo y dar curso a la autocomplacencia moral. Como si faltaran razones y hubiera que trucar las pruebas. Como si nuestra sensibilidad necesitara algo más de lo ya sabido. Hitler no era mejor persona por sus refinados gustos estéticos y Franco no se salva porque no se comiera a los niños crudos. Simplificar no es pensar claro, sino evitarse la fatiga de pensar. Y la simplificación, conviene aclarar, nada tiene que ver con la radicalidad. No era precisamente un pusilánime el político que acuñó aquello del "análisis concreto de la situación concreta". Hay encendidos, o por mejor decir, incendiarios defensores de la moderación democrática que, cuando se los escucha, entran ganas de invadir Polonia y no parar hasta el Mar de China. Pero, si nos detenemos a pensar en lo que dicen, pronto se cae en la cuenta de que las atronadoras palabras no rozan un concepto ni iluminan un detalle.
Un pequeño test de autocontrol. Acaso algún lector, tras la lectura del primer párrafo, haya pensado "facha españolista". A su pesar me estará dando la razón. Gracias por colaborar en el experimento.
martes, 3 de febrero de 2009
Los Fachas y Cuba
Un artículo del diputado de C´s, José Domingo.
A finales de 1991, en pleno período especial, fui viajero en Cuba. Durante mi estancia, visité la Habana y transité por Trinidad, Cárdenas, Matanzas, Varadero y otras poblaciones. Allí contacté con fervientes castristas de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y con viejos revolucionarios de Sierra Maestra que echaban pestes de Fidel; descubrí a jóvenes que adoraban el Régimen y a otros que lo odiaban sin límite; presencié discursos del “timonel” de horas y horas dirigidos a pioneros (niños) que firmes y aburridos gritaban “Patria o muerte”; vi al populista en todos los sitios, televisión, vallas, paredes… y descubrí entre cuchicheos a opositores; admiré la imaginación de los cubanos para los arreglos de coches desvencijados y compré en “diplotiendas” (tiendas para turistas) batidoras y menajes de cocina para mamás que lo solicitaban; se me ofrecieron jineteras y jineteros; entré en librerías de pensamiento único y leí el único diario que también era de discurso único; comí en restaurantes populares el limitado menú y comprobé lo poco que daba de sí la cartilla de racionamiento. En todos los lugares, observé espías y población espiada y detecté que el miedo acallaba las voces en la calle y se filtraba por las escaleras en las comunidades de vecinos. Hablé poco y me hablaron mucho. Llegué revolucionario, volví anticastrista y sigo pendiente de Cuba, tan querida por mí.
Por circunstancias personales no he podido ir a la concentración a favor de la libertad de Cuba que se ha celebrado frente al Consulado del Paseo de Gracia de Barcelona. Con agrado hubiera acudido.
La dictadura en Cuba no comenzó el 1 de enero de 1959, en aquella fecha sólo transmutó sus genes, pasó de Fulgencio Batista a Castro. Me enerva especialmente que tanto comunistas como derechistas norteamericanos tomen a los cubanos como rehenes ideológicos y que el modelo económico colectivizado condene a la penuria a miles de cubanos especialmente preparados y que el embargo impuesto por los Estados Unidos refuerce las carencias y sirva de coartada represora a los paranoicos dirigentes cubanos.
De haber acudido con Ciutadans al Consulado del Paseo de Gracia de Barcelona a pedir “aire democrático” para los cubanos, el senador español, Joan Josep Nuet, me hubiera arrinconado con los “fachas”. Para él, destacado dirigente de EUiA que no quiere el cambio en Cuba, reclamar los derechos humanos, la libertad de expresión, de empresa, el pluralismo político, el libre ejercicio de la orientación sexual y la libertad religiosa es cosa de fachas. No sé si la calificación la hace por ignorancia o maldad, pero es seguro que la hace equivocándose, porque “facha” es aquel de ideología política reaccionaria, es decir, quien está en contra de las innovaciones. Ha enfocado mal, en este caso los reaccionarios, los fachas, se encuentran en nuestro peculiar “CDR” (“el nostre”), integrado por los que no quieren reformas para Cuba
Suscribirse a:
Entradas (Atom)