jueves, 12 de febrero de 2009
Los fanáticos gallegos
Un artículo de Edurne Uriarte en ABC.
La gran diferencia entre los fanáticos españoles y los de nuestros países vecinos es que los de aquí están amparados por el poder Y lo digo esta vez por los fanáticos que atacaron el domingo a los manifestantes que exigían la libertad de elección lingüística en Galicia. Lo grave es que estos fanáticos agredieran violentamente a manifestantes pacíficos. Lo gravísimo es que un partido del Gobierno gallego, el BNG, los amparara. Y lo incomprensible y lamentable en la Europa democrática es que el partido del Gobierno de la nación mantenga pactos con estos radicales y reproduzca en Galicia el sucio juego de las dos partes del conflicto.
En una línea perfectamente batasuna, Quintana acusó a Feijóo de fomentar «los incidentes», es decir, las agresiones violentas de los fanáticos, con su «odio al gallego». Que es exactamente lo que dicen los totalitarios vascos para depurar a quienes defienden el derecho a usar el español. El problema español es que este Le Pen gallego recibe todos los parabienes de la izquierda en el poder. Y mientras en Francia organizan movilizaciones generales para alejar de las instituciones a políticos como estos, en España, el PSOE pacta, acuerda y se entiende con ellos.
José Blanco condenó las agresiones del domingo. Pero no se le pasó por la cabeza romper con el partido que ampara las agresiones. Y, lo que es igual de grave, añadió la teoría del conflicto, con aquello de que él se rebela contra aquellos «que quieren imponer exclusivamente el gallego o exclusivamente el castellano». O sea, que, para Blanco, los violentos totalitarios que atacaron a los manifestantes son comparables a los que exigen el derecho a poder usar el español.
Es la misma historia del País Vasco y de Cataluña y demuestra lo que algunos estamos advirtiendo desde hace mucho tiempo. Que hay un extremismo antidemocrático independiente del terrorismo, que va a sobrevivir al terrorismo y que se ha instalado en las instituciones o en los aledaños de las instituciones de esas regiones. Con la complacencia de la izquierda democrática que convive tranquila y feliz con los Le Pen españoles.
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