domingo, 5 de julio de 2009
Lección de democracia
Francesc de Carreras en La Vanguardia
La sentencia del Tribunal Europeo sobre si la ilegalización de Batasuna por la justicia española era adecuada al Convenio Europeo de Derechos Humanos, pone fin a un ciclo de lucha policial y judicial contra ETA que empezó con el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, más conocido como Pacto Antiterrorista, que suscribieron el PP y el PSOE el 8 de diciembre del año 2000. Un paso más en el desarrollo de la filosofía de este Pacto fue la Ley de Partidos de 27 de junio de 2002 y, en aplicación de esta ley, las sucesivas ilegalizaciones de aquellos partidos que no condenaban la violencia en el País Vasco porque, evidentemente, formaban parte de la trama terrorista.
La clave de esta ley de partidos y de las sentencias subsiguientes la había dado unos años antes el juez Baltasar Garzón al considerar, en procesos penales ante la Audiencia Nacional, que la banda terrorista ETA no estaba formada sólo por quienes empleaban directamente la violencia política sino también por aquellos otros que le daban apoyo implícito, tanto desde un punto de vista social – por ejemplo, determinadas asociaciones y medios de comunicación – como político, es decir, los partidos que no condenaban sus atentados. Terroristas, pues, eran todos aquellos justificaban, incluso por abstenerse en la condena, la violencia como medio de acción política. Desde muy distintos ángulos se consideró que esta ley vulneraba principios democráticos básicos, especialmente las libertades de asociación y expresión, así como el pluralismo político. Hasta esta misma semana, muchos sostenían que la democracia en España, por esta causa, era de de mala calidad.
Pues bien, como era de esperar, la sentencia del Tribunal Europeo ha dado un carpetazo al debate. En el plano de las ideas, todo es defendible, aun lo más opuesto a la legalidad democrática. La ley de partidos no pretende ilegalizar idea alguna y ello está muy claro en su texto; pero los medios a emplear para defender estas ideas deben ser conformes a los grandes valores de la tolerancia y el respeto a los derechos de los demás. El terrorismo es lo contrario a estos grandes valores: trata de infundir el miedo en una sociedad para que los ciudadanos actúen sin libertad atemorizados por la amenaza constante de acciones violentas. Hitler hizo lo mismo en Alemania inmediatamente después de alcanzar el poder.
La clara y contundente argumentación de la sentencia es una auténtica lección de democracia en su sentido fuerte. “El comportamiento de los políticos engloba no sólo sus acciones o discursos sino también, en ciertas circunstancias, sus omisiones o silencios, que pueden ser equivalentes (…) a un apoyo expreso”. En otras palabras, la no condena del terrorismo es también terrorismo. La frase es demoledora para quienes han sostenido que nuestra democracia era de mala calidad a causa de la ilegalización de Batasuna.
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