miércoles, 1 de julio de 2009

Tiempos de dolor


Fernando Savater en Diario Vasco.


Por supuesto, vivimos tiempos de dolor. No hay que esperar al futuro para padecerlos, como augura Alfonso Sastre en su artículo de Gara («La prosa y la política», 21-06-09) en el caso de que no se dialogue con los terroristas de ETA, sino que vienen del pasado, desde hace décadas y aún perduran. Los últimos que pueden atestiguarlo son la viuda y los hijos del inspector Puelles, así como tantos que hemos compartido su desdicha injusta. Los tiempos de dolor no vienen, sino que aún desgraciadamente no se van. Pero todo se andará, todo se andará... Si su edad se lo permite, como le deseo, aún puede asistir Sastre a unas cuantas sorpresas históricas.
Es curioso que Sastre hable de prosa y política en su artículo, aunque en la primera nunca ha destacado y en la segunda desgraciadamente sí. Alfonso Sastre pertenece a una generación de prosistas políticos que inventaron y practicaron una «nueva lengua» como la descrita por George Orwell en 1984. En ella, «revolución» equivale a «guerra civil», «dictadura del proletariado» a «dictadura sobre el proletariado... y las demás clases sociales», «justicia» a «ajusticiamiento» y «ajuste de cuentas», «comunismo» a «administración burocrática de la miseria», «antifascismo» a «antidemocracia»,etc... En el caso vasco, esta nueva prosa llama «lucha armada» al terrorismo, «pueblo vasco» a los separatistas-carlistas-guevaristas, «ejército del pueblo» a quienes asesinan traicioneramente a hijos del pueblo, «negociación» o «diálogo» a ceder a los terroristas las ventajas políticas que no podrían nunca obtener en las urnas para así conseguir su malévola benevolencia, «fuerzas represivas» a quienes nos defienden a la mayoría de los vascos contra los matones que tratan de imponernos su dictadura, «presos políticos» a los que en lugar de hacer política parlamentaria intimidaron y asesinaron a los políticos que les llevaban la contraria, «buscar la paz» a imponer por la violencia sus ideas, etc... Sí, es muy interesante la relación entre prosa y política. Y también la complicidad entre cierto discurso izquierdista y las peores abominaciones políticas del pasado y del presente. ¡Qué mal huele ya el 'honor' intelectual de nuestros 'progres' más 'retros', en Cuba, en Venezuela, en el País Vasco, por doquier!
No, los tiempos que se avecinan no van a ser como esperan y desean Sastre y su piara criminal: por decirlo de una vez y con orgullo, no hemos luchado contra ellos en vano. Poco a poco, con demasiadas bajas y sufrimiento, vamos ganando (por cierto, el primer triunfo es que ya nadie pone en duda que tendrá que haber vencedores y derrotados en esta contienda). Nada tiene que ver esta satisfacción con el 'odio' que preocupa a Urkullu y otra gente del PNV: odiar ciertos comportamientos y ciertas ideas políticas detestables forma parte de la salud mental a la que uno aspira. En cambio odiar a las personas es una pérdida de tiempo: entre mortales, ya se sabe que es mejor atenerse a la ironía y la compasión. Pero al menos en una cosa tiene razón el abominable señor Sastre: aún nos queda demasiado dolor por delante. No tanto como si consintiéramos que ganasen los suyos, pero todavía mucho más del que nos gustaría. De modo que hay que tomar precauciones... para poder seguir la necesaria lucha.
Un paso en el buen camino ha sido reconocer que víctimas no son sólo las que han sufrido un atentado, sino todas las personas que por mantener sus ideas y su compromiso con las libertades democráticas padecen amenazas. O sea, las que ven limitados sus movimientos, cortocircuitada su vida familiar o social, dificultado su empeño laboral, etc... por culpa de los voluntariosos y abnegados asesinos de los que Alfonso Sastre es vendedor a domicilio. Algunas de estas víctimas no han podido aguantar más y han tenido que irse de Euskadi: Iñaki Arteta les ha dedicado un documental imprescindible (aunque haya recibido menos reconocimiento que La taberna fantástica porque vivimos en un mundo injusto). Hasta que no vuelvan si lo desean y voten si y cuando y a quién les apetezca, nuestro País Vasco -al que tantos aman de modo virtual y selectivo y tan poquitos de modo incluyente y eficaz- será una falsificación para disfrute político de separatistas retóricos y oportunistas prácticos.
Pero otras de esas víctimas siguen aquí, en el País Vasco, aguantando el tirón. Y digamos claro y alto que su resistencia es la que nos resulta hoy y mañana más imprescindible. Si ahora tenemos una alternativa gubernamental efectiva al nacionalismo es porque no todo el mundo se fue... incluso aunque tuviera razones perfectamente justificadas para haberse ido. Esa gente, levadura que sigue activa en nuestra tierra a pesar de los pesares, debe ser no sólo protegida sino me atrevo a decir que también mimada. Suelen compartir una característica: llevan escolta. Todos los que gozamos de ese imprescindible pero agobiante "privilegio" conocemos cuánto limita la vida y aumenta el estrés. De modo que sería muy oportuno, como reconocimiento efectivo y no sólo declamatorio a esas víctimas hasta hace poco ignoradas, mejorar y aliviar en lo posible la carga permanente de la escolta. Especialmente, en el caso de quienes llevan escoltas privados, aunque dependan del Ministerio del Interior o del Departamento de Interior Vasco.
Sería muy deseable que todos esos escoltas no estuviesen sometidos a asignaciones más o menos caprichosas de servicio, según las preferencias políticas de las empresas privadas que lo gestionan. Y que mantuviesen una relación directa laboral con el Departamento Vasco de Interior, sin la intermediación no siempre positiva de la empresa privada de seguridad. En muchos casos, interesarse de verdad por las víctimas amenazadas cotidianamente puede pasar por revisar sus condiciones de escolta y para ello parece oportuno que el actual titular del Departamento Vasco de Interior consulte y requiera la colaboración de la ASES (Asociación Española de Escoltas). La clandestinidad y arbitrariedad conviene a quienes nos amenazan, no a los que nos protegen de ellos.
Por lo demás, no queda más que afrontar el dolor de los tiempos que vienen. Pero teniendo bien claro que no se trata de un sufrimiento inútil, sino del precio por nuestra libertad y la de todos, hasta la de quienes menos van a agradecérnoslo de labios para afuera. Como ya dijo Spinoza de la virtud, todo lo raro y precioso cuesta esfuerzo pero lleva en tal pasión de dignidad su propia recompensa.

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