miércoles, 24 de diciembre de 2008
Aceleración de partículas.
Arcadi Espada en El Mundo.
Cíclicamente, y a fatigosas oleadas, se repite en España la gran farsa de la financiación autonómica. Estamos en una de ellas, y la farsa resulta más dolorosa cuando se comprueba la coyuntura de las cuentas públicas. La farsa arranca de una cuestión clave, histórica, dicen, para seguir farseando. El concierto vasco, por supuesto. En ningún Estado europeo hay un ejemplo similar de privilegio. Y lo más importante: hasta la aparición de Ciudadanos y UPyD ese privilegio ha sido apoyado por todas las fuerzas políticas españolas, dejando en huera retórica cualquier discurso socialista o popular sobre la solidaridad interterritorial. La financiación autonómica no compromete, pues, al conjunto de las autonomías. Hay aquí quien cuenta en base doce.
A partir de la primera constatación farsesca y la inexistencia de una verdadera negociación multilateral el alud se desencadena. Sobresale, precisamente, la palabra bilateral. En las discusiones se repite una y otra vez con gran ampulosidad, y pensando en Cataluña, que no habrá negociación bilateral. Falso de toda falsedad, como les gusta decir a los patricios. La negociación financiera siempre ha sido bilateral. Pero no como le habría gustado a Cataluña, desde luego, distinguiendo entre ella y el resto; sino sucesivamente bilateral. Las comunidades y el Gobierno central no se han reunido nunca para examinar qué sería lo adecuado para el conjunto de la estructura (ausente); sino sólo para decidir qué sería lo adecuado para cada una de las comunidades. No sé, porque para eso hacen falta estudios, si España ha dejado de ser una nación; pero estoy seguro que ya no es una sinécdoque.
El último velo de la farsa está vinculado a la política. El modelo de financiación se ha adaptado como un guante al modelo parlamentario hasta el punto de que su naturaleza es ya inseparable de la obligación de organizar las mayorías a partir del voto nacionalista. La negociación de la financiación no es nada más que la negociación de los apoyos parlamentarios. Visto al revés aún causa mayor impresión: la negociación de los votos no es nada más que la negociación del dinero. El asunto ha incorporado en los últimos años una novedad muy interesante y didáctica, que se manifiesta con un impudor más cachazudo cada día: la ampliación del frente nacionalista mediante la entusiasta participación de las delegaciones de los humorísticamente llamados partidos nacionales. España ya es más Aguirre, Chaves o Montilla que Zapatero. Less is more, sin duda ninguna.
(Coda: «Me parece una pena que el Tribunal Constitucional no haya considerado siquiera la posibilidad de que las quiebras a la coherencia y posibilidad del sistema sean cuestiones que hayan de llamar su atención». Andrés Boix, La página definitiva, 17-7-2007.)
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