Arcadi Espada, en el Mundo.
«Grito histórico», dice el diputado Joan Tardà para justificar su muera. Qué manera de complicarse la vida, cuando le habría bastado con decir «grito histérico» y todos le habrían entendido y olvidado. Al poco rato de haberse desbravado en la plaza ya estaba chapurreando la historia para ver por dónde salirse. Como había dicho «¡Visca la República, mori el Borbó!» (tanto les importa el Rey que le traducen hasta el apellido), empezaron por el principio: «El republicano se apresuró a puntualizar anoche», escribía este diario, «que el lema antimonárquico con el que cerró su discurso se utilizaba comúnmente como proclama durante la Guerra dels Segadors’ del siglo XVII.»
Comúnmente. Sí se habló de República hacia 1640, cuando el capellán Pau Claris la proclamó; aunque sin concretarla, como suele ser habitual en las repúblicas catalanas y en lo catalán en general. El atrevimiento intelectual de Tardà al vincular esa nonata república (al estilo de las mediterráneas) con la que el, tan modernamente, encarna ya era notorio. Pero lo realmente estupefaciente afectaba al Borbón. Porque mientras Pau Claris proclamaba su República, y durante toda la Guerra dels Segadors, en España reinaba Felipe IV, el macilento. De la Casa de Habsburgo. Un Austria.
Cuando al día siguiente Tardá despertó el Austria, con sus bigotes y su melancolía, seguía allí. Apresuradamente el diputado llamó a las agencias y dijo que el grito histórico era de cuando Felipe V y a la guerra de Sucesión. Bien, es cierto: entonces había Borbón. El problema es que no había República. La Guerra de Sucesión española (y por tanto catalana) no luchaba por un Borbón o una República (aunque fuera feudal), sino por un Borbón o el Archiduque Carlos de Austria. Otro Habsburgo.
Por lo tanto al diputado Tardà o le ha faltado República o le ha faltado Borbón. Quién lo diría en tipos tan sobrados de semejantes hechuras. No existe el grito histórico «¡Visca la República, mori el Borbó!» De no ser por la sombra del fiscal del Estado quizá el diputado Tardà no le quitaría méritos a su creatividad. Aunque no estoy del todo seguro. Al fin y al cabo se trata de gente humilde que antes que el brillo personal prefiere el sometimiento a la santa tradición patriótica, es decir, que prefiere ser hilillo de ese patchwork, diseñado por el delirio, donde Pau Claris camina del brazo de Lluís Companys, los segadores de 1714 luchan a muerte contra el Juan del cuatrocientos y el coronel Macià, del Ejército español, ordena al abogado Rafael de Casanova que tome Prats de Molló, entre grandes desfiles de remences, nyerros y cadells.
No invento el patchwork. El diputado Tardà tiene un blog y ayer escribía del caso. Le traduzco parte de su nota: «Hay quien considera que acabar un mítin gritando «Visca la República, mori el Borbó» es freaky. Ya es hora de cuestionar la razón por la que nos hemos dejado robar las palabras. [!] Es curioso, más academia, más cultura, pero menos espacio para la metáfora [!!]. Cuál sería la adecuación a nuestros días de la otra [!!!] exclamación popular de la historia del país: «Visca Macià, Mori Cambó». Seguro que el que lo gritara sería acusado de freaky. Y los jóvenes que al cabo de parar a los fascistas en Barcelona en julio del 36 ya estaban en Aragón. ¿Eran también freakys?»
Esto es lo que hay, gramática y moralmente. El nacionalismo. Un comic marvel, donde el hombre-masa, y su cerebro, ejecuta siempre el papel estelar.
lunes, 22 de diciembre de 2008
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