lunes, 22 de diciembre de 2008
¡Que viene el lobo!
Artículo de Francesc de Carreras en La Vanguardia.
¿Recuerdan ustedes cuando se decía que si se ilegalizaba Batasuna se produciría poco menos que un levantamiento popular en el País Vasco y que, por prudencia, no había que tomar esta medida? ¿Recuerdan cuando se decía que si Arnaldo Otegui era condenado a una pena de cárcel el poderoso Movimiento de Liberación Vasco arremetería con la kale borroka más feroz de toda la historia y que, por prudencia, no convenía hacerlo?
Pronto se vio que todas estas advertencias interesadas, estas llamadas a vulnerar las leyes en nombre de la prudencia, estaban equivocadas. ¡Qué viene el lobo, caperucitas!, parecían decir. El lobo nunca llegó, la gente es más sensata de lo que a algunos les parece. Batasuna fue ilegalizada, ETA se ha debilitado, la kale borroka ha disminuido. Otegui ha pasado su año de cárcel sin que nadie le hiciera caso, ni se convirtiera en héroe nacional. Al contrario, a su salida sólo ha recibido la bienvenida de cuatro amiguetes de su pueblo. Hace un año que la casi totalidad de la Mesa Nacional de Batasuna está en la cárcel y nadie les ha hecho caso, seguramente ni ustedes, lectores, se acordaban de ello. ¡Qué ridículo el de aquellos que no paraban de aconsejar prudencia por miedo a que apareciera al lobo!
Pues bien, en Catalunya sucede una cosa parecida con la famosa sentencia del Constitucional sobre el Estatut. “¡No se puede defraudar, ni insultar, ni humillar, a todo un pueblo!”, dicen. La cosa es de risa. Ahora casi todo el mundo está de acuerdo en que el proceso para aprobar un nuevo estatuto fue lamentable y que el nuevo texto no sirve para lo que se pretendía. La invocación al pueblo, por otra parte, no deja de ser ridícula: en el referéndum no fueron a votar ni la mitad de los catalanes y el voto afirmativo sólo alcanzó el 35,7 %. Y desde el comienzo del proceso, la abstención electoral no cesa de incrementarse en Catalunya. O sea que menos lobos, por favor. Más bien quiénes deberían sentirse humillados son los partidos que nos embarcaron en tan delirante aventura.
El actual espectáculo de intimidar al Tribunal Constitucional es sumamente penoso y revela una latente actitud antidemocrática. En efecto, las coacciones a Tribunal siguen el siguiente proceso: primero se desacredita al Tribunal diciéndole que ha sido un desastre y está en prórroga; después se le coacciona con la cantinela de que viene el lobo; por último, se le invita lisa y llanamente a prevaricar, es decir, a cometer un delito que consiste en dictar una sentencia injusta a sabiendas, en este caso por motivos de prudencia política. Imagino que los magistrados constitucionales deben estar, además de hartos, indignados.
Hoy conmemoramos el treinta aniversario del referéndum constitucional: a pesar de estar ganado de antemano participó el 67 % de los españoles y el 88 % votó afirmativamente.
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