sábado, 16 de mayo de 2009

El cambio emocional


Iñaki Ezquerra en La Razón.


Me topo estos días con gente que me dice eso de “a ver, a ver lo que pasa en el País Vasco”, “no me fío nada de ese pacto…” Lo que no sabe esa gente es que ya ha empezado a producirse el cambio más difícil de todos y también el más importante, el que va más lejos de las instituciones y los departamentos de Educación o Interior, y que es “el cambio emocional”; un cambio que consiste en liberarse de la obligación de ejercer de vascos para todo, hasta para ir al bar y sobre todo para ir al bar, en decir en voz alta lo que se piensa a los amigos, los compañeros del trabajo y los parientes; en comenzar a confesar lo inconfesable, a explicarles a los hijos las mentiras que les dijeron para que no tuvieran problemas en el colegio y se adaptaran al régimen, como hicieron con ellos las anteriores generaciones durante el franquismo. Un cambio imparable, porque una vez que se ha iniciado ya no hay quien lo detenga. ¡Claro que va a tener éxito el cambio en Euskadi, por más que le moleste al PNV y se notara en el Debate sobre el estado de la Nación! No hay miedo a sublevaciones. Nunca hubo una Revolución de oficinistas, funcionarios y estómagos agradecidos.

La gente ha tragado tanto en el País Vasco que no sabe ya ni lo que ha tragado, y lo va a descubrir ahora. Se ha roto el tabú y el PNV reacciona como el padre de aquel artículo famoso de Manuel Vicent que le gritaba a su hija pasota: “Aparta tus sucias manos de Mozart”. Lo que el PNV le está diciendo a Patxi López es “aparta tus sucias manos de la Lehendakaritza”. Pero resulta necesaria y pedagógica esa escenificación, el cabreo maleducado de Ibarretxe, el llanto de las emakumes en el hemiciclo, las legañas del insomnio y las caras de devuelto; esa emocionante cura de humildad democrática que el mundo nacionalista está viviendo estos días. El que no ve la trascendencia que tiene eso y lo que contiene de irrevocable es que está ciego.

Sí, es verdad que las fotos aquellas de la cúpula del socialismo vasco con Otegi y de Gemma Zabaleta con Jone Goiricelaia están demasiado cercanas como para olvidarlas. Pero también es cierto que Patxi López podía haber ido por un camino más facilón que no contrariara la política autonómica de su señorito y no lo ha hecho, y esa apuesta por el cambio en el País Vasco ha tenido para el propio Zapatero el caro precio de su soledad, que quedó sobradamente representada por el chaparrón que recibió anteayer de Josu Erkoreka y que dejó cortas las impecables intervenciones de Rajoy. Uno puede suscribir todas las palabras de este último, pero eso no le impide reparar en que la primera prueba dura que acaba de superar el cambio vasco no ha tenido lugar en la Cámara de Vitoria sino en el Congreso de los Diputados. La primera prueba fue ese Zapatero teniendo que oír el “quo vadis” de Erkoreka. De bien nacidos es ser agradecidos y yo, como vasco, agradezco a los socialistas el mal trago que pasaron solos anteayer. Acaba de superar, como digo, la primera prueba un cambio cuyos verdaderos enemigos no están en Euskadi sino en Madrid. Porque después de ver esa sesión, los que siguen diciendo “a ver, a ver que pasa en el País Vasco, no me fío…” a mí me dan más miedo que los nacionalistas.

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