martes, 23 de junio de 2009
Nacionalistas groseros
Germán Yanke en Estrella Digital.
A una parte del PNV, como quedaba patente ayer en las páginas de El País, le ha molestado que Francisca Hernández, viuda del inspector Eduardo Puelles, asesinado por ETA, hablara al final de la manifestación de protesta encabezada por el lehendakari Patxi López. A un lado la grosería del tono de estas declaraciones ("supongo que estaría sedada a tope"), la molestia fundamental es la deslegitimación de los violentos, ya que el reproche a la viuda es haber "mezclado todo" al referirse a las familias de los presos de la banda y al lehendakari el tono de un discurso que pretendía "levantar a la gente".
A la grosería y a la falta de compasión ha de añadirse, a la vista de este punto de vista, el fondo político de la posición de una parte del nacionalismo vasco. Una parte, sí, pero es la que, hasta ahora, ha chantajeado el proyecto de su partido con Ibarretxe encabezando la opción y los planes soberanistas, con la amenaza de escisión en el PNV y el empeño actual por seguir examinando cómo se arbitra el entendimiento entre nacionalistas incluyendo a los dependientes y colaboradores de ETA. Francisca Hernández no mezcló nada. Dijo que los presos de la banda eran asesinos y no "presos políticos", por lo que no tenía ningún sentido que, basándose en esa falsedad, algunas familias o asociaciones de ellas pidieran dinero público para viajes o actividades. Una evidencia y una reclamación más que justa. Quienes las nieguen son, a la postre, los que están sedados por el fanatismo hasta el punto de ni ver la realidad ni atisbar la justicia.
En esta lamentable crítica late la consideración de que en ETA hay un "fondo político" que debe ser tenido en cuenta. Sería el hilo para, a la vez que se condena la violencia, se reclama la negociación, la "salida dialogada", etc. Coincide por eso con el absurdo reproche al nuevo lehendakari según el cual el llamamiento a la sociedad vasca produciría desasosiego y frustración ya que los ciudadanos nada pueden contra un terrorismo que no podrá ser vencido y al que hay que buscar un camino para que "deje de matar". La vieja tesis de que ETA es invencible sirve de disculpa para las propuestas negociadoras y, en el fondo, de reconocimiento de que el nacionalismo no puede ser el que algunos quieren que sea sin tener a la banda terrorista en el escenario.
La descripción de esta posición política, que viene ratificada una y otra vez con declaraciones de sus protagonistas, es escalofriante. Es el elemento principal de una batalla interna en el PNV en la que los más razonables han terminado siendo los más pusilánimes y se han dejado arrebatar, aunque conserven en algunos casos el poder teórico, el vocabulario y la estrategia. Pero el único fondo de ETA y de sus alias es el totalitarismo violento, y la única verdad es que para vencerla, que es perfectamente posible, hace falta que la ciudadanía acompañe en la deslegitimación y el aislamiento la acción de la Policía y los jueces. Y corresponde, por tanto, a la sociedad vasca reclamar al PNV que, por encima de sus cuitas de familia, se coloque de verdad del lado de las víctimas y de la libertad y los derechos humanos. Quizá es eso lo que asusta a una parte del PNV, que la sociedad vasca, puesta en pie como quiere el lehendakari López, se lo demande seria y contundentemente.
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